Recuerdos

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Ishigami Senku se despertó sobresaltado, con el pecho subiendo y bajándole a toda velocidad, su cabello de por sí ya rebelde se encontraba más alborotado de lo normal, y los dos mechones verdosos de su cabello que normalmente caían despreocupadamente por su cara ahora se encontraban pegados en su frente debido al sudor perlando su rostro, pero eso era lo de menos.

Otra vez… no había podido salvarla otra vez.

Tragó saliva e inhaló y exhaló profundamente en un intento de regular su respiración y calmar la presión que sentía en el pecho, porque aunque ya era algo normal el despertar así, nunca terminaba por acostumbrarse a las emociones que le provocaban sus sueños. Impotencia, culpa, añoreza, melancolía, pesar, morriña, desesperación, miedo... y una parte de él sabía que jamás lograría acostumbrarse.

Encendió la luz de su mesita de noche y miró con algo de cansancio acompañado de nostalgia el pequeño trozo de ámbar azul que reposaba ahí, lo tomó apretujándolo fuertemente contra sí mientras recordaba todo lo que representaba el pequeño trozo, recordándola a ella, recordando las brillantes sonrisas confiadas que solía dar ante un reto, su disgusto cuando la molestaba llamándola loena, pero sobre todo recordando sus relucientes ojos azules.

Kohaku.

Le echó un último vistazo al ámbar antes de dejarlo en su lugar. Siempre lo ayudaba a terminar de calmarse por muy ilógico e infantil que fuera, pero así era.

Resopló dejándose caer nuevamente contra la cama, agotado, tan fatigado que maldijo en voz baja el haberse desvelado más de la cuenta trabajando en su proyecto científico para distraerse lo más posible.

Parecía no importar cuanto tiempo pasara, él aún soñaba con ella... A veces eran lindos recuerdos, tal vez demasiado nostálgicos y melancólicos porque le hacían sentirse asquerosamente cursi, pero al final siempre terminaban sacándole una sonrisa. Otros días eran pesadillas en las que ella estaba en peligro, él intentaba moverse, gritarle que no hiciera nada estúpido… solo para despertar y darse cuenta de que ella ya no estaba realmente ahí, que nunca más lo estaría, que todo era una ilusión de su cerebro para recordarle lo sucedido, lo mucho que le importaba, recordarle sus últimos momentos, restregarle en la cara sus últimas palabras, palabras que ya nunca podría responder, que ella ya nunca estaría ahí para poder responderlas.

Sé llevó un brazo al rostro, cubriendolo, cansado.

No había tenido el tiempo ni la energía suficiente para hacer o decir nada, solo los gritos de los chicos, los latidos desenfrenados de su corazón y un sentimiento de pánico e impotencia antes de que todo se pusiera negro.

Antes de quedarse sólo.

ÁmbarWhere stories live. Discover now