Capítulo 11

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Kong le miró sorprendido.

- ¿Quieres hacerlo? - volvió a preguntar Arthit. Kong asintió lentamente. - Bien, entonces subamos a mi habitación. Esta habitación no puede tener más temperatura de la que ya tiene. ¿Puedes caminar bien?

- Sí. Estoy bien. - Se cogió a la camisa de Arthit y le siguió.

La habitación era pequeña pero confortable. Y cuando Arthit entró empezó a desvestirse. Para cuando llegó a la cama, ya estaba desnudo.

Al ver que Kong no le seguía se giró y vio al menor embobado mirándole las nalgas fijamente.

- ¿Te gustan? - dijo Arthit riendo. Kong asintió. - Ya las apretaste, así que no te cortes.

Kong se acercó y empezó a agarrarle las nalgas, tenía el cuerpo de Arthit apoyado en su pecho, de repente, notó las manos ajenas encima de las suyas. Y cuando lo notó, estaba recorriendo el pecho del mayor. Arthit apoyó la cabeza en el hombro de Kong, mientras que las manos recorrían ahora su abdomen.

Kong empezó a liderar las caricias mientras Arthit las disfrutaba. Cuando algo no le gustaba, cariñosamente lo alejaba. Pero en ningún momento sacó las manos de encima de las del menor.

Kong miró la cara de Arthit y se sorprendió al verlo con los ojos cerrados, las mejillas sonrojadas y mordiendo levemente su labio inferior. Siguió recorriendo el cuerpo de Arthit para comprobar que tenía los pezones totalmente erguidos. Y más abajo, se fijó en el pene erecto de Arthit.

La punta brillaba y entonces su mano, moviéndose sola, le acarició la punta esparciendo el líquido por todo el largo. Arthit gruñó ante el contacto.

- Más...

Kong, aún con la mano de Arthit encima de la suya, rodeó el pene de Arthit. Y empezó a moverlo arriba y abajo. Arthit se deshacía en gemidos. Kong notaba su entrepierna otra vez erecta, pero no quiso moverse, ese era el momento de Arthit.

- Mmmm... Kong... se siente muy bien... pero haz algo más.... mmmm...

Arthit conocía su cuerpo y unas horas antes había tenido sexo por lo que no se vendría igual de rápido. De repente, notó en la piel de su cuello, los dulces labios de Kong. Estos recorrían el cuello, la nuca hasta que llegaron a la oreja. Con ella se entretuvo mordiéndola y lamiéndola.

- ¿Dónde... aprendiste...eso? - gimió.

- No te lo diré – después empezó a soplarle y Kong notó como las piernas de Arthit empezaban a temblar.

Dejó de darle caricias con la otra mano para poder sujetarle por la cintura, mientras lo sujetaba, el semen de Arthit manchaba la mano de Kong y el abdomen del mayor.

- Tienes que decirme dónde aprendiste a hacer eso – dijo Arthit dándose la vuelta y recuperando el aliento. - Nunca antes me lo habían hecho, es excitante.

- No – le desafió el menor.

- ¿Por qué? No sé vale – protestó el mayor con un puchero.

- Arthit, no pongas esa cara, no vas a convencerme.

Arthit bajó la cara tristemente.

- Está bien, está bien, pero deja de mirarme con esa carita de pena. Lo vi en un vídeo porno. Un tipo se lo hacía a otro y empezaba a gemir como loco.

Arthit manoseó otra vez la entrepierna de Kong.

- P', tu mano... mmmm.... me gusta.

- Ven, necesito ducharme y que tú me ayudes a ello.

El ladrón de arteWhere stories live. Discover now