CAPÍTULO 15

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POV CAÍN

Tiempo. Había tardado demasiados años en comprender que el dinero nunca sería tan valioso como un segundo de su vida.

Suspiró. Se arrepentía de haber desaprovechado el inicio de su juventud en fiestas, escándalos y una que otra situación comprometedora que había terminado convirtiéndolo en el centro de los reflectores. Su padre no había puesto especial énfasis en reprenderlo por sus vergonzosas apariciones públicas. Comenzaba a creer que aún conservaba las esperanzas de entregarle un mejor sucesor a la corona.

Pasó sus manos por sus rubios mechones desarreglados enredando sus dedos en las pequeñas ondas que se formaban en la parte inferior. Estaba irritado a más no poder. Había perdido la noción del tiempo desde hacía largas horas ya. El gran reloj que decoraba el estudio de su padre fue el único capaz de salvarlo del rumbo que tomaban sus pensamientos al anunciar la medianoche con sus familiares campanadas.

Observó las hojas que tenía entre sus manos. Los bordes habían comenzado a arrugarse por su constante uso. Caín solía revisarlos cada cierta cantidad de minutos con la esperanza de que los números allí impresos cambiaran por arte de magia. No había funcionado.

El presupuesto de todo un mes se había visto reducido a nada después de la reconstrucción parcial de la capital. Repitió una última vez los cálculos necesarios para sacar las cuentas de los movimientos financieros. El número no variaba. Se preguntó por enésima vez en la noche si en verdad servía para ello.

Se reclinó sobre el asiento de su padre, ¿cómo hacía que todo se viera tan sencillo? Pandora solía repetirle una y otra vez que era bueno con las palabras, pero le había costado lo suyo convencer a todos los ciudadanos de que las cosas estaban bien dentro del palacio real. Después del inicio de las reconstrucciones, las leves protestas se habían acallado en su totalidad, pero la opinión del pueblo no era estática y Caín sabía que, tan pronto como dejara de cumplir con sus promesas, el pueblo se alzaría en su contra.

Miró el reloj una última vez. Las manecillas avanzaban con una lentitud envidiable como si dispusieran de todo el tiempo del mundo para continuar con su sincronizado andar. Resultaba vergonzoso que se estuviera comparando con un viejo reloj.

Volvió a suspirar. No se imaginaba repitiendo aquel tedioso procedimiento durante toda su inmortalidad.

Las siguientes horas se le hicieron eternas mientras archivaba los últimos documentos sueltos. Nunca había sido consciente de la corrupción que reinaba en Arabella como lo era en ese momento. Algunos fondos destinados a la reconstrucción de la capital habían desaparecido sin la menor de las explicaciones y en la lista de gastos figuraba uno que otro bono que no recordaba haber cedido a ningún miembro del parlamento. No planeaba meter sus narices donde no le correspondía. Lo último que necesitaba en ese momento era que todo el parlamento se le fuera encima.

Las manecillas del reloj marcaban las tres de la mañana cuando Caín decidió que era una hora oportuna para tomar una siesta rápida. Unas tres horas serían más que suficientes para mantenerlo despierto el día siguiente y el siguiente a ese.

Dirigió su atención a la pizarra de corchete y deslizó su mirada por las fotografías que descansaban sobre ella. El caso de mayor importancia en Arabella no había progresado desde que Lucifer había partido hacia el reino de Abbadon hacía más de una semana. Frunció el ceño al visualizar el mapa que la mayor de las Salvatore le había entregado después de que la misión para recuperar el Libro Sagrado fracasara.

El hecho de que hubiese ocultado información de tal relevancia la convertía en una de las principales sospechosas de aquel caso aún no resuelto, por lo que había decidido que era mejor reservarse la verdadera implicación que tenía la muchacha en el caso. No había visto a Pandora en los últimos cinco días y seguía lo suficientemente enojado con ella como para dejarlo así.

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora