Capítulo 26

301 50 56
                                    


Arthit guardó la carta. No se sentía con ánimos de leerla. Se removió en la cama y se acomodó. Si su pequeño había huido ese día, le daría su espacio. Entendía porque el menor estaba enfadado, él también lo estaría en su posición.

Pero había alguien en contra: sus amigos. Dejaron de alborotar y se centraron otra vez en Arthit que volvía a estar sentado en la cama, apoyado entre cojines. Volvieron a la conversación de Kong, el tema preferido en las últimas horas.

- Pero tienes que ir tras él – se quejaba Bright – no sabe el efecto que tiene en las personas. Y seguro que a estas alturas ya se le han insinuado cuatro o cinco tipos apuestos y brillantes.

- Vamos Arthit, ¿quieres que ese fantasma amigo suyo te lo robe? - preguntó Prem.

- Sabes que te apoyaremos en todo lo que decidas, pero en esto no estamos de acuerdo – dijo Tootha, todos asintieron.

- Basta chicos. Kong se fue el día siguiente mientras estaba dormido. No me dijo adiós, ni se despidió. Entiendo que esté enfadado, así que voy a esperar a que se tranquilice un poco. Ahora no quiere verme, sino se hubiera quedado aquí.

- Arthit – la voz de la razón, llamado Knott, habló – entendemos ese punto de vista, pero Kong es atractivo, demasiado bueno y por todo lo que ha vivido, demasiado ingenuo. ¿Has pensado que sí dejas pasar mucho tiempo, Kong puede que se olvide de ti?

- Claro que lo he pensado, joder, no dejo de pensar de ello. Tengo los engranajes de la cabeza a dos mil revoluciones mientras me duele la cabeza. Pero he tomado una decisión.

*

Kong llegó a casa cansado. No había podido dormir por estar preocupado por Arthit. Tenía sentimientos muy confusos. No sabía que pensar, la cabeza le daba vueltas y quería vomitar. Entró en su casa y cuando estuvo en el baño se desnudó, se metió debajo de la ducha y empezó a llorar.

Diez minutos después, tumbado en la cama, solo pensaba en el mayor y en el momento en que se puso delante se su cuerpo para recibir las dos balas destinadas a él. Quería abrazar a Arthit, quería que le tocara el pelo y le acariciara la espalda mientras bajito, en susurros, le llamaba pequeño.

Pero por otro lado, Kong estaba enfadado con él, le había mentido. Le había dicho que no conocía a su mamá. Le había mentido sobre Krist. Se acordó de esa tarde en la cafetería y pensó que había sido un idiota.

Llamaron a la puerta.

Sin muchas ganas, Kong se levantó y fue hacia allí. Se sorprendió al ver a Tew. Lucía bastante nervioso y tenía cara de preocupación.

- Tío, ¿dónde te metiste? He estado verdaderamente preocupado - le reprochó cuando abrió la puerta.

- Me sentí mal unos días y fui con... - No se atrevía a nombrar a su mayor. Todavía no sabía como le debía llamar.

- ¡Oh! ¿Y tanto te costaba dejarme un mensaje diciendo que te encontrabas mal y te ibas a casa de tu novio? He venido aquí prácticamente todos los días para ver si estabas bien.

- Lo siento Tew. Pasa, no te quedes en la puerta.

Los ojos rojos y la falta de su característica sonrisa no pasaron desapercibido para Tew. Este se sentó en el sofá y Kong le siguió.

- ¿Quieres tomar algo? - preguntó Kong. Tew negó con la cabeza.

- ¿Has peleado con el señor Rojanapat?

Kong no levantó la vista del suelo, ni tampoco dijo nada. Solamente notó como sus ojos empezaban a aguarse otra vez. No quería pensar en su mayor, no debía, pero cada vez que cerraba los ojos una imagen distinta le volvía a la mente. Notó una mano acariciándole el pelo y recuerdos le empezaron a llegar. Cuando se encogió en el sofá, los brazos de Tew le rodearon con fuerza.

El ladrón de arteWhere stories live. Discover now