Capítulo 18

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Giro la cabeza apenas abro los ojos y ahí está, boca arriba. Su mano descansa sobre su pecho mientras observa el techo. Me mira y su boca se curva en una amplia sonrisa.

-Hola -le digo, sonriendo también.

-Hola -se gira hacia mí, apoyando su cabeza sobre la palma de su mano- ¿Sabes que haces unos ruidos extraños con tu garganta cuando duermes, no?

-¿Qué? -me pongo roja con una rapidez que a mi misma me sorprende- ¿Ronco?

-¡No! -lanza una carcajada que sacude todo su cuerpo- No son ronquidos. Es algo que nunca he escuchado en mi vida.

-Bueno, bienvenido a la realidad. Así dormimos las que no somos supermodelos.

-Me gustan.

-¿Las supermodelos?

-Tus ruidos.

-Estoy segura de que las supermodelos también. En cambio, no podría decirte nada acerca de mis ruidos, porque nunca nadie me dijo nada de ellos -me pongo boca arriba y me tapo con el edredón hasta el cuello.

-Me acostumbraré a ellos -se pone boca arriba también.

-¿Te acostumbrarás? 

-No creerás que dormirás otra vez en esa cama para niños.

-Puedo dormir en el sofá...

-¿Tanto te molesta dormir conmigo que dormirías en el sofá? -me mira, sonriéndose, pero levantando una ceja.

-No, no me molesta...

 -No quiero que estés incómoda, ya sea por dormir en una cama pequeña, por dormir en un sofá demasiado duro o por dormir conmigo -vuelve a girarse hacia mí, y se acomoda de costado para mirarme- Si quieres dormir sola, mi cama es toda tuya; no tengo problemas en volver a dormir al sofá. Pero tú dormirás aquí.

-De acuerdo -me quedo ennsilencio unos segundos- No es para darle tanta importancia de todas maneras... -me encojo de hombros y resoplo- Hemos hecho cosas más íntimas que dormir juntos.

-¿Como cuáles?

-Todas. Todo lo que hacemos está cargado de gran intimidad -me giro y me pongo boca abajo, abrazando la almohada- Yo soy poco demostrativa con todo el mundo, y sin embargo tú eres extremadamente afectuoso conmigo. Te gusta abrazarme, y tocarme, y darme besos. Eso es íntimo. 

-Puede ser... -se aclara la garganta.

-Nuestras charlas, nuestros momentos de silencio. Creo que no todo el mundo puede tener la intimidad que tenemos nosotros y sentirse a gusto, y es lindo poder compartirlo -estiro mi brazo y marco el perfil perfecto de su nariz con mi dedo índice.

-Es verdad -me mira a los ojos y levanta una ceja, observándome pensativo. Parece que quisiera decirme algo, pero aprieta los labios y se levanta de la cama- ¿Traigo el desayuno?

No le respondo, sólo sonrío y lo veo irse por la puerta con sus pantalones holgados colgando perfectamente de sus caderas, y su camiseta blanca ajustándose en su espalda.

Pateo el edredón para destaparme y me estiro a más no poder sobre el colchón. Tengo la sonrisa congelada en la cara y me siento feliz. Me levanto de un salto y miro por la ventana. La tormenta de nieve parece no ceder, y se ve poco más allá de nuestra casa. Las montañas a lo lejos desaparecieron bajo la cortina de copos blancos que cae sin parar. Camino descalza hasta el baño, me lavo los dientes y me recojo el cabello en una coleta. Mis coletas siempre quedan muy pequeñas y graciosas, porque mi cabello es corto y enrulado, pero por lo menos me veo prolija y no como un espanta pájaros que acaba de levantarse.

Me miro al espejo. Tengo una camiseta blanca enorme y unos shorts, y pienso que no son para nada sexys. "Debí haber traído otra cosa", pienso mientras me miro por delante y por detrás. Me detengo. Un momento, ¿por qué quiero verme sexy? ¿Es porque voy a dormir con Henry? ¿Qué mierda estás pensando, Laura? Nunca quise gustarle a Henry, ¿por que habría de quererlo ahora? Mis mejillas se ponen rojas y me tapo la boca, asombrada. "Debe ser el aislamiento", pienso para mí misma. A cualquier mujer que esté atascada en una casa con un hombre medianamente atractivo, se le pueden cruzar pensamientos que no tuvo antes. Sumémosle que Henry es extremadamente atractivo. Es lógico y perfectamente sano pensar que yo también quiero verme atractiva, ¿no es así? "Sí, es totalmente así" me respondo para mí misma, convenciéndome pero sin creerlo del todo. "No confío en ti, te estaré vigilando", le digo a mi reflejo mientras me lavo las manos.

Me reprendo por estar pensando en Henry de otra manera que no sea la manera en la que me he obligado a pensar durante años. Porque, a decir verdad, me he obligado a pensar en él como en alguien totalmente asexuado: como un amigo (mi mejor amigo), y como un hombre que no sólo está fuera de mi alcance, sino que además deseo que esté fuera de mi alcance. Y es irónico, porque quiero quitarle el sex appeal a la persona con más sex appeal que he conocido en mi vida.

Si tuviera una mínima posibilidad con Henry, me sentiría desmayar segundo a segundo a su lado. Henry es demasiado para mí. Y por eso disfruto de su compañía y de  su amistad, sabiendo que puedo relajarme, recibir su cariño y ser yo misma sin estar pensando "que pasaría si alguno de los dos...".

Escucho que entra en la habitación y salgo del baño. Deja una bandeja en la cama y me mira de arriba a abajo.

-Pecas, ven a desayunar.

Me siento en el colchón con las piernas cruzadas y él hace lo mismo frente a mí. Preparó mi café con leche, algunas tostadas, dulce y frutas, y comenzamos a desayunar en silencio.

-Hoy prepararé un pastel. ¿Quieres ayudarme? -le digo entusiasmada.

-¿Pastel?

-Sí, pastel.

-¿Hay alguna ocasión especial que deba saber?

-Siempre es una buena ocasión para preparar un pastel.

-Tienes mucha razón.

-No podemos hacer mucho más que cocinar y comer aquí adentro -le digo, mordiendo una tostada.

-Bueno... -se detiene pensativo- mmm... vi algunos juegos de mesa en uno de los estantes del living.

-¿En serio? Eso es genial. Podemos jugar por dinero -le lanzo una mirada desafiante, y se ríe.

-Podemos hacerlo más interesante.

-¿Qué tienes en mente?

-Podemos jugar por desafíos.

-¿Prendas?

-Algo así. Algo como verdad o consecuencia. ¿Qué dices?

-Deberíamos elaborarlo mejor, pero me gusta.

-A mi también -levanta su taza de café negro y bebe.

-No para de nevar. El camino está cubierto otra vez.

-Lo ví. Saldré a despejarlo cuando la tormenta se detenga un poco.

-No me molestaría quedarme varada aquí contigo -mientras lo digo miro por la ventana. No soy buena para demostrar lo que siento y lo digo como quien dice cualquier cosa al pasar.

-¿En serio?

-En serio -lo miro y sus mejillas están sonrosadas. Henry es de lo más tierno que existe- No podría quedarme encerrada con nadie más.

Estira su mano y acaricia mi mejilla. Su pulgar traza pequeños círculos sobre mi piel. Lo miro a los ojos. Sus pupilas observan las mías.

-Aquí va, otro momento de intimidad. ¿Te das cuenta? No es gran cosa dormir juntos -me aclaro la garganta, y él parece volver a la realidad de la que se había escapado por un momento. Soy buena para romper climas.


Siempre túWhere stories live. Discover now