4-. El estilo de Amazon.

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Cuando todas en ese pequeño pueblo
oculto entre las montañas
del reino Amazon
decían
que Ceci, Laura y Aída
no tenían redención,
llegó Tamara Cleyton
a darles una lección.
Tres hermanas arruinadas
sin nada que hacer cada jornada,
consentidas y creídas,
una colorida como el amanecer,
otra indescifrable como la noche
y la tercera caliente como el mediodía.
Su padre no les prestaba atención
así que decidieron despertar
admiración.
Crearon una marca de ropa,
pero pronto estuvieron
bajo amenaza de bancarrota.
Ahí fue cuando la señora Cleyton
vio que podían prosperar.
Ordenó con disciplina militar
lo que se debía hacer
para el éxito lograr.
Puso a la primera a decorar,
a la segunda a diseñar
y utilizó a la menor
como modelo.
Ellas se creían princesitas,
pero pronto descubrieron
que eran empleadas a sueldo.
El negocio se expandió
y ninguna podía dormirse en el laurel.
Consiguieron otra sucursal
en una pequeña gran cuidad,
pero su principal centro
se vio amenazado por el gobierno.
Tenían una demanda legal,
así que tuvieron que emigrar
y dejar su vida de lujos
(y caprichos restringidos)
atrás.
Cambiaron el nombre de la compañía
y sus propios apellidos.
Así pues, se convirtieron
en parte
de los solicitantes
de subsidios.
Pero Sister Style seguía prosperando
así que pronto llegaron al éxito.
La modelo de alta costura,
su diseñadora
y la decoradora de sus desfiles
dejaron atrás Versatilles
y se mudaron
(otra vez),
ahora a Barcelona.
Ni un solo día descansaban,
y por mucho que se quejaran,
su jefa, señora y madre adoptiva
jamás dejaría
que volvieran a ser como eran
antes de aprender
a trabajar.

Fue así que, un día, les llegó
por error
una invitación a un baile
en un palacio
del país francés.
Estaba dirigido a Cindi, Dizzy y Annie
pero ellas no dejarían
que los funcionarios
se dieran cuenta de su equivocación.
Así que convocaron a todo el equipo
(aunque fuese con dos metros
de separación)
y avisaron a Tamara
por videollamada
de su plan perfecto.
Ella accedió,
con tal de que ninguna
sufriera daño.

Y así las cuatro
llegaron,
y montaron toda la pantomima.
Los ratones
(Tamara se había doctorado
en lenguaje universal de animales),
la carroza,
el vestido,
diseñado a toda prisa,
y por supuesto,
la señora,
envejecida
con productos
de belleza,
como hada madrina.
Y claro que Cecilia
(es decir, Cindi Regia)
todavía era muy joven
para quedarse
hasta más de medianoche,
no importaba que fuera bastante
mayor
(cinco años, nada menos)
que el príncipe heredero,
que tenía dieciocho.

Así pues,
hasta que llegó el momento
todo fue perfecto
para engañar al mundo
(y burlarse del gobierno
que les había demandado,
ya que estaban en ello).
Todo fue como lo conocemos
salvo dentro del carruaje
cuando las dos
hermanas también se subieron
para ir a comprobar
que todo fuese según el plan
en el baile.
Porque esta vez era la menos elegante
de ellas tres
la que tenía que tomar el papel.
Pero había algo con lo que no
habían contado
(que ninguna había planeado).
No habían revisado
en ningún momento
la marca de los zapatos.

Y es así que cuando
el príncipe llegó
a la casa de las mujeres
y ellas vieron el calzado
que la que ahora era conocida
por todos lados
como Cenicienta
había llevado
y
dejado
caer
según
lo
planeado,
tuvieron que aceptar
la broma pesada
que el destino les había hecho llegar.
Y vivieron toda su vida
a partir de entonces
como el cuento dictamina.
Se esforzaron por olvidar
qué habían sido
antes de ser princesa,
hermanas de la familia real
y madrastra
porque no querían que nadie supiese
de ellas ni de sus orígenes.

Y lo hicieron tan bien,
que nadie en su pueblo natal
ni en el de Tamara
sabe
ni sabrá
jamás
que esas tres jovencitas
ahora son de la realeza,
pero más humildes
y centradas
en ayudar a los demás
de lo que nadie hubiera
podido imaginar,
y que esa señora
tan severa
ríe cada mañana
mientras juega con sus nietas.

Y nadie nunca en palacio
salvo el príncipe Fermio
supo durante mil años,
que el zapato
que lo cambió todo
era una bailarina gris
con las firmas de Ceci,
Laura,
Aída
y Tamara.

Siempre hicieron creer a todos
que se trataba de un Louboutin,
pero eso no es cierto.
¿Sabéis por qué estoy tan segura?
porque allá en el fondo,
descolorido por el tiempo
hasta ser casi invisible,
está el logo de una marca
hace mucho tiempo desaparecida
que nadie ya viste ni recuerda
y el nombre
Sister Style.

Poemas y cuentos de contemporaneidad.Where stories live. Discover now