Capítulo 4

2.2K 166 45
                                    


La música estaba a toda pastilla

Oups ! Cette image n'est pas conforme à nos directives de contenu. Afin de continuer la publication, veuillez la retirer ou mettre en ligne une autre image.




La música estaba a toda pastilla. Guido y otros alumnos habían conseguido tunear las luces del gimnasio y ahora parecían auténticos focos de discotecas. Era increíble. Además, la fiesta había tenido tanto éxito que casi no podía moverme de tanta gente que había asistido. Era asombroso lo rápido que se corría la noticia de un evento así.

Bailaba junto a Mía y Feli cuando la actual canción terminó y, sin estar ni un segundo en silencio, ya sonó otra. En concreto, una bachata. Enseguida noté una mano estirando mi brazo para acercarme a un tonificado cuerpo, al de Pablo. Él sostenía un par de vasos llenos ―de algo que, por supuesto, no era agua― que, al cabo de bailar un poco conmigo, me dio uno. Sin dudar, di un largo trago con el que pagué mi enfado con él y Pablo soltó una risa burlona. Mientras nos movíamos al ritmo de la música y él estaba ya en circunstancias poco favorecedoras, vi de reojo como las chicas que me había encontrado en el baño y las cuales deseaban con ganas a Pablo nos miraban con mala cara. Como acto instintivo, me abalancé sobre sus labios para ponerlas celosas. Él, claro estaba, no rechazó el apasionado beso; todo lo contrario, metió inmediatamente su lengua dentro de mi boca y tiró el vaso al suelo para agarrarme el culo con agresividad.

Al separarme, no disimuló su cara de asombro y dijo:

―¿Y esto?

―Pues no sé. Para que sepan...

―¿Quién? ―formó una gran sonrisa.

―Una chica que dice que estás soltero.

Él volvió a reírse. ¿Qué coño le hacía tanta gracia? A mí no me parecía gracioso.

―¿Ah, sí?

―Sí ―en mi cara ya podía notarse, claramente, mi molestia―. Dice que se lo has dicho tú.

―A ver... ―intentó buscar las palabras que pudieran hacerme menos daño― Técnicamente, no estamos saliendo.

―De acuerdo.

Me di media vuelta enseguida para dejar de mirarle. Ya está, no iba a perder más tiempo con él si no sentía lo mismo que yo. No iba a ser la muñeca de nadie, y, mucho menos, iba a dejar humillarme de tal manera.

―¡Espera, Laia! ―Pablo me estiró del brazo, obligándome a quedar otra vez en frente de él.

―¿Qué?

―Me refería a oficialmente. Yo quiero estar contigo. Pero no sé, no lo habíamos hablado. Por eso, realmente, no somos novios.

―Bueno ―me mordí la mejilla por dentro, intentando no expresar mi malestar con la situación―. ¿Tú quieres estar conmigo?

―Sí.

―Yo también. Listo, somos pareja.

Mi ahora novio se acercó a mí para juntar nuestras bocas en un largo beso. Nos separamos por culpa de Tomás, quién nos interrumpió diciendo que teníamos que bailar esa canción sí o sí. Bueno, si él lo decía...

Inolvidable || Rebelde WayOù les histoires vivent. Découvrez maintenant