Capítulo Diecinueve: Recuerdos y sentimientos

500 51 2
                                    

La pequeña de cabello rosado miraba a la mujer con los ojos anegados en lágrimas. Su pequeña boca lucía un adorable puchero, cuando tomó con su pequeña mano el dedo índice de la mujer.

—¿Y papá? ¿No puede venir a buscarme tampoco él? Dijo que íbamos a ver las estrellas está noche.

Carol, la directora del orfanato, apretó los labios al escuchar a la pequeña Dianora. La niña no se había apartado de ella desde el momento en el que la madre la dejó ahí —lo que fue hace horas—. En todo ese tiempo, la niña de cinco años no había dejado de preguntarle cuándo iba a volver su madre. Mantuvo la mentira de que pronto hasta la hora del almuerzo, dónde por fin le contó a la niña que su madre no podría venir a buscarla.

Dianora se había mantenido callada hasta ese momento, la hora de dormir.

—No, Dianora —dijo con suavidad. Acarició sus suaves y largos cabellos antes de irse, dejándola sola en una habitación con cinco niñas más a las que no conocía de nada. Dianora se quedó ahí, sentada a la orilla de su nueva cama, sin saber qué hacer. Ya estaba lista para dormir, con un pijama amarillo que su madre le había comprado hace tiempo y que le quedaba un poco corto. No quería dormir en ese lugar. Quería a su madre.

Las lágrimas volvieron a sus ojos.

—¿Tienes miedo? —Una niña de cabello azul y que parecía menor que ella se encontraba sentada sobre la cama junto a la suya.

Dianora asintió, no queriendo pronunciar palabras.

—Yo también tenía miedo al plincipio. —admitió la niña, con una clara dificultad al decir la r, cambiándola por una l. Al no recibir respuesta, bajó de su cama con un poco de dificultad y se acercó hasta la de la niña nueva.

—¿Sabes cómo dejé de tenelo? —susurró la pequeña, como si fuera un secreto y quisiera que nadie más supiera.

Aún encontrá de todo, Dianora no pudo contener su curiosidad.

—¿Cómo? —susurró por igual.

La niña de cuatro años se acercó un poco más.

—Pol mi helmano. —Le dedicó una gran sonrisa, soltando la respuesta como la mejor solución del mundo.

—¿Hermano? —Dianora estaba confundida.

—Sip —asintió, subiéndose a la cama de la mayor y acostándose en ella—. Dejalon que estuviela conmigo y no tuve miedo.

Dianora lo pensó por un momento y decidió que era una buena solución, pero lo malo era que no tenía un hermano como la niña acostada en su cama.

—¿Puede también estar conmigo? —Le preguntó, queriendo tener su permiso, ya que era su hermano.

La niña de cuatro años no dijo nada por unos segundos, manteniendo la mirada en el techo, poniendo ansiosa a Dianora.

—¡Claro! —exclamó de pronto, sorprendiendo a Dianora. Se incorporó de la cama y se sentó junto a ella—. Soy Celia, ¿cómo te llamas?

—Di-a-no-ra —dijo, separando cada sílaba como su madre le enseñó para decir su nombre.

—Dia... Diano... —Celia intentó pronunciar su nombre. Cuando se dio por vencida, resoplo y dijo:—Te llamaré Didi.

En ese momento, la puerta fue abierta y una de las cuidadoras asomó la cabeza, anunciando que ya era hora de apagar las luces. Antes de que pudiera irse, Celia se bajó de un salto de la cama, soltando un grito que sobresaltó a la cuidadora y la hizo detenerse

𝐃𝐄𝐂𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍 • 𝑱𝒖𝒅𝒆 𝑺𝒉𝒂𝒓𝒑Where stories live. Discover now