Bastardo, ¡promételo!

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やくそく。

...

Promesa.

—DAZAI OSAMU. SERÁ MEJOR QUE CORRAS, PORQUE NINGUNA EXPLICACIÓN QUE ME DES SALVARÁ TU JODIDO CULO.

Y así comenzaba el día de la pareja, entre gritos y golpes. Lo más normal del mundo, o al menos, para ellos.

Un muy furioso Nakahara Chuuya se acercaba a pasos fuertes pero sin prisa, sabiendo que Dazai no correría, sino que se quedaría donde mismo, postrado sobre el sofá leyendo su manual de suicidios.

—Uyuyui~ ya se percató~

Chuuya apareció por la puerta de la cocina. En su mano, estrujado, llevaba un pedazo de tela negra. Su rostro estaba del mismo color de su pelo y la vena de su sien derecha amenazaba con reventar en cualquier momento.

—¿¡Qué mierda le hiciste a mi sombrero, bastardo mal parido?! —gritó encolerizado, mostrándole el pobre objeto.

El castaño contuvo una risa, pues era claro que por el único motivo que el pelirrojo se enojaba de aquella manera tan descomunal, era cuando estaban de por medio sus sombreros o el vino. Incluso podía olvidarse de pagar la factura de la electricidad, que no lo enojaría tanto como aquello.

Lo bueno es que a él le gustaba el peligro.

—Es que como el otro día volviste tarde del trabajo, quise ayudarte con la colada. —respondió haciendo un puchero fingido y dejando su libro de lado.

Escuchó a su novio apretar los dientes, conteniéndose de no partirle su hermosa boca.

—Te agradezco la ayuda... —su voz trataba de ocultar la molestia. Inútilmente—, PERO CON MIS SOMBREROS NO TE METAS, BASTARDO.

—Pero Chuuuuuuya~, no fue intencional.

—¿!Ah?! ¿¡Dices que no lo hiciste apropósito?! —le lanzó el sombrero a la cara. El castaño lo tomó en sus manos como si fuese la cosa más asquerosa– que para él lo era– del mundo y lo analizó: no estaba del todo mal. Tenía un par de rasgaduras, el ala torcida, la copa abollada y estaba descolorido en algunos (muchos) lados.

Okey, no estaba «tan» mal; estaba horrible.

—Me habré equivocado de velocidad a la hora de ponerlo a lavar en la lavadora... —trataba de excusarse—. Como dije, fue sin querer.

—Lo pusiste al máximo en la lavadora...

—No me fijé bien, estaba oscuro.

—...después de remojarlo en cloro...

—Tenía una mancha.

—En la parte de lavado...

—¿Ahí no es donde va la ropa?

—...¡SIN AGUA!

Bueno, quizás sí que fue intencional. ¡Pero en su defensa, ese horrible sombrero opacaba el hermoso cabello de Chuuya! Él solo le estaba haciendo un bien al mundo.

やくそく。꧁ 𝑃𝑟𝑜𝑚𝑒𝑠𝑎 • 𝑆𝑜𝑢𝑘𝑜𝑘𝑢 ꧂Where stories live. Discover now