Capitulo 7

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Peeta Mellark tuvo a toda una bandada de damitas a su lado en la velada Smith, todas deseando acariciar su mano herida.
Esta cronista no sabe cómo se hizo la herida; la verdad es que el señor Mellark se ha mostrado molestamente hermético al respecto. Y hablando de molestias, el susodicho caballero parecía bastante irritado por toda la atención.

Revista Lady Whistledown,
16 de abril de 1824

¿Por qué, por qué se hacía esto?, estaba pensando Katniss.

Año tras año llegaba la invitación, y año tras año ella juraba que jamás volvería a asistir a otra velada musical Smith.

Sin embargo, año tras año se encontraba sentada en la sala de música de la casa Smythe, presenciando una presentación que solo podía calificarse de penosa, horrible y atroz.

Aún peor, siempre había una jovencita Smythe que parecía saber que el show era espantoso. Mientras las otras tocaban sus violines y pianos con vigor, esta única tocaba con una tal expresión de pena en la cara... una expresión que ella conocía muy bien.
Era la cara que pone uno cuando desea estar en cualquier otra parte menos donde está.

El cielo sabía que esa misma expresión había amargado su cara muchas veces.

Tal vez por eso nunca rechazaba la invitación al recital. Alguien tenía que estar ahí para sonreír alentadora y fingir que estaba disfrutando con la música.

Katniss eligió un asiento en el centro de la segunda fila, para consternación de Prim.
-Hay dos asientos perfectamente buenos en el rincón de atrás -le siseó Prim al oído.
-Demasiado tarde -replicó Katniss, acomodándose en la silla.
-Dios me asista -gimió Prim.
Katniss cogió su programa y empezó a hojearlo.
-Si no nos sentamos aquí se sentarán otras personas -explicó.
-Es exactamente lo que deseo.
-Nosotras vamos a sonreír y ser amables. Imagínate que aquí se sentara alguien como Cressida Twombley y estuviera todo el recital riendo burlona.
Prim miró alrededor.
-No creo que a Cressida Twombley la pillen aquí ni muerta.
Katniss decidió pasar por alto ese comentario.
-Lo último que necesitan es tener sentada delante a una persona que le guste hacer comentarios crueles. Esas pobres niñas se sentirían humilladas.
-Se van a sentir humilladas de todas maneras -gruñó Prim.
-No. Al menos no esa, ni aquella -dijo Katniss, señalando a las dos con chellos y a la del piano. Pero esa -indicó discretamente a la niña sentada con el violon entre las rodillas- ya se siente desgraciada. Lo menos que podemos hacer es no empeorarle las cosas permitiendo que se siente aquí una persona cruel y malévola.
-La va a destripar lady Whistledown esta misma semana -masculló Prim.

Katniss abrió la boca para decir algo, pero en ese mismo instante llegó Rue a su lado.
-Rue -le dijo, sonriendo encantada-. Creí que pensabas quedarte en casa.
Rue hizo una mueca.
-No sé explicarlo, pero parece que no puedo no venir. Es como un accidente de coche. Simplemente no puedes «no» mirarlo.
-O escucharlo -añadió Prim-, en todo caso.
Katniss sonrió. No pudo evitarlo.
-¿Estabais hablando de lady Whistledown cuando llegué? -preguntó Rue.
-Le dije a Katniss -explicó Prim- que lady W las va a destrozar esta semana.
-No lo sé -dijo Rue, pensativa-. Ninguno de los años ha escrito sobre las niñas Smythe-Smith. No sé por qué.
-Yo sé por qué -cacareó alguien detrás.
Rue, Katniss y Prim se giraron en sus asientos y tuvieron que echarse atrás al ver moverse el bastón de lady Heavensbee demasiado cerca de sus caras.
-¡Lady Heavensbee!
-Tengo calada a esa Whistledown -dijo lady Heavensbee.
-¿Sí? -preguntó Prim.
-Tiene blando el corazón -continuó la anciana y apuntó con el bastón a la violinista, casi perforando de paso la oreja de Rue-. ¿Veis a ésa de ahí?
-Sí -dijo Rue, frotándose la oreja-, aunque no creo que vaya a poder oírla.
-Le he hecho un favor -dijo lady Heavensbee -. Pero regresando al tema. Míre a esa niña. Se siente desgraciada. Es la única que tiene una idea de lo horrorosamente mal que tocan. Las otras tres tienen el sentido musical de una garrapata.

Mi Eterno AmorWhere stories live. Discover now