Capítulo 28

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Se mueve un poco entre mis piernas y estoy dispuesta a recibirlo. ¿Dispuesta? Ansiosa. Tengo un nudo en el estómago, una mezcla de nervios y anticipación. ¿Y si esto es un error? ¿Si después de esto todo cambia, y se vuelve raro? ¿O pensará que podremos tener lo que teníamos y, además, sumarle el sexo? ¿Divertirse conmigo mientras busca la mujer de su vida? ¿Me importa? ¿Seguiré buscando yo también al hombre de mi vida, o...?

-Pecas -me dice, tomándome de la barbilla para que lo mire a los ojos- somos tú y yo, nada más. Siempre lo fuimos.

Su voz es profunda y baja. Con su seguridad termina de hacerme temblar por dentro.

Y mientras nos miramos a los ojos, deja un suave beso en mis labios y se desliza dentro mío.

Como si toda la vida hubiese estado programada para este momento, para este instante en el que Henry y yo nos fundimos en uno solo, su cuerpo calza en mi cuerpo con la perfección de lo predestinado. Sus movimientos comienzan acompasados, melodiosos, con un disfrute que acompaña cada arremetida de su cuerpo en el mío.

Mientras se mueve dentro mío, su boca está a milímetros de la mía. Nuestros alientos se funden en uno solo y poco a poco nuestros gemidos, apagados y apenas audibles, se mezclan en mis oídos y se pierden en el silencio de la habitación. Pongo mis manos en su nuca, y él tiene sus brazos alrededor de mi cintura, apretándome contra su cuerpo tanto cuanto puede, como si nada fuese suficiente. Afuera se escucha el viento que anticipa la tormenta de nieve y frío; adentro de nuestra habitación todo es fuego y calor. Nuestras pieles comienzan a cubrirse de una fina capa de sudor; el vello de su pecho salpicado por pequeñas gotas brillantes se vuelve un paraíso.

Él lleva sus labios a mi cuello y mueve una de sus manos, colocando su palma contra mi espalda. Me inclina hacia atrás y me recuesta sobre las sábanas. Arrodillado entre mis piernas, deja viajar sus ojos por todo mi cuerpo mientras su pecho sube y baja, agitado. Una pequeña mueca se transforma en sonrisa traviesa al terminar de mirarme.

-¿Por dónde seguiré, pecas?

Le sonrío y me muerdo los labios antes de responder.

-Por donde quieras.

Sólo alcanza a gruñir antes de inclinarse sobre mí y separar mis piernas un poco más con sus manos.

Siempre túWo Geschichten leben. Entdecke jetzt