Capítulo 26

6.6K 425 243
                                    


Oops! This image does not follow our content guidelines. To continue publishing, please remove it or upload a different image.


La cosa estaba clara: Marizza se marchaba dos meses a Italia. Con mucha tristeza, tuvimos que ver como preparaba sus maletas para el viaje, sabiendo que cuando volviera, muchas cosas habrían cambiado.

Por otra parte, nos había llegado por correo una convocatoria a las chicas en el gimnasio a última hora del día. En teoría, durante ese tiempo, teníamos clase de baile, pero Lulú nunca más volvió. Tal vez Dunoff la echó, o simplemente ella no quería volver por algún motivo u otro. El caso era que, tras un mes sin clases de baile, hoy había un indicio de volverlas a retomar.

Una vez allí, estuvimos esperando varios minutos hasta que la joven chica apareció. Parecía avergonzada, pero le aseguraba que no lo estaba más que yo. Me daba tanta pena haber tenido que hacer ese baile en contra de ella... Y mucha más de que se la hubiera echado de esa manera. Seguía opinando que las cosas se podrían haber hecho de otra manera.

—Hola, chicas...

—¿Lulú?

—Creo que os debo una disculpa...

—Yo... —empecé, pero en seguida me interrumpió.

—Soy consciente de que lo he hecho mal. Me dejé llevar por la ilusión de innovar con un grupo de chicos bailarines y... No os tuve en cuenta. Me sabe muy mal, de verdad.

—Bueno... —Mía suspiró— Al menos lo reconoces.

Ella asintió con la cabeza, para nada molesta con nosotras.

—Así es, chicas. Y he aprendido de mis errores, así que estoy aquí para pediros una segunda oportunidad. Tengo muchas ganas de trabajar con vosotras y hacerlo bien. Siempre y cuando, queráis.

Vi como las chicas empezaban a mirarse unas a otras, dudosas. Lulú se mordía las uñas, expectante de la respuesta de mis compañeras. Yo lo tenía claro, pero, al parecer, muchas no. Nos mantuvimos en silencio hasta que Mía decidió hablar:

—No sé, chicas... Para mí es un sí.

—Para mí también.

—Y para mí.

Todas se subieron al carro, haciendo a Lulú una chica feliz. Las sonrisas invadieron el gimnasio y, sin planearlo, nos acercamos a ella e hicimos un gran abrazo grupal. Se notaba que faltaba Marizza, pero ahora sería lo último que necesitaba saber. Ya le había costado suficiente asumir que se tenía que ir.

Una vez terminadas las clases y la comida, subí junto a las chicas a la habitación. Era la última hora junto a nuestra amiga, así que queríamos aprovechar su compañía hasta el último minuto. Estábamos un poco decaídas, pero teníamos que ser fuertes. No podíamos dejar que Marizza se viniera abajo.

Hablamos un rato sobre varios temas, como, por ejemplo, lo mal que nos caía Joaquín. Cuando, de repente, alguien llamó a la puerta.

—¿Qué haces aquí, Pablo? —preguntó Luna, extrañada, mientras el rubio se dejaba ver.

Inolvidable || Rebelde WayWhere stories live. Discover now