LVII

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Una pequeña cantidad de aves de rapiña alzó vuelo hacia el horizonte. El cielo que oscurecía, con los tonos violeta fundiéndose en el naranja del atardecer, recibiendo a cada animal alado con una calidez única.

—¡Papá! —Obito gritó, inclinándose hacia delante, estirando sus brazos hacia su progenitor.

La sangre teñía la manga negra y justo durante el impacto él soltó su katana. Se sostuvo la muñeca tratando de detener el bermellón que brotaba de esta, y sus ojos buscaron las pupilas ardientes del bastardo que le había disparado. Kakashi respiraba con frenesí, el arco aún estaba en su mano y ya preparaba otra flecha. Había logrado librarse, motivado por el terror que le escaló la médula al presentir que Madara dejaría morir a Obito.

El general Uchiha lo observo sorprendido, no sabía si por el valor que tuvo para disparar, la increíble puntería que llevó a esa delgada flecha a atravesarle la muñeca o el motivo tras ese atentado; claro que se trataba de Obito. Básicamente había salvado su vida deteniéndolo, ¿por qué simplemente no atravesó el corazón de Itachi? disparó desde una posición en que nadie lo había visto, ni siquiera él.

—¡Yo no voy a dejarte morir, Obito! —Caminó hacia Itachi, se quedó a su lado, apuntando al pecho del Uchiha mayor—. Usted no es una persona de fiar, señor. Es hora de acabar con esto, yo sé dónde está la princesa, si pretende dejar que maten a su hijo...

Los ojos desorbitados de Shisui se movieron hacia Hatake. Si eso era cierto y le revelaba la ubicación a Madara, su papá que también estaba ahí corría peligro, no podía permitir que ese monigote hablara para vender a las únicas dos personas de su familia que le quedaban. Se dirigía hacia él cuando Kakashi le dio una mirada de advertencia, si no esperaba por sus acciones, le clavaría otra flecha por impertinente.

—Sabes dónde está pero no vas a decirme, ¿cierto? —retrocedió en pasos lentos, alejándose del Kisame que ahora se arrastraba hacia Itachi—. Oh... debe ser la pérdida de sangre lo que me hace creer que esa información favorece más a tus nuevos aliados, Kakashi. Tu lealtad ya no está con...

—¡Mi lealtad está con Obito, señor! —lo interrumpió reafirmando su palabra, tensando el arco—. No permitiré que lo asesinen, aún si usted es el verdugo.

Madara no podía tomar la katana, no importaba que estuviera tan cerca. Si soltaba su muñeca, la sangre se le saldría a borbotones y no pasarían más de dos minutos hasta una muerte segura. No iba a morir, tenía un imperio esperando por él.

Sonrió sin demostrar lo enternecido que estaba por ver la nobleza ingenua que conoció de Hashirama, reflejada en esa persona que amaba a su hijo. Lo sabía ahora... que él estaría en buenas manos.

—¿Por qué mierda no le atraviesas la garganta con una de esas malditas flechas? —sugirió Shisui, con énfasis en la maldición.

—Sigue siendo su papá, no me ganaré el odio de Obito por matarlo. Incluso si lo abandonó, su padre es lo único que él tiene.

La situación cambió completamente el rumbo con esa flecha en su brazo. Ya no sentía que era la victoria que previó. ¿Acaso el amor siempre vencía y prevalecía? Ya había comprobado que no, con lo que hizo con Hashirama, pero la vida le repetía que sí, con la conveniente traición de Kakashi.

—Encontraré a Tsunade por mis propios medios —estableció.

Su cabellera se desapareció entre la multitud de hombres, ninguno amagó por detenerlo. Era suficiente.

La lucha se extendió hasta que la noche cayó y el último hombre del pequeño escuadrón que Madara dejó para que asesinara a los mal heridos, fue derrotado. Con Shisui lleno de agujeros, Obito con una enorme puñalada y Kisame sin poder pararse en sus dos piernas, el general —y pronto emperador— Uchiha pensó que esos soldados serían suficientes para acabar con ellos. Pero vencieron, salieron victoriosos de aquella terrible y oscura noche.

Jaula de Oro - 𝑨𝒌𝒂𝒕𝒔𝒖𝒌𝒊Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ