[Parte once: Bajo la lluvia ]

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Narra Julieta.

—Luke, ¿estás acá? —Pregunté acercándome a la puerta.

—Si, acá estoy. —Dice, sentado en la vereda.

—¿Por qué saliste así?

—Necesitaba hacer una llamada telefónica importante.

—¿Pasó algo malo?

—Depende de cómo lo vea. ¿Vamos? —Dice sin dirigirme la mirada.

•~•~•~•

llegamos al consultorio nuevamente.
Me senté en el sillón tapando mi rostro.

—¿Qué te pasa? —Pregunta Luke, mirándome de reojo.

—Pronto voy a escapar, tendré una nueva vida, amigos nuevos, trabajo, vida libre.

—¿Eso te hace feliz?

—Quiero creer que si, pero hay algo que me empuja para no estarlo. —Lo miré y también me miró. —Me vas a faltar tú, tus consejos los cuales no fueron muchos pero aprendí mucho de ti.

—Desde que nos conocíamos sabías que iba a tener un final.

—¿Por qué no vienes conmigo?

—¿Qué dices? Julieta, nos conocemos a penas ha...

—¿Qué importa? —Interrumpí. —En tan poco tiempo te hiciste lo más importante, en realidad eres lo único que tengo.

—No puedo ir, tengo una vida aquí, trabajo, pacientes. —Mira a un rincón fijo.

—...

un silencio incómodo se formó en el ambiente.
Lo único que se podía escuchar era la lluvia chocando con el suelo.

—Eres falso, nunca me quisiste como tu amiga, ese era tu trabajo, ganarte mi confianza. —Dije sin pensar.

—La verdad es que...

—¡No me importa! —Salí corriendo del consultorio.

Narra Luke.

—¡No me importa! —Dijo mientras escapa.

Corre, corre. Cada vez más lejos de mi.

—¡Espera! —La seguí.

Definitivamente piensa en irse sola, con esta lluvia.
El agua caía sobre mi rostro evitando una vista perfecta pero aún así pude observar a Julieta, que seguía corriendo hasta que tropezó y cayó al suelo.

—¡Estúpidos zapatos!

Corrí hacia ella, decidí tirarme al piso para abrazarla. La tenía en mis brazos.

—Suéltame...

No puedo diferenciar sus lágrimas de la lluvia.

—No debería tener una amistad con un paciente, es lo cierto. Pero eres diferente. Hay algo en ti que me intriga, algo me acerca. Quiero ser tu amigo. —Dije mientras la ayudaba a levantarse sin romper el abrazo.

Después de todo no es mentira que quisiera ser su amigo.

—Eres ridículo. —Dice, resoplando.

—Tengo que decirte algo... —Dije mirándola.

—No quiero saber, no ahora.

Agarra mi mano, suavemente.
Levanta mis brazos y los suyos para hacer un puente y pasar por debajo. Se puso a bailar en la lluvia, Tomada de mi mano. Daba vueltas y saltos.

Al final del baile me miró.

—Quería pedirte disculpas, estoy algo nerviosa.

—Me di cuenta.

—Cállate —Ríe —¿Cuando fue la última vez que me sentí así?

—¿Así como?

—Feliz.

Me enamoré de mi psicólogo Donde viven las historias. Descúbrelo ahora