Capítulo 12: Te toca.

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Amelia caminaba por las calles vacías de su barrio. El sonido de sus pasos retumbaba en las paredes de los edificios que la rodeaban y su cabeza daba vueltas, una y otra vez, sobre el mismo pensamiento. Luisita.

Hacía media hora que había dejado a su madre en la estación. Le había costado mucho despedirse de ella, pero se prometieron verse lo antes posible. Antes de aquella visita, ni se había planteado esa posibilidad. Estaba tan acostumbrada a que, ver a su madre, no fuese una opción, que, tenerla allí, tan relajada, risueña y libre, le pareció un sueño. Sin su padre, todo era más fácil. Más feliz. Qué triste era decir eso, pero así era.

En el momento en el que vio a su madre desaparecer por las puertas del tren y lo vio moverse, unos nervios incontrolables se instalaron en su estómago. La entrevista. Hasta aquel momento, el hecho de que Luisita la hubiese invitado a su casa, había estado en un segundo plano, aunque nunca ausente. Eso era imposible. De un tiempo a esta parte, Luisita era algo permanente en sus pensamientos y eso no hacía más que confirmar lo que todo el mundo le decía y ella se empeñaba en negar.

Caminaba a paso rápido, pero no sabía por qué. Aún quedaba mucho para la hora acordada con la rubia, pero los nervios no la dejaban calmar el paso. "Vamos, Amelia, cálmate" se reñía. "Es solo una entrevista. Unas preguntas y para tu casa y aquí no ha pasado nada" pensaba. "Vas a estar sola con ella, puede ser, sí, pero no es para tanto" se decía intentando autoconvencerse. "Unas preguntas y para casa... ¿la cama de Luisita estará cerca del salón?" pensó sin pensar. "¡Mierda! No, Amelia. Luisita es tu empleada y no te interesa de esa manera ¡Estamos!" discutía sola. "No te lo crees ni tú" dijo una vocecilla en su cabeza, la suya si se era completamente sincera.

- Joder. – dijo parando en seco en mitad de la calle, mientras chasqueaba la lengua y suspiraba con los ojos cerrados.

Había caminado hasta allí de forma autómata y, cuando miró a su alrededor, vio donde estaba. El portal del piso de María y Luisita estaba a su izquierda. Miró la hora "Las ocho y media, aún es temprano" pensó. "Si subo ahora aún estará María" volvió a mirar el reloj. "Sí, subo y así no estoy con ella sola tanto tiempo"

En ese momento, alguien salió de aquel portal y ella sujetó la puerta antes de que se cerrase.

- Unas preguntas y para casa. – se dijo esta vez en voz alta.

****

- ¿Te quieres cambiar de una vez y quitarte el puto pijama antierótico del unicornio, por favor? Amelia estará al llegar y tú todavía así. – dijo María en voz, quizás, demasiado alta, mientras recogía algunas cosas de la mesa del salón y miraba a su hermana con gesto de desaprobación.

Luisita paseaba de un lado a otro con su pijama, llevando a aquella mesa bolígrafos, libretas y una grabadora vieja que su abuelo Pelayo le regaló cuando le dijo que iba a estudiar periodismo.

- ¡Aún le queda un rato para llegar! Me da tiempo a cambiarme. – le explicó totalmente convencida. – No me pongas más nerviosa de lo que ya estoy, por favor te lo pido, ¿eh, María? – dijo, haciendo aspavientos con las manos.

- ¿Nerviosa? ¿tú? No se te nota nada de nada. – decía la mayor de las Gómez intentando aguantar la risa.

- ¿Eres tonta? ¿Te gusta ser tonta? – contestó la rubia mirando a su hermana con una sonrisa falsa y prosiguió con su tarea de mover nerviosamente las cosas de sitio en la mesa.

- Me encanta ser tonta. Algún día quiero llegar a tu nivel, fíjate. – rebatió María con sorna.

- Eres idiota, de verdad. – dijo en un suspiro de hastío. - ¿Tú no te ibas a tu cita misteriosa?

MamihlapinatapaiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora