Capítulo 25: Un abrazo.

2.7K 341 317
                                    

Todo estaba oscuro. Por mucho esfuerzo que hiciera, no era capaz de ver ni un rayo de luz. Olía de forma extraña. A ceniza. Y la garganta me dolía. Intenté carraspear. Sacarme esa bola que tenía atravesada en el cuello...en el pecho. Duele. Duele y quiero abrir los ojos, pero no puedo. Me pesan mucho los párpados. Me pesa mucho el cuerpo. Estoy muy cansada. Quiero dormir. Quiero...quiero dejar de pensar e irme tras esa luz que tengo delante.

Un momento... ¿de dónde ha salido esa luz? Hay personas allí. Son solo figuras oscuras, pero las distingo. Quiero ir allí, pero algo no me deja. Algo me sujeta el brazo ¿Qué es? Me giro, para ver qué me retiene aquí, y la veo.

Luisita.

- ¿Luisita? ¿Qué haces aquí? Tú no deberías estar aquí. Este no es tu sitio ¡Vete!

- Levántate, por favor. No me dejes.

- ¿Por qué me dices eso?

- Levántate, Amelia, por favor.

- Quiero hacerlo. De verdad que quiero.

- ¡Ayúdame por favor! ¡Ayúdame a sacarla fuera!

La oigo gritarle a alguien y siento como mi cuerpo pesa menos por un momento.

- No me hagas esto. No ahora que te he encontrado. Por favor, cariño, respóndeme.

La oigo toser.

- ¿Luisita?

Se acerca a mí, muy despacio y siento cómo sus labios rozan los míos ¿Esto está pasando? ¿Me está besando otra vez?

Está llorando ¿por qué llora? No quiero que llore. Me duele el pecho. Miro de nuevo a la luz y las figuras ya no están. No quiero ir allí. Ya no. Me quiero quedar con ella. Me quedaría con ella para siempre.

Amelia tosió, cogió aire con todas sus fuerzas y al fin abrió los ojos. "Luisita" pensó al verla, pero no fue capaz de decirlo. Le dolía la garganta y el pecho. Levantó la mano y acarició la mejilla de la rubia que la miraba sorprendida con la cara llena de lágrimas.

La Gómez se abalanzó sobre ella sollozando y la abrazó. La apresó entre sus brazos con fuerza y Amelia lo correspondió. Luisita no paraba de llorar. Se separó de ella y la dejó, de nuevo, suavemente en el suelo.

- Qué susto me has dado. – le dijo acariciando su mejilla con suavidad.

"¿Qué ha pasado? ¿Dónde estoy?" pensó e intentó ver qué había alrededor. Estaba en la calle, era de noche y estaba tirada en el suelo "¿Por qué?".

Unos sonidos de sirenas resonaron en la Plaza de los Frutos. El King's estaba ardiendo y casi lo hace con Amelia dentro.

****

La llegada de Alonso a Madrid, hacía tres semanas, había alterado mucho a Amelia. No conseguía sacarse de la cabeza la conversación que tuvieron el día anterior en el King's y, mucho menos, el espectáculo que montó delante de los Gómez. Le había hecho sentir otra vez como cuando su padre llegaba a casa en un permiso. Insignificante. Pequeña. La mismísima nada.

Pero los Gómez pelearon. Nunca imaginó que alguien saldría a defenderla. Jamás había pasado hasta entonces, pero así había sido. Todos. Como una loba que defiende a sus cachorros. Como ese momento, en las películas, dónde todo el mundo se pone de pie para defender a quien se había maltratado hasta ese momento.

Desde que su padre le puso la mano encima por primera vez, siendo Amelia una niña, se había sentido sola. Nadie vendría a sacarle las castañas de fuego y tuvo que asumirlo muy pronto, pero ya no. Los Gómez se habían parado frente a su hermano y le habían dicho al unísono y con la voz tan alta como era posible: Amelia no se toca. Amelia es de los nuestros.

MamihlapinatapaiWhere stories live. Discover now