Anexo

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Me levanto de la cama y antes de que pueda dar un paso sus brazos se enriedan en mi cintura y me obliga a acostarme nuevamente.

-¡Henry! Quiero ir al baño -protesto. Afuera ya es de día, y no hemos pegado un ojo en toda la noche. Y no es que me esté quejando, precisamente...

Se pone encima mío, y casi no puedo moverme. Sus labios bajan suavemente por mi cuello, siguiendo su recorrida por mi clavícula y el esternón. Me mira, deseoso de seguir su camino. Y yo no lo detengo, aunque realmente quiero ir al baño.

-¿Sabías... -comienza a decir mientras sus manos acarician mis pechos, y su lengua envía ondas eléctricas desde mis pezones- que eso puede ser muy placentero?

-¿Que me aguante las ganas de ir al baño y tengamos sexo?

-Ajam... -contesta sin despegar su lengua de mi pezón.

-¿Placentero para quien?

-Para ti. Digamos que... -cautiva uno de mis pezones entre sus dientes, mordiendo suavemente- sentirás todo... potenciado.

No voy a negarlo. Me excité apenas sus brazos me devolvieron a la cama. Lo siento, pero es la verdad. Así que estoy dispuesta a probar la experiencia de hacerlo con mi vejiga al borde de la explosión.

Se apoya sobre un brazo y su otra mano recorre mi cuerpo con lentitud. Me mira, en una mezcla increíble de sensualidad, picardía y excitación. Yo abro mis piernas a medida que su mano se acerca a mi cadera, y él se acomoda entre ellas.

-Dime qué quieres -susurra.

-A ti.

-No -detiene su mano sobre mí cadera- dime qué quieres.

-Quiero que me toques.

-¿Dónde?

-Aquí -llevo su mano entre mis piernas y elevo la cadera. Creo que la ansiedad y la desesperación que estoy experimentando se deben a mi vejiga.

Su dedo anular no se hace esperar, y traza círculos en mi clitoris mientras otros dos dedos se hunden en mí sin dudarlo. Gimo con fuerza, arqueando la espalda contra el colchón. Henry aprovecha la cercanía y muerde uno de mis pezones, envolviendolo con la lengua. Mis dos manos se aferran a su antebrazo, asegurándome de que no deje de hacer lo que está haciendo.

-Oh por Dios, Henry -alcanzo a decirle entre gemidos- ...te necesito. Te necesito dentro de mí.

-Amo que me lo pidas así, pecas -susurra en mi oído.

Se arrodilla entre mis piernas y se hunde de una vez, implacable y bestial, como nunca lo sentí antes. Recorro con mis ojos su pecho, cubierto de vello y sudor, y siento humedecerme aún más ante esa visión.

Siento una presión que nunca sentí antes, una excitación y una ansiedad que me desesperan. Él me mira los ojos, los labios, los pechos que se mueven con  cada una de sus estocadas. Lleva sus dedos a mi boca y los rodeo con la lengua, sintiendo en ellos mi propio sabor.

-¿Lo sientes? -me dice entre jadeos- ¿Sientes esa presión? -asiento con la cabeza y comienzo a distinguir el principio de mi orgasmo formarse en lo más profundo de mi cuerpo.

Lleva mis piernas a sus hombros y me penetra más profundo aún. Mi mano busca mi clitoris y me acaricio, extrañando sus dedos.

-Fuera... yo lo haré -me lee el pensamiento y quita mi mano. Sus dedos reemplazan los míos, acariciandome suavemente.

El orgasmo no se hace esperar. Me retuerzo, tiemblo, grito, jadeo. Me aferro a sus antebrazos y él no deja de moverse dentro mío una, y otra, y otra vez, alargando el placer que me recorre y me quiebra en mil pedazos.

Se mueve más rápido, y mientras aún siento las últimas arremetidas de mi clímax, su propio orgasmo se vuelca dentro de mí.

-Carajo -Henry se desploma sobre mi cuerpo, acunándose entre mis piernas. Me abraza por la cintura, y yo apenas puedo moverme, entre su peso y mi agotamiento. Levanto un brazo y acaricio sus rizos húmedos y descontrolados.

-Si, eso mismo -le digo. Me besa el abdomen y me mira, apoyando su mentón sobre mi vientre.

-Ahora sí, pecas -se mueve y se acuesta a mi lado- tienes todo mi permiso para ir al baño.

Siempre túWhere stories live. Discover now