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Un día más tarde parecía todo estar más tranquilo, aunque era mentira. Nada estaba en orden, ni controlado. Supe que la policía había detenido a Matthew como presunto autor de homicidios, era increíble pensar que él era el responsable de tal atrocidad. 

Intenté dejar de pensar en eso, no sentirme culpable, ni mucho menos triste por él. Según lo que nos comunicaron Matthew aceptó los cargos, y procesarían su caso dentro de un tiempo.

— ¿No crees que deberíamos hablar con él? —le pregunté a Timothée, estábamos en la cocina, dentro de poco desayunaríamos. Sin embargo no podía dormir y él había decidido hacerme compañía.

— ¿Con quién? ¿Matthew? —preguntó sentándose a mi lado, estaba tomando agua desde un vaso que se había servido—. No sé si será una buena idea.

—Necesito que él me lo diga, que de verdad lo hizo y por qué—suspiré—, supongo que necesito entenderlo para estar tranquila, de una vez por todas.

—Está bajo custodia policial—me recordó—, debes conseguir algún permiso.

—Lo haré—asentí—, me parece irreal pero sé que es real. ¿Tiene sentido alguno?

Me detalló con la mirada, pensativo. Se acercó lentamente.

—Si Liz, lo tiene. Y está bien cada quien sobrelleva las cosas a la manera que puede—mojó sus labios con su lengua, para luego depositar un beso en mi frente—. Lo harás cuando sea el momento, y estará bien, pero ahora deberías distraerte, ¿quieres hacer un pícnic? Podemos llevar a Arthur y Harry, mi madre siempre dice que hay que darle herramientas a los niños para que olviden su tristeza.

Sonreí ante la idea, un pícnic con los tres hombres que más quería. Y oír sobre la madre del rizado me provocaba cada vez más ganas de conocerla, sonaba tan inteligente, tan buena, tan parecida a él.

—Quizás nos haga bien, podemos pedirle a Luisa que prepare la comida cuando se despierte—le sugerí y el asintió. Quizás no todo saldría mal, aún había cosas buenas en mi vida.

—Me parece perfecto—pasó su brazo por mis hombros atrayéndome a él. Lo observé, su pelo estaba perfectamente peinado pero a la vez desordenado, sus rizos castaños caían en su frente decorando sus ojos verdes. Estaba apretando los dientes, lo que provocaba que su mandibula se marque aún más. No podía dejar de verle porque estaba embelesada.

—Tú eres perfecto—susurré, me dio vergüenza oírme decir algo así pero era verdad, Timothée no tenía imperfecciones ante mis ojos. En los últimos meses no había hecho nada más que hacerme sentir bien, que enseñarme que era el significado de la palabra amor, me transmitía seguridad y estaba en cada ocasión que necesitaba.

—No lo soy—río, miré su rostro, lucía un poco sonrojado.

—Si lo eres para mi—sonreí más grande. Acercó su rostro al mío para depositar un beso en mis labios.

—Te quiero—susurró.

—Yo te quiero más.

—Eso es imposible—mumuró en mi oído provocandome un escalofrío—. Descansa hasta que Luisa se despierte, te hará sentir mejor.

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— ¿Puedo comer uno de los bollos? —Harry extendía su brazo hacia mi, había traído la comida en una pequeña bolsa. Había sándwiches, bollos de pan, queso y trozos de carne. También una tarta y alguna que otra fruta. Eran los alimentos esenciales para un pícnic al aire libre.

Arthur estaba sentado debajo de un árbol, leyendo un libro. Intentaba distraerse, le conocía tanto que sabía que estaba igual de preocupado que yo. Mientras que el más pequeño entendía la situación pero no entendía del todo las dimensiones de la misma, no sabía exactamente que sucedía con Matthew, desconocía que él era el culpable de la muerte de nuestro padre. Mi tía nos dijo que sería mejor decirle en un tiempo, para que no se sintiera tan mal ya que muchas cosas sucedían en ese entonces.

𝐄𝐋 𝐇𝐔𝐄𝐒𝐏𝐄𝐃 || timothée chalametWhere stories live. Discover now