Capítulo 4: Los buscadores de reyes - 1

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El cuarto y último capítulo del grupo preescrito.

Las actualizaciones se ralentizarán ahora. ¡Lo siento! Pero como siempre, disfruta.

"Pero [] - gracias. Me salvaste tantas veces".

El peso de su daga desaparece.
En silencio hasta el final, me hundo en la sombra negra, con los ojos fijos en él.

Me hundo.
Me hundo.
Me hundo.
Dejo de hundirme.
Algo ha agarrado mi mano.

"Vaya, vaya. Mira qué ha sido de ti."

La oscuridad me rodea.
Afecta mi capacidad para pensar.
Sé que debo dejarlo ir.
Debo luchar contra el agarre de esta persona y continuar disfrutando del Grial.
Con su poder, acabaré con los enemigos de Camelot.

No me suelta.
Es un obstáculo más que debo enfrentar.

"La dureza de tu mirada me hiere. Ven ahora".

Sigo la manga blanca hasta su origen.
Una grieta en la pared negra.
La luz fluye a través.
El caparazón que me rodea se tambalea.

Sus fracturas se ensanchan, abridas por una invasión de pétalos de flores.
Se acurrucan en los huecos de mi armadura negra.
Aunque el daño a mi persona permanece, los zarcillos que abrazan mi mente comienzan a retroceder.

Espera ...
¿Qué soy ...?

"Este no es tu fin predestinado ..."

¿
Por
qué ... por qué ... yo alguna vez ... pelearía ... contra ...

La mano me tira hacia las grietas.

"...Rey Arturo."

...¿Esmerejón?

Ella despertó.

Jadeando. Jadeo. La bilis subió, el sudor le picaba en los ojos.

"Aquí."

Un cubo. Artoria se inclinó y vació su estómago.

Este sueño fue peor.

"Son verdes."

La voz de Saber le impidió hiperventilar.

"¿He ... tratado alguna vez ... de matarte ...?"

"Nunca."

La velocidad de su respuesta la sorprendió. Tanta seguridad, tanta tenacidad decidida.

"Todo lo que pasó en esos quince días fue resultado de la necesidad y las circunstancias", explicó. "Nunca fue su elección, ni la mía. Yo era débil. Estaba frágil. Si se me hubiera permitido una proyección más, ella se habría salvado".

En ese momento, menos hombre y más estatua de metal. Saber se inclinó hacia adelante en la silla junto a su mesita de noche, inmóvil, con las manos juntas demasiado apretadas para sentirse cómoda. Artoria deseaba poder ver ese rostro escondido detrás del casco.

Ella luchó por recuperar el aliento. Su mente se apresuró a conectar las nuevas piezas.

"¿Fue ... un asesinato por piedad ...?"

Sus nudillos se flexionaron, casi imperceptiblemente.

"Ella habría hecho lo mismo por mí".

Pero pero...!

Sin destinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora