6-. Anna y las hadas.

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Mucho, mucho tiempo antes
(o mucho después,
depende
de
quien
mire)
de que Perrault viviera,
mucho antes,
o décadas más tarde
de que Disney
nos presentase
a Flora, Fauna y Primavera,
existieron otras tres
hadas
de nombres
Ángela, Priscila y Leah.
más conocidas
como las hadas
Paz, Felicidad y Bienestar,
respectivamente.
Quien dijo
que
"Los últimos serán los primeros"
tenía razón,
y no me cuesta admitirlo,
porque ellas
fueron
y son
las primeras
y también las más nuevas
(espero de todo corazón
que no las últimas)
hadas
de su profesión.
Esas hadas ayudaron a una chica,
que sí creía en la magia,
con diferentes problemas
de su vida y de ella misma.
Mucho tiempo antes
de lo que todos
podamos imaginar,
las hadas de los dones
surgieron para ayudar
a todo ser viviente,
incluidos los humanos.
Cada hada tenía un don,
y era su trabajo compartirlo
con todos.
Pero como las hadas
siempre habían vivido aisladas,
la mayoría de la gente
no sabía
que existían.
Hasta que una chica,
esa jovencita,
entró
en su mundo
y en su corazón
y pidió
permiso para divulgar lo que vio.
Es importante
pedir permiso
a las hadas
antes de mencionarlas,
recoger sus frutos
o visitar sus hogares,
porque les ayuda
a saber que las respetas.
El caso es que esta chica
pudo contar su vida
a estas tres hadas.
Y luego
la chica
se sintió
tan bien
que quiso
que todos los niños
tuvieran hadas
de amigas
al nacer.
Y así fue como llegó a un acuerdo
con las hadas
para que tres,
seis o nueve
de ellas
entregaran su don
a un niño o niña
de su elección.
Ese fue el comienzo,
pero lo bueno no terminó,
porque Paz, Felicidad y Bienestar
seguían al lado de esa chica
mientras sus libros escribía
y se convertía,
poco a poco,
en mujer.
Y las hadas
enseñaron a todas
las demás
el oficio
de cuidar de la vida de un niño,
como habían salvado ellas
la vida de la escritora.
Y ella escribió sobre hadas,
sobre magia,
sobre fe,
sobre confianza
y sobre romance,
y llevó la sabiduría
de las hadas
a todas partes.
Y siempre que se sentía mal,
volvía
a visitar
a Paz, Felicidad y Bienestar.
Encontraron a una cuarta hada
a la que enseñar,
que se llamaba Laura,
aunque Luz
era su nombre de ser mágico,
de modo
que fue como
la empezaron
a llamar
la mayoría.
Y así pasó el tiempo
hasta que en algún momento
vagamente determinado
cerca de la fecha aproximada
de su nacimiento,
por todos los servicios prestados,
y por implementar la comunicación
del mundo feérico
con los humanos,
le concedieron a la chica
que creía en la magia
el título
de hada honoraria,
un hada múltiple que ayudaba
a las demás
siempre que no sabían qué dones dar
a un caso en particular.
A esa nueva hada
la llamaron
Libertad.

Y ahí no acaba todo,
debéis saber
que pasaron muchos, muchos años
de dones y regalos,
de fe, confianza y magia,
muchos años de (y con)
Luz, Paz
Felicidad,
Bienestar
y muchas hadas mágicamente
dotadas,
entre ellas
el hada honoraria Libertad,
hasta
(o desde)
que nació
la princesa del reino,
a la que luego algunos llamarían
Talía,
y para otros
después sería apodada
como
la Bella Durmiente.

Y supongo que os gustaría
saber qué pasó entonces
con Libertad.
Pues veréis,
para cuando llegó
la noticia
de que era el turno
de las archiconocidas
hadas dones,
o hadas madrinas,
de acudir a una nueva niña
(esta vez,
una princesa),
a Libertad ya le habían crecido alas
y volaba
hacia los colores de primera
hora
de la mañana,
dirigiéndose
todo recto
hacia otro hogar,
otro asentamiento de hadas
tras una estrella.
Llegó allá sana y salva,
escuchando todavía
la risa de una niña
(la que le dijo que ya era hora
de que volviese a casa),
una niña que muy bien conocía,
y sabiendo
que su conocimiento
acumulado
mientras fue humana
se mantendría
siempre que hubiera vida
para creer en las hadas.
Se cambió el nombre,
varió su peinado,
y ayudó de nuevo
a todos los talentos.
De hecho, sigue allí, siendo,
con su dosis de diaria de polvo.
No os puedo decir cómo se llama,
ni siquiera a qué se dedica,
tendréis que conocerla
y preguntarle por vosotros mismos;
pero os puedo dar una pista
que además es verdadera:
no os lo puedo decir cuándo
ni por qué,
pero llegó a la isla con margen,
con tiempo para presenciar
algo que ella misma también es,
con su talento casi desconocido
y bastante singular:
El secreto de las hadas.

Os estaréis preguntando
que cómo sé todo esto,
que cómo conozco incluso el secreto.
La respuesta a esa pregunta
pasa por el hecho
de que esa niña,
mujer, escritora,
y hasta
esa
hada
llamada
Libertad,
cuyo nombre actual
no me está permitido revelar,
que en realidad
siendo humana
se llamaba Anna,
es quien está contándoos este cuento.

Porque,
como dijo
Hans Christian Andersen:
"La vida
en sí
es
el más maravilloso
cuento
de hadas".

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