Capítulo 2

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Feyre

Fui hasta la sala contigua, justo donde Rhys y Cassian contemplaban a la muchacha a través del espejo. A pesar de la fortaleza que había demostrado al enfrentarme, estaba devastada.

—¿Lucien tiene hermanas? —preguntó Cassian.

—No, solo tiene hermanos —respondió Rhysand con seguridad.

—No lo entiendo, también sabe quién es Tamlin o quién eres tú —dije confundida colocándome a su lado.

Rhys ladeó la cabeza mirándola fijamente. La chica no se había movido del sitio en el que se había quedado. Me daba lástima en cierto sentido. Parecía una niña, pero en sus ojos había visto algo arcano y un profundo sufrimiento, algo desesperado en su forma de pronunciar el nombre de mi amigo.

Mi compañero me dio la mano al detectar mi incomodidad. A través del lazo me dijo: Todo saldrá bien. Y yo asentí levemente. Miró a Cassian con sus ojos de alto lord de repente y justo entonces dijo:

—Debemos contactar con Lucien. Hay que averiguar la identidad de esta chica y conocer su relación con Primavera en caso de que pueda ser un potencial peligro.

—Quizá fuera otra de las chicas a las Tamlin engañó para romper el maleficio —dijo Cassian a modo de hipótesis.

—Imposible, has visto cómo se ha curado a sí misma. Esta chica es fae.

Me quedé callada. Engañada, eso es lo que me había ocurrido y no me había dado cuenta. Rhys pasó me estrechó contra él con ternura y entonces dije:

—Yo me encargo de escribir a Lucien.



Arien

De verdad me trajeron un baño, con agua caliente y todo. Una pareja de lo que me dio la impresión de ser fantasmas de mujeres me soltaron de los grilletes y me quitaron la ropa rota y sucia que llevaba puesta. ¿Hacía cuánto había salido de casa ya? ¿Cómo había enfurecido a los dioses para que me devolvieran a ese lugar? ¿Por qué siempre se enfurecían conmigo?

Me metí en la bañera llena de agua y me frotaron la piel con fuerza para sacar toda la mugre. Debajo de mis uñas, peinaron mi pelo hasta que volvió a ser liso limpiaron mi rostro hasta que se volvieron a ver las pecas que cubría la suciedad. Al salir, el agua de la bañera ya no era tan clara como antes, pero mi piel sí.

Me vistieron con una túnica que se ceñía a la cintura con una suave tela opaca, pero su caída era transparente y brillaba como un manto de estrellas. Los pantalones eran estrechos y ligeros, ajustándose a mis piernas. Nada más hacer eso, me volvieron a poner los grilletes sin decir una sola palabra en todo el proceso y empezaron a trenzarme el cabello dejando al descubierto mis orejas puntiagudas.

—Una princesa encarcelada.

Giré la cabeza, aunque aquellos fantasmas no hubiesen terminado su labor y descubrí a un hombre alto, de piel tostada, cabello negro y sumamente brillante, con los ojos violáceos. La descripción perfecta que una vez Tamlin me había hecho del que era el alto lord de la Corte Noche.

Lo miré con severidad. Recordaba cada una de las horribles historias que me habían contado sobre él. Que me hubiera regalado un poco de ropa que era necesaria y que hubiese arreglado un poco mi terrible aspecto no lo hacía mejor persona.

El alto lord también entornó los ojos al ver que no respondía y entonces le hizo un gesto a las dos fantasmas para que salieran nada más atarme la última trenza que caía sobre mi pelo. Volví a mirar el espejo. Estaba preciosa y me sonreí un poco a mí misma.

—Hemos mandado llamar a Lucien —dijo Rhysand y alcé la mirada hacia él—. No sé la importancia que tiene para ti ni lo que pretendes con una conversación ni lo que sabes de Prythian ni el lugar del que vienes. Por eso te estamos encadenando, ¿lo entiendes?

—Eso es lo que hacéis en la Corte Noche: encadenáis y después confiáis, ¿no?

—Podría haber sido distinto... pero has preguntado por Primavera. Y es evidente que has estado fuera durante mucho tiempo. La Corte Primavera se llevó la peor parte en la última guerra, la que fue hace unos pocos meses. Tamlin dejó ver su verdadero rostro, Arien —habló suavemente, como si no quisiera asustar a un animalillo herido.

Quizá mostró su verdadero rostro al mundo, pero yo ya conocía cómo funcionaban esas cosas en la Corte Primavera... fue una de las razones para irme.

Rhysand se dio la vuelta al ver que no le respondí y se dirigió a la puerta. Jadeé y pregunté sin pensar:

—¿Cómo saliste? —él se giró—. De Bajo la Montaña. ¿Cómo saliste de allí?

Rhysand sonrió afablemente y dijo:

—Primero tus respuestas, después las mías —y con un guiño abrió y cerró la puerta al salir.

Volvió a dejarme sola y el pánico inundó mis venas de nuevo. Esta vez, me puse de pie y agarré la almohada del catre con ambas manos. La lancé con todas mis fuerzas hacia el espejo y grité con todas mis fuerzas. Me negué a llorar porque estaba más enfadada que triste. Pero sí que miré hacia el techo. ¿Estaba bajo tierra? Poco me importaba porque sabía que los que creía mi "familia" podrían oírme incluso si no veía el cielo.

—Ya os habéis divertido. ¿Este es el castigo que me queréis imponer? ¿Que permanezca encerrada en la Corte de otra dimensión? Me sacasteis de aquí a la fuerza, ¿por qué queréis que vuelva?

Solo hubo silencio después, ni una sola respuesta. Hundí los hombros y bajé la mirada. Tomé la almohada del suelo y miré al cristal, seguro que al otro lado había alguien mirándome y creyéndome una demente por hablar sola, pero como no entendía mi idioma, me daba igual.

Me senté en la cama y me abracé al saquito de lana que tenía por almohada.

—¿O solo queréis que esté sola? —murmuré.

La Otra Compañera// ACOTARWo Geschichten leben. Entdecke jetzt