XIX

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Paso el día con Alissa, hablando sobre cualquier cosa, explicándome su fuerte pelea con Alexander y que su indignación sigue presente frente al hecho de la otra noche.

-No entiendo porqué cojones te molesta tanto, Ali- le digo –Es decir, fue un lío de una noche- le aclaro.

-Sí- afirma ella –Pero la puta de Bynes se ha metido en sus pantalones, eso me toca el orgullo- dice seria y no puedo evitar echarme a reír cuando veo su cara -No es gracioso- ladra ella, y me quita el bol con palomitas. ¿He dicho ya que tengo adicción a las palomitas de maíz?

-Necesito tu ayuda- suspiro finalmente -¿Qué puedo regalarle a Male por navidad?- le pido.

-¿Unos guantes de boxeo?- ríe ella.

-Oh, eres tan graciosa Ali- digo mirándola mal y salpicando sarcasmo.

-Ay, hija, yo que sé, es tu novio, no el mío- dice -¿Qué le hace falta?- pregunta.

-Nada- suspiro –Lo tiene todo- le cuento.

-Pues estás jodida, amiga- me dice y le tiro un cojín.

Paso la tarde en casa con mi abuela mientras la ayudo a preparar un pastel de carne, quedan cinco días para Navidad y cuatro para que Male se marche a Italia, me tengo que espabilar para su regalo, pero mi mente parece que quiere permanecer en letargo permanente y no le de la gana despertarse.

Observo las manos de mi padre colocadas una sobre la otra y observo su muñeca, no puedo evitar agarrar el cuaderno de dibujo y liarme a reproducir esa escena como una loca, amo dibujar cosas tan raras como esa. De repente, mi mente empieza a conectar una pieza con otra, brindándome la oportunidad perfecta para que mi imaginación funcione: estoy dibujando manos, como lo hacía Jack Dawson (o sea ser, Leo DiCaprio) en Titanic, recuerdo cuando vimos Titanic, Male y yo en su casa, realmente nos aburrimos y la quitamos a la mitad, no es una película que me entusiasme, pero recuerdo perfectamente lo que dijo tras oírlo en la película.

-Por que cuente- repitió lo que había dicho Rose en el brindis en honor a Jack. Me giro, le sonrío y me besa.

Le voy a comprar un reloj. Un reloj con una inscripción detrás. Es perfecto. Sonrío por mi gran idea y, al día siguiente obligo a mi hermano a que me acompañe a elegirlo. Es decir, él puede que opine y tal, pero su opinión no va a influenciar en mi decisión, pago yo, elijo yo, es así de simple.

Tras pelearnos durante unos veinte minutos en la tienda bajo la mirada divertida del dependiente, me decido por un modelo en plateado con correa metálica, demasiado caro, pero ¿Qué más da? Es mi dinero y me lo gasto como quiero. El hombre de la tienda lo envuelve y me desea que le guste al afortunado, sin duda alguna creo que le gustará. Transcurren tres días y allí estoy, con él.

-¿Crees que podría venir Ali?- le pregunto. Baja la mirada hacia mí.

-¿Para qué?- pregunto.

-Está pesada con Dwice, si lo ve, a lo mejor se le pasa- me encojo de hombros.

-Que venga si quieres, pero me reitero en que no me hace ninguna gracia estar mucho tiempo allí si estás tú- me cuenta.

-Male, es tu mejor amigo, sería feo que no fueses- le digo. Es el cumpleaños de Dwice y él nos ha invitado, a ambos.

-Puedo ir solo- le miro mal.

-¿Qué pasa? Acaso ¿No quieres que te vean conmigo?- me cruzo de brazos frente a él, me empieza a molestar esto de que me aparte tanto de su círculo y de su vida, cuando yo, poco a poco, cada vez lo integro más en la mía.

-Sabes que no es eso- murmura y agarra mi cintura pegándome a él.

-No, no lo sé- susurro –Parece que me quieras apartar de todo lo que eres- le digo.

-No digas eso- dice desde las alturas –Simplemente, no quiero que estés por esos ambientes, sé lo que hay y sé lo que se hace, no quiero que lo veas- me comenta amargamente, y de repente se aparece en mi mente la escena de aquella noche de dopaje suya.

-Male...- le susurro, me mira.

-¿Qué?- pregunta.

-Tú ya no...- me corta cuando niega con la cabeza, se sienta en un banco y me sienta sobre él. Rodeo su cuello con mis brazos –No lo vuelvas a hacer, nunca- susurro.

-No- y pega sus labios a los míos.

Caminamos hasta mi casa y me deja en la puerta. Subo un par de escalones, estoy a punto de despedirme de él cuando me agarra por la cintura y me sube hasta su altura, río desmesuradamente sobre su boca mientras oigo sus carcajadas igual de sonoras que las mías.

-¿Me vas a echar de menos?- cuestiona.

-Aún no te has ido- le tiro el pelo hacia atrás y le rodeo el torso con las piernas.

-Vaya mierda de novia, que no me hecha de menos- dice.

-Eres un idota- y me besa de nuevo mientras noto que algo frío me moja las mejillas. Abro los ojos y descubro que no es lluvia, sino nieve. Le vuelvo a besar y me posa en el suelo.

-Pasaré a las diez por ti- me dice. Me besa una vez más y se marcha mientras cruzo la puerta.

-Oh, Dest, es guapísimo- grita mi madre. ¿Qué? ¿Ha hecho de mirona?

-Mamá ¿Me estabas espiando?- pregunto sin acabar de creerlo.

-No me lo puedo creer- digo frotándome la cara.

-Le podrías haber dicho que pasase- ladra ella.

Refunfuño mientras subo a mi cuarto. Ali vendrá a cenar en cualquier momento y debo decidir que ponerme para ver a los amigos de Male, espero encontrarme con cualquier cosa esa noche allí, con cualquier cosa, por lo que tengo que ir cómodo, preparada, sin llamar demasiado la atención pero presentable ¿Es eso posible en un solo conjunto? La puerta de mi habitación se abre y entra Ali por la puerta.

-Tu abuela es un amor- dice mientras la cierra de una patada. Sus uñas son de un color negro con llamas al final, son tan realistas que parecen de verdad.

Tras eso nos tiramos horas y horas para decidir que ponernos hasta que al final, damos cada una con lo acordado.

El monstruo IIWhere stories live. Discover now