CAPÍTULO 33

94 20 125
                                    

POV PANDORA

Culpa. Aquel sentimiento inoportuno era el motivo por el que se sentía incapaz de mirar al demonio a los ojos. Dejó que su cuerpo fuera arrojado en dirección a la nada antes de comprender la situación en la que se encontraba.

El sonido de su espalda al chocar contra una piedra desnuda fue suficiente para dejarla en el suelo por largos segundos. Tosió sangre dorada. Se había roto más de un hueso.

¿Cómo habían llegado a esa situación?

Intentó recordar los acontecimientos de los últimos minutos, pero su mente se rehusaba a cooperar. Su cuerpo entero protestó cuando los discos de su columna comenzaron a reorganizarse.

Pandora se aferró con todas sus fuerzas a los granos de arena del suelo intentando ignorar el insoportable dolor que escalaba por su espalda a gran velocidad.

Levantó la mirada a duras penas.

Los bestias aladas habían tardado menos de lo que Pandora había calculado en rodearlos. Tan pronto como ella y Lucifer recortaron la distancia que los separaba de Focalor y Alouqua, se convirtieron en la presa perfecta para todos aquellos demonios que habían llegado tarde al banquete.

Habían terminado por decidir que la mejor estrategia era dividir el grupo en parejas y reunirse de nuevo tan pronto como el sol escarlata se asomara en el horizonte. Había parecido una buena idea, si ignoraba el hecho de que Lucifer no estaba en condiciones para afrontar aquel desgaste físico.

Tragó saliva. Un grito desgarrador se le escapó desde el fondo de la garganta, pero Lucifer no podía escucharla.

El demonio se limpió la sangre de su cuello a duras penas. A pesar de la poca iluminación de la escena, podía apreciar horrorizada las enormes marcas de garras sobre el cuello de Lucifer.

Intentó moverse. Pero sus músculos no respondieron a sus órdenes.

No era lo suficientemente fuerte para soportar tantos cambios físicos sin presentar efectos secundarios. La lentitud de su regeneración parecía ser uno de ellos.

Hizo un segundo esfuerzo por recordar lo sucedido. Habían pasado los últimos minutos abriéndose paso en dirección al conjunto de cuevas que señalaba la mitad del camino. Los reflejos de Lucifer habían terminado por verse afectados tras la travesía y un demonio había logrado atajarlos a unos pocos metros antes de alcanzar la primera cueva.

Enterró sus uñas en la arena mientras su columna triturada volvía a la normalidad. Lucifer se puso de pie a escasos centímetros de ella, pero la comandante no se sentía capaz de imitar una hazaña como aquella

Cerró los ojos. No podía verlo. No podía soportar la idea de que él tuviera que luchar contra aquella bestia por su cuenta cuando un don tan poderoso como el suyo aún permanecía dormido en su interior. Podía ayudarlo. Habría facilitado la carga de todos si acaso hubiese liberado sus dones frente a ellos.

No confíes en nadie, Pandora.

Formó un puño con su mano y lo estrelló con toda su fuerza contra la arena. Las palabras de su madre la perseguían y parecían repetirse con mayor intensidad cuando creía llenarse de la determinación necesaria para ayudar a Lucifer.

La ausencia de armas la había convertido en un simple estorbo. Había buscado opciones, incluso se le había pasado por la cabeza la posibilidad de pedir prestada una de sus espadas a Alouqua, pero las armas demoniacas eran como veneno sobre la piel de los ángeles. Y Pandora era un ángel, aunque aún le costara reconocerlo.

El secreto de PandoraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora