uno.

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Miro con el ceño fruncido el montón de cajas de mudanza que hay en mi nueva habitación. Suspiro, solo de pensar que tengo que colocar todas las cosas me desespera. Bueno, ordenar. Lo que se dice ordenar, no. Porque no soy muy ordenada que digamos. ¿De qué me sirve colocarlo todo si en menos de dos horas va estar todo patas arriba?

Venga, Nadine, no seas vaga, ¿pretendes ir a las cajas cada vez que necesites algo? Me pregunta una de mis mini yo - Esta es mi parte buena, la formal, la que quiere que haga todo bien, por así decirlo -. Tiene razón, será mejor que coloque todo lo antes posible, así me lo quito de encima. Miro las cajas una a una y voy leyendo en ellas lo que hay dentro para decantarme y quitarme la que más pereza me dé. Decido empezar por las cajas de ropa. En estos momentos me doy cuenta de la cantidad de ropa que tengo y que después no utilizo ni la mitad. Respiro hondo y cuento hasta diez, por desgracia la paciencia no es mi fuerte. Lo mejor de todo es que tengo la mejor habitación de la casa, ventajas de ser una impaciente. Es la única que tiene balcón y sus vistas son bastante agradables a pesar de la cantidad de edificios que hay. Es lo que tiene vivir en Madrid Centro y en cualquier ciudad básicamente.
Bueno, y para motivarme, antes de empezar a recoger, una copa de vino. La necesito. Voy a la nueva cocina, pasando por el salón que hace eco al pasar de lo vacío que está. Abro la nevera que está prácticamente vacía, como todo en esta casa, solo tenemos lo básico. Tiene un tupper con comida que ha traído Chelsea, hecha por mi querídisima tía Filo. Y dos botellas de vino blanco dulce y un Rioja que me he parado a comprar en el supermercado cuando venía de camino a nuestra nueva casa. Busco en las cajas los vasos, miro en la primera, no es están; en la segunda, tampoco; miro en una tercera caja, nada. ¿ Dónde están los putos vasos ?

-¡CHELSEA! -Llamo a mi prima gritando desde la cocina. Una abandona el nido pero no pierde las costumbres.

-Dime. -Me responde de la misma manera.

-Ven, porfi.

Se acerca, escucho sus pasos.

-¿Qué pasa? -Me pregunta apoyándose con un brazo en la puerta y la mano sujeta a la cadera.

Luce con un pantalón pitillo oscuro y un top sin mangas amarillo realzando su figura y su piel negra. Ella, a parte de ser mi compañera de piso, es mi prima, la hermana que mi mamá no pudo darme pero que mi tía sí. Y por suerte, una de mis mejores amigas. Es una persona llena de energía y entusiasmo por todo, le encanta conocer cosas, ambientes y culturas nuevas. Es impulsiva a más no poder, hace las cosas casi sin pensar. Se le ve segura de sí misma, poderosa y valiente. La adoro.

- ¿Y los vasos?

-En la caja que pone vasos, ¿no sabes leer?

Otra de mis maravillosas cualidades es lo despistada que puedo llegar a ser, en ocasiones puede ser hasta exagerado.

-A ver si colocas esto, porque así no se puede vivir. -Le digo de broma y ella me frunce el ceño, asimilando lo que le acabo de decir.

-Colócalo tú, mírame a ésta, tonta.  -Se va soltando una pequeña risa, y yo no puedo evitar reírme.

Me acerco a la caja que me señaló mi prima antes de meterme con ella y saco un par de copas. Saco uno de los vinos blancos y lo abro con el sacacorchos. Lavo la copa mientras se airea el vino y tras secarla, me sirvo un poco. Lo saboreo primero con el olfato y después le doy un sorbo. Mmm, fresquito, maravilloso. Está delicioso.

Vuelvo a mi habitación, ocupada por una cama doble con barrotes blancos, un armario vacío, una cómoda con cajones, una mesita de noche, maletas con ropa y cajas, un montón de cajas. Bueno, manos a la obra. Dejo mi copa de vino en la mesita de noche y me pongo a ello. Abro una caja y saco libros que coloco encima de la cómoda, abro una maleta y saco la ropa supuestamente doblada y la pongo en mi cama. Sí, digo supuestamente doblada porque tal cual la cogía de mi antiguo armario la metía en la maleta.

Si te enamoras, pierdes.© [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora