NOVENO CAPÍTULO

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POV PANDORA

Desde la muerte de sus padres, Pandora había hecho lo necesario para ganarse el favor del rey. Se había convencido a sí misma de que lo había conseguido, pero, viendo la expresión de Caín, estaba segura de que no había bastado para que su confianza en ella sea absoluta.

Bajó la mirada. Caín no había movido ni un solo músculo desde que su sangre dorada había manchado el escritorio.

Le dolía. Debía admitir que le dolía saber que el hombre al que quería le había ocultado algo tan importante durante tantos años.

– Tu mano... no se está... – Le costaba decirlo – No se está curando.

– Las dagas bendecidas dificultan la curación de los demonios – Se puso de pie – Las dagas malditas, la curación de los ángeles.

Claro, había utilizado la daga del demonio. No quería saber si lo había hecho intencionalmente.

– ¿Me planeas explicar qué acaba de pasar, o es mucha molestia?

– Es mucha molestia – Caín agarró algunos papeles que habían logrado salvarse de la sangre dorada y giró sobre sus talones sin si quiera dirigirle la mirada – Quizá en otro momento.

Aunque, en un principio, Pandora había pretendido seguirlo y exigirle que responda todas sus preguntas, terminó por frenarse a sí misma a pocos pasos de la puerta. ¿Qué le iba a decir? No sabía por dónde comenzar: ¿Después de todos estos años aún no me he ganado la confianza del reino?, ¿sigo siendo una maldita extraña incluso después de haberme acostado contigo?

Ni siquiera quería pensar en eso. Se masajeó las sienes. Se preguntó si acaso el hecho de que hubiese durado tantas horas en la cama se debería a su ascendencia angelical. Se dio un puñetazo mental, ¿en qué mierda estaba pensando?

Regresó sobre sus pasos. Pasó sus dedos por encima de la mancha de sangre dorada. Parecía oro líquido. A pesar de lo impactante del cuadro, no fue la sangre lo que llamó su atención en ese momento, sino más bien el objeto brillante que descansaba a unos pocos centímetros: la daga de Lucifer.

La tomó con cautela. Estaba segura de que el demonio se la había guardado en el bolsillo antes de salir de la habitación, pero allí estaba... totalmente abandonada. Conocía los lujos del castillo escarlata y podía imaginarse el tipo de vida que el demonio llevaba en su reino. De todas formas, abandonar una daga decorada con diamantes negros le parecía ridículo.

La observó por unos breves segundos más. El tiempo suficiente para que sintiera una fuerte punzada en el pecho. No era cualquier daga. Era la daga que el demonio le había regalado por su cumpleaños cuando aún vivía junto a él en el castillo escarlata. Era la daga que había perdido cuando había huido de aquel mismo lugar para salvar su vida.

Se estremeció. No le quedaba la menor duda de que lo había hecho intencionalmente.

– No puedo decir que sea lo correcto, pero debo admitir que todo tiene un buen propósito.

La daga estuvo a punto de estrellarse contra el suelo cuando escuchó la voz de Rafael a escasos centímetros de su rostro. Aprovechó la posición para deslizar la daga de Lucifer en uno de los cinturones de su traje sin que la inesperada figura lo notara. Convenientemente, encajó a la perfección.

– ¿Cómo es que tienes autorización para estar aquí, novato? – La sonrisa de Rafael se ensanchó. Siempre había sido de sonrisa fácil, pero la expresión en sus labios reflejaba la seguridad de alguien con un cargo mayor. En ese momento, comprendió que él también había sido parte de esa mentira colectiva.

El secreto de PandoraOnde histórias criam vida. Descubra agora