#17 Memoriae 3/3

2 0 0
                                    

Su corazón estaba roto y su olor era desagradable, aun así aquella hermosa princesa no se alejó de él, solo le consoló, una y otra vez y a pesar de estar a punto de desposarla le hablaba adolorido de su historia con Miriam y ella le escuchaba.

–Vaya mierda de esposo te tocó.

–Su alteza, no diga eso. Será un buen esposo y un gran monarca.

–Anaela, mírame, se supone que tendremos un cachorro y nos casaremos. Y yo estoy aquí hablándote de otra mujer. –ella se miró el vientre

–Yo confío en la decisión que tomes. –dijo volteando a verlo

Él la miró para luego abrazarla, estaba asustado y quería a alguien a su lado, lamentaba que no fuese Miriam, pero sabía que Anaela era una mejor opción para sí mismo y para su pueblo. Anaela solo correspondió gustosa al abrazo, entendía que el príncipe la quería bastante lastimosamente no la amaba, no como a la chica que minutos atrás había interrumpido su plática con su mejor amigo, Adiel debía de estar haciendo lo mismo que ella en estos momentos, pensó. Lastimosamente no se equivocaba

En el momento en que el príncipe Rafael decidió correr a la habitación de Miriam, Anaela solo lo despidió. Su lobo gruñó, no estaba seguro de que fuera esa la mejor decisión pero quería ver a su humana contenta y la princesa era feliz haciendo feliz al hombre que sería su esposo.

El hombre se detuvo al ver a Adiel caminar lento y con alguien en brazos, pensó que alguien estaba lastimado y se detuvo a ayudar y ofrecer su amistad al confidente de Anaela, sin embargo, su corazón se detuvo. Su lobo gruñó, enojado, para después aullar adolorido, su hermosa novia, su amor imposible, la causa de su rebeldía ante su padre. ¿Cómo podía cambiarlo a él por un elemental? La chica estaba sujetada a su pecho, asustada como si solo fuera un pequeño cachorro, eso le hizo hervir la sangre. ¿Por qué confiaba tanto en él?

Se alejó esa noche del castillo, de su padre, de su pueblo, del trono, de la dolorosa escena en su mente y dejó que su lobo saliera. Se dejó ir lo más lejos que pudo, sin embargo, sabía bien que jamás escaparía de su mayor enemigo, su mente le torturó a cada paso...

♤◇♤◇♤

–¡Felicidades! –escuchó a su padre decir

El solo agradeció y sonrió, tomó a su ahora esposa saliendo del salón de fiestas y camino escoltado por sus guardias hasta su alcoba. No debía de ser un día triste y lo sabía, pero su corazón se derrumbó al ver a Miriam junto a Adiel. La quería cómo esposa, pero esa mujer no era buena para él, ella solo estaba interesada en su humanidad y nunca había prestado atención al lobo, siempre le menospreció por ser un alfa.

Esa noche se volvió a entregar a Anaela, y como no hacerlo, si era ella la única mujer que si lo hacía sentir completo e importante, nunca le hubiera dejado entrar de la nada a su vida, no le gustaba ser como sus primos que tenían una chica distinta cada noche.

Ella y Miriam eran y serían siempre las únicas mujeres en su corazón, él lo sabía, al menos hasta ese momento eran ellas y su cachorro lo que ocupaba su mente, pero pronto le esperaban más golpes y más pruebas en su vida.

◇♤◇♤◇♤

–¡Qué viva eternamente Ikonia y el rey sobre su trono! ¡Qué viva el rey Rafael! –su pueblo entero le gritaba a una sola voz

Su mujer, se aferraba a su brazo. Jamás la había visto tan nerviosa, era subir al trono lo que le aterraba más que nada, tener que responder ante todo un pueblo era una gran responsabilidad, él la entendía ya que también le aterraba.

–Ikonia vivirá por siempre. ¡Y la sangre de los enemigos servirá de advertencia a quienes intenten retarla! –gritos del pueblo se hicieron presentes y los reyes agradecieron al pueblo para adentrarse nuevamente al palacio

–Reina Anaela, rey Rafael, –dijo el elemental dando una reverencia– es una bendición para todos tener monarcas como ustedes.

–Gracias hermano, –ella lo abrazó– Ikonia y este castillo siempre estará para ti.

–Adiel. –dijo el rey mirando a sus ojos–¿Por cuánto te irás?

–Su alteza, lamento no haberle informado antes, Miriam y yo vamos a contraer matrimonio. –Rafael sintió su vida miserable, era rey, pero perdería por completo a Miriam–Así que nos iremos a las afueras del pueblo a una de las cabañas cerca del río.

–Anaela, nos disculpas. –la reina miró asustada, pero no tuvo más remedio que despedirse y alejarse–Adiel, espero no volver a verte cerca de mi palacio, jamás.

◇♤◇♤◇

Después de la boda no había sabido nada de su adorada Miriam, sin embargo, a su amada esposa le llegaría la noticia que lo haría morir de nuevo, Miriam estaba en cinta. ¿Cómo había hecho ella para olvidarlo? Él estaba muriendo todos los días por vivir enamorado de dos grandes y valientes alfas, ella se había casado y ahora estaba embarazada.

Una hija, Evenus era el nombre de ésta, pidió al cielo que no la dejara vivir más, que se consumiera en la noche, que la tierra se la tragara, pero cuando lo hacía se sentía más miserable, sabía bien que esa niña hubiese podido ser suya. Se había enterado por las cartas de Adiel a su esposa, aquella que le tomaba de los hombros mientras le abrazaba y soltaba hormonas para calmarlo, ella entendía el dolor de su esposo y lo ayudó lentamente a aplacarlo. Sin pensar que el día de mañana esté iba a renacer con mucha más fuerza.

◇♤◇♤◇

–Te he dicho que no quería verte de nuevo. ¿Por qué has vuelto?

El rey estaba molesto, aquel elemental era el esposo de su, tan adorada, Miriam y a pesar, de advertirle que se alejara del castillo este había vuelto y quería hablar con él.

–Rafael, sabes que no estaría aquí de no ser completamente necesario. –anunció Adiel

–No obtendrás nada de mí, quiero que te vayas. Tampoco permitiré a mi esposa darte nada. –el rey no le quería escuchar

–Rafael escúchame, te lo pido. Es sobre Miriam. –su corazón dio un vuelco, pero permaneció orgulloso

–Los problemas en tu matrimonio no son mis problemas. Ahora no lo repetiré. ¡Vete de mi casa! –amenazó enojado

–¡No puedo! ¿Qué no lo entiendes? No puedo volver allá.

–¡Que te largues! –le exigió

–¡Ella está muerta! ¿Lo entiendes? Me dejó, nos dejó. Mi hija y yo estamos solos ahora.

El rey cayó sentado en la silla del escritorio, su mundo se detuvo y su pecho empezó a arder, unas cuantas lágrimas salieron de sus ojos pero no de permitió llorar frente al elemental.

–Por favor, no me hagas volver a casa. Danos esperanza de poder superarlo, no dejes que mi hija vuelva a ese lugar. No lo hagas por nosotros, hazlo por Miriam. –el elemental lloraba abiertamente

–Por Miriam. –contestó el rey

Esa misma tarde los miró avanzar por las puertas del palacio y se odió por no haber evitado esa tragedia, odió a Adiel por alejar a la mujer de él solo para dejarla morir y odió a la pequeña de ojos verdes con todas sus fuerzas.


Elemento OmegaWhere stories live. Discover now