Capítulo Veintinueve: Desconocido

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—Era alto. Cabello oscuro y ojos del mismo color —comenzó a describir al hombre que intentó llevarla aproximadamente una hora antes. Tres personas la acompañaban en su habitación en ese momento: Gregory, que con el enojo y la preocupación reflejados en su rostro en intervalos momentos, la interrogaba por lo ocurrido; Jude, que la miraba con seriedad desde el momento que lo convenció para traerla a su casa; y el doctor, a quién su cuidador mandó a llamar en cuanto se le informó de la situación en la que Dianora se encontraba. Era el mismo hombre de por lo menos cincuenta años que la había estado atendiendo todas la veces que se encontró de visita en el hospital.

—¿No recuerdas nada más? —cuestionó Gregory después de ver que su silencio era porque no tenía nada más que decir sobre su atacante.

Dianora suspiró.

Lo hacía, solo que no era buena describiendo a una persona.

Pero intentó hacerlo lo mejor que pudo.

—Tenía un acento extraño y una sonrisa amable. También una mancha morada aquí —señaló su muñeca, donde los doctores siempre ponían sus dedos para sentir el pulso. Sabía sobre la mancha porque era con esa mano que le intentó tapar la boca reiteradas veces para que dejara de gritar, solo que ella se defendió con mordiscos ante eso.

El silencio volvió a la habitación. Sabía que estaban molestos con ella por no haber aceptado ir a un hospital, dónde recibiría mejor atención médica a sus heridas internas. Lo que ellos no entendían, a pesar de haberlo mencionado muchas veces, es que podían entrar ahí y llevársela sin ningún problema. Ahí, por lo menos, tenía a Gregory.

—Dianora, ¿Sabes su nombre? —Fue Jude quien hizo la pregunta que había estado esperando desde el momento en que entró a la casa y se encontró con Gregory hablando por teléfono.

Lo miró a los ojos.

—No lo sé —fue sincera—, pero el que está detrás de su intento por llevarme, todos lo conocemos.

Sin decir una palabra, Gregory salió de la habitación. Sus pies golpeando con fuerza el suelo, revelaban lo furioso que estaba. El doctor siguió su ejemplo, pero con más calma y despidiéndose con una leve reverencia, aclarando que debía de mantenerse en cama hasta nuevo aviso, a lo que Dianora compuso una mueca de disgusto.

Terminaron por quedarse solos y eso la hizo sentir incómoda. Ella no había querido tener que verlo en esa situación. Ella había querido plantarse frente a él en el entrenamiento de esa tarde y decirle con seguridad: «También me gustas». Hubiera querido decirle que quería que fueran algo más que amigos.

Jude se acercó a su cama sin pronunciar palabras y se sentó a la orilla de sus pies, donde Dianora contempló por corto tiempo su espalda, hasta que se giró a ella con decisión.

—Debí haber dejado la vergüenza atrás —empezó con palabras que sorprendieron a Dianora—, e ido a buscarte como lo he estado haciendo todo este tiempo. No hubiera pasado nada.

—Tal vez fuera así —respondió Dianora, al ver lo decepcionado de sí mismo que estaba—, tal vez no.

Se incorporó hasta sentarse en la cama, llamando la atención de Jude, quién se alarmó al pensar que quisiera levantarse para acercarse a él y decidió sentarse a su lado.

—Jude —dijo ella, antes de que el otro tuviera intención de regañarla—, no sabes lo que pudo haber pasado si hubiera sido de otro modo, por lo que te pido que lo dejes estar y te concentres en el partido que tienes para mañana.

Jude mantuvo el silencio, sorprendido por lo madura que sonaron sus palabras.

Sonrió.

—No te decepcionaré. Lo prometo.

***

Al día siguiente, Jude llegó a casa de Gregory para visitar a Dianora. Ella le había pedido que llegará antes del partido, queriendo tener una conversación seria con él.

Golpeó su puño contra la puerta tres veces y esperó, impaciente al no poder descubrir por sí mismo lo que quería decirle.

Pero no recibió respuesta.

Volvió a golpear tres veces seguidas, está vez con más fuerza, lo que provocó que su mano doliera un poco.

En el interior se escuchó a alguien gritar algo que no llegó a entender, le siguieron pisadas que bajaban la escalera corriendo.

La puerta se abrió mostrando a un agitado Gregory, que lo miraba rojo por el enojo y la frustración que sentía en esos momentos.

—Entra y haz que cambie de opinión. ¡Estoy harto! —exclamó dándole la espalda y adentrándose donde se encontraba la cocina— ¡No puedo con adolescentes testarudas!

Jude frunció el ceño, confundido mientras veía al detective desaparecer en el interior de la cocina. Después, dirigió su mirada escaleras arriba.

Cerró la puerta tras de sí y se dirigió al segundo piso con un poco de duda.

Al llegar a la habitación de la única chica viviendo en esa casa, se encontró con la sorpresa de que la aludida se estaba arreglando su largo cabello rosado frente al espejo de su tocador. Parada ahí, como si el día anterior no hubiera estado a punto de dejar de moverse para siempre.

Supo de inmediato lo que estaba pasando.

Dianora no había querido tener una charla seria, como le había hecho creer. No, ella había tenido el plan de usarlo como transporte para ir al partido.

—Dianora —llamó su atención.

—Llegaste —dijo ella, mirándolo con esos grandes orbes avellanas a través de su reflejo, dedicándole una sonrisa encantadora e inocente que hizo a su corazón sobresaltarse en su pecho.

Dianora sabía que él lo había entendido.

—No creo... —empezó a intentar hacerla entrar en razón, pero la chica —tan terca como siempre ha sido—, lo interrumpió.

—El partido empezará pronto, quiero ver a los chicos antes —dijo caminando hacia la puerta, donde Jude todavía se encontraba parado.

Fue cuando pudo notar la forma renca en la que caminaba.

—Dianora...

—Estoy bien, Jude.

Salió de la habitación, dejándolo con las palabras en la boca. No tuvo las fuerzas de rodearla con sus brazos y detenerla.

Suspiró.

Él sabía que no se detendría hasta poder estar presente en ese partido.

Esperaba, también, que ella supiera que no iba a permitir que se moviera demasiado.

Corrió por el pasillo hasta las escaleras, donde Dianora se encontraba agarrada con ambas manos del barandal y bajaba un escalón con una mueca de dolor.

En cuanto lo escuchó acercarse, se puso recta y compuso una expresión serena.

—Deja que te llevé.

Antes de que pudiera darle una negativa, la levantó en brazos.

—Yo puedo hacerlo —protestó la chica, frunciendo el ceño.

Sus labios se alzaron hasta formar una sonrisa.

—Deja de fingir, cariño.

Dianora contuvo la respiración al escuchar esa palabra cariñosa. Sus mejillas enrojecieron y no pudo contradecir sus palabras.

—Promete que harás lo que te diga.

Lo miró. Él mantenía la suya al frente, serio.

No estaba segura de que fuera algo que aceptará en el momento de recibir la orden, pero sabía que Jude necesitaba un poco de seguridad al dejarla ir con él. Después de todo, ella ni siquiera le preguntó por su opinión, solo estaba segura de que debía estar ahí ese día.

—Lo prometo.

𝐃𝐄𝐂𝐈𝐒𝐈𝐎𝐍 • 𝑱𝒖𝒅𝒆 𝑺𝒉𝒂𝒓𝒑Where stories live. Discover now