Azul

570 58 19
                                    

—¿Qué estás haciendo, Senku? ¿buscas más de esas extrañas piedras que usas con Chrome? —preguntó Kohaku, curiosa.

Senku rio entre dientes.

—No es un mineral, es una resina fosilizada que se obtiene de los restos de las coníferas y algunas angiospermas, pero sobre todo de las coníferas. —Levantó algo que Kohaku reconoció como una piedra entre amarilla y naranja traslucida muy bonita—. ¿Entonces ya acabaste tu entrenamiento?

—Nop, pero Kinro y Ginro se cansaron y me pidieron un descanso, entonces te vi sentado y vine a ver qué hacías. —Estaba sorprendida pero feliz, ese día Senku había regresado de una expedición con Chrome, a quien había dejado trabajando con el viejo Kaseki, por lo que ahora traía consigo muchos materiales para trabajar, aunque Kohaku en un comienzo creyó que descansaría un rato cuando lo vio sentarse contra uno de los árboles que rodeaban la choza de Chrome, después de haberse esforzado tanto le asombraba que continuara trabajando, aunque eso es algo que Senku siempre hacía—. ¿Qué es coniera?

—Coníferas. Son muchas plantas, normalmente árboles o arbustos, ya sabes. —Señaló un árbol a su lado—. Como los pinos. —Luego la miró y levantó sus dedos comenzando a contar—. Los cedros, abetos, piceas, secuoyas...

—Esos son muchos nombres raros —murmuró observándolo con gotitas bajando por su sien.

—Si no mal recuerdo, son poco más de quinientas cincuenta especies de plantas coníferas, pero lo que importa ahora es que esta pequeña resina de fósil —Senku levantó la piedra—, es ámbar.

—¿Ámbar?

—Como tu nombre —señaló, Kohaku abrió los ojos de par en par.

—¡¿De esa piedra tan bonita sacaron mi nombre?! 

—Así es. Normalmente es utilizado como decoración, en joyería sobre todo, se dice que limpia y aleja del cuerpo y el entorno enfermedades y mierdas como las energías negativas para después transmutarlas en positivas.

—¿En serio? Es increíble... —Tomó uno de los fósiles que se encontraban en el montón que había traído consigo Senku, mirándolo curiosa.

Senku sonrió exuberantemente, los materiales nuevos siempre le hacían emocionar y verla asombrarse por los mismos lo hacía... extrañamente muy feliz.

—Es una de esas cosas ilógicas, pero viéndote a ti me parece bastante intrigante. —Senku la miró de una manera que la hizo sonrojar por alguna extraña razón, luego volvió a mirar el ámbar—, para que la resina se convierta en ámbar tienen que pasar diez millones de años en lo que se ambariza, o sea que se polimeriza y oxida... quita esa cara, me refiero a que los árboles y plantas que te mencione segregan una sustancia gelatinosa, ya sabes, la resina que es parecida a la miel, la sábila, pues ésta termina enterrándose muy profundamente bajo tierra y con ayuda de los procesos geológicos de compactación se convierte en ésta pequeña "piedra".

—¿Tanto tiempo para que se forme esta pequeña cosa? —Ella apartó la vista del fósil y lo miró boquiabierta.

—La ciencia es un proceso complejo —Senku hurgó en su oído y Kohaku asintió con el ceñó fruncido viendo aún más fijamente el pequeño fósil.

—Me recuerda un poco a la luna cuando brilla ligeramente azul...

Senku la miró, confuso.

—¿A la luna? Digo, lo entendería si hubieras dicho sol, pero el ámbar es... ¿azul? —Senku abrió mucho los ojos al ver el pequeño fósil que Kohaku había tomado del montón, un pequeño trozo de ámbar azulado—. Wow... es increíble...

—¿Qué cosa?

Senku resopló una vez salió de su sorpresa.

—Es solo que el ámbar azul se supone solo aparece en dos lugares del planeta, si no mal recuerdo en España y un pequeño país en una isla... República Dominicana, es bastante inusual y por lo tanto muy deseado en la joyería.

Ella le sonrió mostrando sus dientes, radiante antes de comenzar a reír maravillada, sonido que dejo momentáneamente a Senku sin aliento.

—¡Y tenemos uno aquí en Japón! ¡Es increíble!

Senku frunció el ceño y parpadeó, reaccionando.

—Así es, no tiene ni un milímetro de sentido pero...

—¿Verdad que si te recuerda a la luna?

Senku se llevó la mano al mentón y entrecerró los ojos, mirando fijamente el ámbar. Sí, era indudablemente azul, pero seguía teniendo toques naranjas y amarillentos, lo cual le recordaba perfectamente...

—A la luna y al cielo —declaró y la sonrisa de Kohaku se agrando.

—A la luna y el cielo —repitió—. ¡Tengo que mostrárselo a Ruri-ne!

Senku sonrió.

—Bien.

Pero Kohaku ya había salido disparada en dirección a la torre de la sacerdotisa, haciéndolo sonreír más. 

ÁmbarDonde viven las historias. Descúbrelo ahora