Capítulo 33

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          Humedecí mis labios esperando un beso que no llegaba. Hice el intento de acercarme y se retiró. Fruncí el ceño y ella sonrió.

- ¿A qué juegas? - dije mostrando un falso enfado.

- ¿Yo? A nada... ¿quieres algo?

- Pues claro...

- ¡Ah! Y... ¿qué quieres?

- Besarte, idiota...

          Y terminó acercándose, me mordió, me tumbó en la cama y encima de mí, con su muslo rozando mi centro me besó de tal forma que solo podía gemir en su boca y apretarla fuertemente para intensificar el roce de su pierna que me estaba volviendo loca. Y al acordarme del juego de antes moví un poco mi pierna para tocar también su centro. Esta vez no me pedía permiso para moverse. Besaba con fuerza, con ganas, con deseo... y aunque lo hacía en mi boca yo lo sentía en mi clítoris. Su pecho rozaba mi pecho, nuestras piernas rozándose y mojándose en cada roce. Paró el beso y yo hasta gruñí al dejar de sentir sus labios y su lengua. Aumentó el roce de nuestros centros y la sentía respirar en mi boca mientras sus ojos me miraban con deseo. Noté como mi clítoris se sacudió y sabía el por qué. Estaba llegando otra vez al orgasmo y sólo había necesitado su pierna para hacerme llegar hasta allí. Mis caderas se movían al ritmo de sus embestidas, como si estuviéramos bailando la mejor de las canciones. Sus gemidos se mezclaban con los míos, a veces no podía ni siquiera distinguir si era ella la que lo hacía o era yo. Cerré los ojos intentando retener ese orgasmo que se venía. De verdad, ¿cómo lograba esta mujer que me corriera tan rápido? ¡Ni el puto satisfayer! Eso si, no hay comparación...

- A... abre... los ojos...

- Amelia yo...

- Mírame cielo... no dejes de mirarme...

          Y ocurrió, mi cuerpo empezó a temblar y dos segundos después comenzó a hacerlo el cuerpo de Amelia. Llegar al orgasmo es una sensación brutal ya de por si, pero llegar a la vez que ella sin dejar de mirarnos es increíble. Es como si fuéramos dos cuerpos unidos en uno, sintiendo lo mismo en el mismo momento. Y no es que éste orgasmo fuera mejor, más intenso o diferente... es el hecho de tener esa conexión lo que lo hace especial, es el hecho de ser dos cuerpos que se conocen por separado pero que al ser iguales saben lo que les gusta, es esa intimidad que se crea, como si estuvieras compartiendo algo muy íntimo como lo es un orgasmo.

- Luisita... no... - dijo jadeando.

- ¿No qué? - dije extrañada.

- No sé... no sé lo que me haces... pero...

- jajajaja

- No... te rías...

- Es que chica... tienes que hacer más ejercicio que estás que te ahogas...

- ¿Cómo...?

- jajajaja ¡¡No!! ¡¡Amelia!! ¡¡Cosquillas no!! Amelia por favor...

          Y nuestros cuerpo cayeron por fin en la cama, cansados... me puse de lado para poder mirarla. Nuestras respiraciones se iban calmando poco a poco mientras nuestras miradas no paraban de decirse las palabras más preciosa. Porque es esa mirada, ese mirar y que te miren, ese verte reflejado en sus ojos, ese sentir como sus ojos acarician tú alma mientras su mano acariciaba mi cara, dejando suaves caricias en mis ojos, mi nariz, mis labios. No hacía falta decir nada. Las palabras en ese momento sobraban, estorbaban.

          Y en ese momento me tocaba saber que es lo que sentía. Amor por descontado. Pero había mucho más... era protección, era alegría, asombro... y es que es verdad eso que dicen, que los más puros sentimientos son aquellos que no se pueden explicar con palabras. Y no, no tenía palabras para expresar lo que sentía. Solo había una cosa que mi corazón gritaba cada vez más fuerte. Gritos que nunca había escuchado, palabras que nunca había oído y que pensé que nunca oiría. Pero ahí estaba, latiendo a toda velocidad y gritando: ¡Quiero vivir! Y es que claro que quiero vivir si Amelia está en mi vida. Quiero vivir y ser parte de su día a día, quiero reír y llorar a su lado, quiero amarla y desearla, quiero ver lo que pierde y lo que gana, quiero que nuestras vidas estén unidas, lo quiero todo con ella.

... Fotografiando almas ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora