Un día juntos

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Sakusa sintió un peso sobre su pecho que no conocía... Algo cerca de su nariz le dio ganas de estornudar...
Así fue como despertó automáticamente exaltado, se encontró abrazando al rubio.
Se asustó tanto por aquel hecho que su reacción fue aventarlo.
Sonó un golpe sordo ¡PUM!
— Ay... Buenos días también, Omi-kun... – se quejó Atsumu sobándose la cabeza en el piso.
Sakusa se apresuró a aquella orilla de la cama viendo con ojos de disculpa a Atsumu.
— Perdón... Me espanté... – dijo el pelinegro.
— Lo noté... – fue lo único que contestó Atsumu mientras se paraba con dolor.
— Déjame compensartelo... – pidió Sakusa con pena.
Atsumu asintió emocionado.
— Pero primero ayudame a hacer la cama – añadió el pelinegro.
Fue entonces que la cara de Atsumu cambió a una mueca.
— ¿Qué significa "hacer la cama" para ti? – preguntó con miedo.
Sakusa solo sonrió.
Efectivamente aquel era un ritual largo como siempre que limpiaba algo.
Quitó las sábanas, colchas y las fundas de las almohadas. Las puso todas en la ropa sucia, luego comenzó a aspirar cada rincón de la cama.
De acuerdo con el pelinegro así quitaba diario los ácaros que se presentaban en el colchón y las almohadas.
Después de eso finalmente puso un nuevo juego de todo.
Ahora que habían terminado Sakusa se dispuso a hacer el desayuno para ambos.
— Esto va a ser un poco diferente debido a mi dieta pero será rico – dijo el pelinegro sonriendo.
Para comenzar les picó fruta con yogurt natural descremado y hojuelas de avena.
Atsumu lo comió con mucho gusto, a eso sí estaba acostumbrado.
No dijeron mucho mientras comían, nadie quería hablar sobre lo pasado el día anterior.
— Bien... Ahora haré el almuerzo. A esto si no creo que estés acostumbrado, pero espero que te guste – dijo Sakusa.
Cocinó pescado con diferentes especias y lo acompañó con muchas verduras y lo sirvió en un plato para ellos.
Atsumu lo probó con curiosidad.
— Sabe muy bien, pero siento que le falta algo... – admitió.
Sakusa rió un poco.
— Le falta sal, no tiene nada... – explicó el pelinegro comiendo un trozo del pescado.
—¡¿Eh?! ¿Cómo es que sabe tan bien? – preguntó Atsumu.
— Tuve que aprender a usar otras especias para que supiera bien. No puedo comer sal, nada crudo, nada frito, nada dulce, poca carne roja, lavar todo... La lista sigue y sigue – siguió explicando Sakusa.
— Pues no está nada mal, Omi-kun – dijo sonriendo.
Fue hasta después de comer que Atsumu se dio cuenta de la hora.
— Seguramente mi hermano no tarda en hablarme... – se quejó amargamente — No le contesté ayer... Probablemente me grite –
— ¿Tienes un hermano? – preguntó Sakusa
— Peor aún... Es mi gemelo – contestó poniendo los ojos en blanco.
Y como si lo hubiera invocado sonó su celular.
Contestó poniendo el celular en alta voz.
— ¡Idiota! ¿Ahora sí te molestas en contestar? – gritó Osamu.
— Oy... Samu... Vamos, no tuve un buen día ayer. No merezco un regaño – se quejó el rubio.
— Si claro... Eres un idiota Tsumu... ¿Al menos no te desperté hoy? – preguntó su hermano aún enojado.
— No, ya estaba despierto... Digamos que hoy desperté de una forma muy peculiar... – contestó Atsumu viendo a Sakusa, quién se sonrojó bastante.
— ¿Comiste? – siguió su hermano omitiendo los comentarios del rubio.
— Justo terminé de comer algo que seguramente te mueres de envidia y jamás podrás probar – se burló Atsumu.
— Idiota... Supongo que entonces estás bien si sigues siendo el mismo idiota de siempre – terminó de decir Osamu y colgó.
Atsumu rió.
— Su voz se parece a la tuya... Pero se nota más serio – comentó Sakusa.
— Um – dijo de forma afirmativa — Osamu siempre me dejó muy claro que no quiere ser como yo –
El pelinegro no dijo nada al respecto, supuso que era mejor omitir el comentario.
— ¿Quieres ver una película? – preguntó para cambiar de tema.
Atsumu asintió emocionado.
Al final Sakusa había elegido una película de amor, el rubio solo había aceptado al ver la emoción que le causaba al pelinegro.
Habían preparado palomitas naturales sin sal, Sakusa les había puesto una especie de palita para servirse en un plato a parte.
— Tenerte cerca ya es demasiado... No pienso agarrar palomitas sabiendo que tus manos tocaron tu boca antes de que agarraras más – había sido la excusa del pelinegro.
Pero Atsumu estaba empeñado en concederle lo que quisiera a Sakusa.
Lo miró mientras veía la película, los ojos del pelinegro brillaban con esperanza y se sonrojaba con cada escena romántica, así como sonreía de vez en cuando.
— Desde ayer me miras fijamente... – lo acusó Sakusa.
— Durante los dos meses juntos... Nunca vi tantas expresiones en ti... Solo estabas serio pero desde ayer he visto preocupación, sorpresa, felicidad, añoranza... Tienes una sonrisa muy linda, ¿sabes? – confesó Atsumu.
El pelinegro solo se sonrojó.
— No digas tonterías... – dijo finalmente.
— Es verdad – contestó el rubio y estiró la mano para apartar uno de los rizos que caían en la cara de Sakusa.
— No... No te acerques tanto... – pidió como excusa para que su corazón dejara de ir tan rápido.
Atsumu sonrió, sabía que realmente no le molestaba.
— Perdón... – contestó aún así volviendo a sus palomitas.
Si lo pensaba bien... Había probabilidades de que gustara de aquel chico.
Pero seguía sin saber que era lo que quería hacer al respecto.
Por el miembro decidió que quería disfrutar de la compañía de Sakusa Kiyoomi.

Mientras tu corazón siga latiendo ~FinalizadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora