Lo prometo, chibi~

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—Lo prometo, chibi~

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La bahía de Yokohama resplandecía como un espejo. Sus aguas, tranquilas, se acompasaban a un ritmo hipnótico. Los reflejos color topacio y naranja cautivaban, y la tenue brisa del sur, hacía de aquella tarde una de las mejores que había vivido.

Salvo por un detalle.

Lo que estaba viendo frente a sí.

«1, 2, 3; no le rajes el cuello, el cuchillo no se lo merece.»

Dejó caer las bolsas que llevaba al suelo, sorprendido, estupefacto, tratando de decirle a su cerebro que era un espejismo creado por el sol del atardecer reflejado en las aguas del río que corría a su derecha. Tragó saliva en aras de tranquilizarse; un tic se instaló en el párpado izquierdo, los nudillos se volvieron color hueso, el entrecejo se frunció.

—Chu-chuuya, déjame explicarte. —Chuuya podía jurar que nunca había visto tan nervioso a Dazai, que inmediatamente se levantó de su posición y se acercó a él con un ligero temblor en las manos.

—Sí, será mejor que te expliques. Tienes diez segundos —se tronó los dedos—, y te advierto que ya voy por siete.

—Nada es lo que parece, lo jur-

—¡¡¡Diez!!! —el pelirrojo agarró de los cabellos castaños a Osamu y lo tiró contra el suelo, colocó un pie sobre su pecho para evitar que se levantase. Su visión periférica detectó movimiento; así que el amigo, el chico extranjero de la ushanka blanca, se estaba tratando de librar—. Oh, no; no te escaparás —lo agarró del tobillo y lo lanzó también al suelo.

Sonrió con sadismo.

Las caras de terror puro de esos dos eran la mejor explicación que podían darle.

Después de unos madrazos por allá, unas costillas rotas por aquí, su amigo el ucraniano llegar corriendo y casi darle un infarto al ver a Fyodor todo magullado y con la cara violeta de golpes, se cruzó de brazos y asintió, comprensivo.

—Oh, eso explica todo.

—Si me hubieses dejado explicarte, esos golpes estarían de más. —lloriqueó el castaño tocándose un molar, tendría que ir al dentista, Chuuya le había sacado dos.

—Mmm... déjame pensarlo —el pellirrojo fingió pensar—, no. Te merecías esos golpes —sonrió.

Y que Osamu agradeciera que fueron solo meros golpes que se curarían con el tiempo. Porque después de salir en la mañana con la idea de pasar por la universidad para recoger una partitura importante y comprar un poco de cangrejo para hacer en la cena —pues el castaño para colmo se había desaparecido desde la noche anterior, así que de paso le consentiria un poco—, y, al estar a punto de llegar a la casa, ver a tu pareja arrodillado en el suelo, mientras sostenía la mano de otra persona que no era él, pues no entraba en la descripción de "divertido".

Nadie le quitaba algo de su propiedad así como así.

Después le explicaron, a base de un muy dramático Dazai, que todo era un "entrenamiento" para pedirle matrimonio a él. Debe admitir que eso le sorprendió, mas lo mantuvo escondido tras la fachada de "gánster universitario que se respeta, bitches".

やくそく。꧁ 𝑃𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑎 • 𝑆𝑜𝑢𝑘𝑜𝑘𝑢 ꧂Donde viven las historias. Descúbrelo ahora