Capítulo 10

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Un pequeño viaje

Sasuke disfrutaba su domingo en casa; sin preocupaciones, sin llamadas del trabajo, reuniones molestas de vecinos, y lo más importante, sin que su madre estuviera detrás de él preguntando cuándo llegaría a la residencia Uchiha de nuevo.

Se sentía cómodo usando ropa normal y no ese conjunto tan de oficina, limpiaba un poco por aquí y otro poco por allá. Eran al menos las once de la mañana, así que podía sentirse tranquilo consigo mismo y decirle a su mente que se relajara un poco porque después de todo, había hecho cosas productivas desde que se levantó.

Asintió satisfecho al notar lo reluciente que se veía la sala de estar, comedor y parte de su cocina. No todos los días de descanso se levantaba con esa energía para ponerse a hacer los quehaceres domésticos y menos cuando la semana laboral había sido tan pesada.

Esa sensación de vacío en su estómago le hizo entender de inmediato lo hambriento que estaba después de su arduo trabajo. No había desayunado, por lo cual, se dirigió a su pequeña cocina y abrió el refrigerador compacto que estaba al lado de su estufa.

—No puede ser—dijo en ese tono apagado, cerró la puertecita con paciencia—, está vacío.

Suspiró frustrado.

Es verdad, olvidó pasar al supermercado por casi una semana entera. Aunque, a decir verdad, la mayor parte de la culpa la tenía su insistente pereza. Buscó las llaves de su camioneta y tomó la descuidada billetera que compró en una tienda de antigüedades. Salió y le echó un pequeño vistazo a la puerta de Naruto, y el fresco recuerdo de la noche anterior se proyectó en su mente cual cine mudo.

—¿Qué haces parado ahí como loco?—la gruñona voz le sacó de su pequeño trance—. Si buscas a Naruto acaba de salir.

Sasuke, curioso por lo que escuchó de la vieja Chiyo, alzó la ceja y de nuevo se centró en sus propios pensamientos. No tenía idea de que la loca de enfrente y su rubio vecino se llevaran bien, por darle un nombre a la situación. Vio a la anciana adentrarse a su departamento y cerró la puerta con mucha fuerza. Dios, ni siquiera le dejó agradecer por información que no había pedido en un principio. El azabache se encaminó al pequeño parking del edificio y rezó a quién sea que estuviera allá arriba para que su viejo motor funcionara. Una sonrisa apareció de nuevo en su rostro, el cacharro que tenía encendió a la primera y arrancó directo a la pequeña zona industrializada.

En cuestión de minutos visualizó aquellos sedosos y brillantes cabellos rubios pasearse por la banqueta peatonal, Naruto vestía tan informal como siempre; esas camisas sueltas y largas junto a los shorts parecían predominar en su armario. Llevaba consigo una canasta de mimbre y algunas bolsas de plástico que parecían llevar pequeños trastes con comida.

Dudó, Sasuke dudó sólo unos segundos, pero fue suficiente como para dejarse llevar por su instinto, lo alcanzó y manejó a su lado. Hizo sonar la bocina un par de veces obteniendo su atención, de inmediato bajó la ventana contraria y lo primero que vio fue su dulce sonrisa.

Después de su madre, quizás Naruto era la persona que parecía más feliz de verle.

—No trabajas hoy, ¿o sí?—le saludó, iban al mismo tiempo.

—Voy al supermercado—respondió tajante, como era usual—. ¿Adónde vas?

—A tomar el autobús, iré de visita a un lugar.

Probablemente, eso explicaría la canasta. ¿Una cita quizás? Eso le hizo fruncir el ceño.

—Si quieres puedo llevarte.

Sasuke habló sin pensar mucho en las consecuencias, las palabras habían salido como si estuvieran esperando el ansiado momento para decirlas, pero no estaba avergonzado por ello; nervioso sí, porque no sabía si tendría una respuesta positiva. Naruto se detuvo y Sasuke copió su acción deteniendo la camioneta, parecía estar pensando muy bien la propuesta; eso le asustó por un momento.

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