Capítulo 8

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—¿No piensas decir nada? —Frederick estaba sonriendo. Valentina solo podía mirarlo a los ojos, temiendo que si parpadeaba, la emoción que había en ellos, desparecería.

—Me amas—repitió ella, asombrada.

—Claro que lo hago—le sonrió él. —He estado tratando de decírtelo desde que llegamos a casa—él se inclinó y la besó en los labios, Valentina no pudo hacer más que regresar el beso con entusiasmo. Frederick la amaba, lo que creía no podía pasar, había pasado. Recordó sus palabras de hace tiempo, cuando le dijo que iba a enamorarlo y la actitud de él tan reticente y sombría al decirle que eso no pasaría.

Se desnudaron lentamente, acariciándose como si sus dedos pudiesen adorar al otro. Valentina sentía lo mismo que la noche anterior, el tacto de Frederick era diferente, pero ahora sabía el porqué. Frederick no se iría de su lado, ni la alejaría a ella.

Hicieron el amor de forma lenta, tomándose su tiempo en sentir y compartir las emociones que estaban experimentando, sabiendo que al fin el amor entre ellos era recíproco, por eso cuando la tarde los sorprendió, cubiertos de sudor y agotados por el placer, Frederick la sorprendió con sus palabras:

—Invitaremos a mis padres a cenar, si no asisten...

Dejó la frase incompleta y Valentina sintió, sabiendo que si los padres de Frederick no asistían sería duro para él ya que sabría que ellos seguían molestos con él. Valentina se acorrucó en su pecho, dando besos a la piel que tenía al alcance. Quería asegurarle que sus padres asistirían, pero no estaba segura de ello y no quería darle esperanzas que más tarde romperían su corazón.

Toda la tarde la había pasado con las chicas de mantenimiento de la casa mientras Frederick estaba en su estudio, hablando por teléfono. Al inicio habían estado serias y Valentina las sentía nerviosas y tensas cada que ella se acercaba a ellas.

—¿Hay algún problema? —se decidió a preguntar al fin, cansada de las miradas que ellas le daban de reojo y la forma en que evitaban toparla.

—Ninguno, Señora—habló Anne, una joven inglesa de cabello castaño.

—Sé que escucharon lo que pasó y quiero que sepan que no ha cambiado nada, sigo siendo Valentina y Frederick sigue siendo Frederick. Lo que pasó en México no tiene por qué afectar la relación que teníamos antes de ir allá.

—Lo siento, Señora—dijo Elisse.

—No me digan Señora, recuerden que somos amigas—ella les sonrió, sintiéndose aliviada al sentir que el ambiente en la cocina se aligeraba.

—Lo sentimos, es solo que todo lo que pasó en las noticias se nos hacía imposible de creer, el Señor Rousseau siempre ha sido tan buena persona que no queríamos creer que lo que decían sobre él era verdad—Blanca, la chica latina le sonrió con disculpa—nos dolió verlos a ambos el día que la policía se lo llevó. Usted, tú—se corrigió—te veías tan triste y sola.

—Blanca tiene razón, no sabíamos qué hacer, pero renunciar nunca estuvo en nuestros planes. Sabíamos que todo se aclararía ya que nosotras éramos las que los veíamos a diario y ese amor no podía ser fingido—Anne le sonrió cálidamente y a Valentina se le llenaron los ojos de lágrimas. Abrazó a las tres chicas sonriendo.

—Fue muy duro y no saben cuán agradecida estoy de que no hayan renunciado, realmente las aprecio y hubiera estado muy triste de saber que alguna de ustedes se había marchado, aunque las hubiera entendido—se separaron y Valentina tomó la servilleta que le ofrecía Elisse para limpiarse las lágrimas. —Las cosas no están siendo fáciles para Frederick y yo tengo que estar con él a su lado, apoyándolo. Saben que esta noche vienen sus padres a cenar— o al menos eso espero. —necesitamos que todo esté perfecto.

Valentina®️Where stories live. Discover now