XIV

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Al día siguiente ya es viernes. Estoy a punto de salir y mi sorpresa es que el aparcamiento está casi desértico. ¿Dónde está todo el mundo? ¿Y Male? Dijo que vendría a recogerme pero aquí no hay nadie. Le llamo un par de veces pero no contesta.

"Me voy a casa, supongo que te habrá surgido algún compromiso. Tranquilo, iré andando" le aviso.

Voy de camino a casa con los auriculares puestos y Nothing else matters sonando en mis oídos. Me relaja, de un modo u otro estoy más tranquila. Sé de sobras que Lauren no va a volver a molestarme y he visto a Alexander y estaba intacto. Por suerte, Male ha cumplido su palabra. Descubro el Jeep de Male en una calle del centro, frente a un callejón. Sé que es el suyo por el muñeco en la parte trasera, es de Sam. ¿Qué hace el coche aquí? Descuelgo un auricular y oigo gemidos providentes de una callejuela. Me giro para descubrir que para nada ha cumplido su palabra.

-¡Male!- grito horrorizada mirando la escena.

Me encuentro a Male sobre un Alexander completamente magullado, casi destrozado.

-Male, para- acudo a su encuentro y lo agarro por los brazos.

Al estar detrás de mí descubro que también tiene algunas marcas en la cara, pero nada comparado a Alexander. Male destensa sus músculos al notar mi tacto sobre su piel. Para y deja a Alex que se encoge, pero se incorpora mirándome con disculpas en sus ojos. Los de Male, por otro lado, están inyectados en sangre. La rabia le corroe.

Camino con él hacia fuera del callejón mirando a Alexander por última vez.

-Y que no se te olvide lo que te he dicho antes- dice Male girándose, pero lo agarro de nuevo, esta vez, del pecho –La próxima no lo cuentas. Avisado estás- dice.

-Male, por favor- le pido.

-No, si es que encima eres buena con él- se queja.

Pego un suspiro demasiado grande y nos metemos en el coche. Tiene los nudillos llenos de sangre y una pequeña herida en la frente. Esta vez, accede a que sea yo la que conduce. Conduzco hasta su casa, y ambos, en silencio, nos adentramos en el apartamento. No hay nadie.

Vamos hasta su habitación y recuerdo, la última vez que estuve aquí, haber visto un botiquín. Lo cojo y descubro a Male mirándo por la ventana, sentado en la cama y con expresión dura y fría.

-¿Me vas a dejar curarte?- no me responde. Ni si quiera me mira.

Me acerco a él y me quito la chaqueta. Preparo un algodón con agua oxigenada para limpiar sus nudillos con la piel levantada y manchados. No sé si de su própia sangre o de la de Alex. Extiende su mano sin mirarme y procedo. Después de eso y vendarle voy a la otra. Finalmente agarro otro algodón y me pongo de pie frente a él. Lo presiono levemente en su frente y cierra los ojos. Tras limpiar la herida apoya su cabeza en mi estómago. Lo rodeo con mis brazos y acaricio su pelo hacia atrás.

-Lo siento tanto- murmura.

Le miro y él se pone de pie. Me rodea con sus brazos.

-Nunca antes nadie había hecho algo tan loco por mí- comento.

-Se me va de las manos- dice –No me puedo controlar si se trata de ti- me explica –Pero no puedo soportar verte sufrir- dice.

Me pongo de puntillas y le beso. Le beso hasta cansarme, hasta dejarle exhausto y hasta decir basta. Hasta que el cielo se acabe y empiece el mundo. Por que eso es lo que somos, el cielo, el mundo, todo. No hay quién pueda con nosotros. Separados somos fuertes, juntos indestructibles. Y él lo sabe. Y ahora yo también.

-Déjame quererte- me pide. Y asiento encantada mientras se empieza a deshacer de mi ropa con delicadeza.

El monstruo IIWhere stories live. Discover now