Capítulo 31. Colette Deneuve.

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He firmado los papeles del divorcio, así que definitivamente soy Colette Deneuve otra vez. No podría estar más contenta, y no he tenido que ver a Maxence para nada; el amigo de JC, Maquiavelo, lo ha resuelto todo por mí, y ni siquiera le ha mencionado que estoy embarazada. Todo es simplemente perfecto. 

Me cuesta caminar con esta cantidad de peso extra. No me acostumbro a moverme así, y me da vergüenza, pero necesito ayuda para todo. Y por supuesto, para asistir a las charlas que me interesan, Logan siempre es quien me acompaña. 

Las palabras de Célestine se me repiten en la cabeza y me pongo roja solo de pensar en ello. Logan es raro y tan natural que me da la impresión de que, si yo le gustase, lo sabría. O tal vez no, precisamente por lo raro que es, cómo odio eso de él.

Los primeros días me costaba acercarme a él, parecía que no íbamos juntos por la calle de lo separados que caminábamos, pero me cuesta que alguien me toque. Él no ha dicho nada, ni siquiera ha bromeado, y por lo que he aprendido de él, le encanta bromear sobre cualquier cosa. Su poca presión me ha permitido aproximarme un poco, y además, lo necesito. Me agota pasear.

—¿Por qué siempre insistes en venir al Collège de France? Mi facultad está a unos metros y tienes a una eminencia de La Sorbona aquí mismo.

Sonrío al escucharlo.

—No veo a nadie así —me burlo.

Me aferro a su brazo para subir las escaleras de la entrada. El contacto físico con los hombres todavía se me hace complicado a veces, pero bueno, Logan, para la cantidad de chicas distintas con las que lo he visto, y sus varias proposiciones de una cita, ha sido muy educado conmigo. Supongo que es la ventaja de que crea que tengo novio.

—Tampoco creo que sea lo mejor que tus amigos te vean conmigo.

Detiene sus pasos y frunce el ceño ante mis palabras. Me agarra la mano, impidiendo que yo avance también. Su tacto está lleno de durezas, supongo que por el ejercicio que hace. Bajo la mirada, pero ni siquiera tengo el lujo de verme los pies con esta panza tan horrible. Dios, qué fea y qué gorda estoy.

—¿Por qué te importa tanto lo que piensen de mí? Deberías preocuparte por ti misma, a mí me va muy bien.

—Pero ya no te iría tan bien si te vieran junto a una embarazada.

—Mi puesto de back en el equipo depende de mis notas, y mis notas dependen de cuánto estudio. —Está tan tranquilo que me da rabia—. Tú no influyes en ninguno de esos aspectos. —Con el índice se toca suavemente el pecho, sonriente—. Lo normal sería que tú quisieras que te vieran conmigo.

Y una vez más, Logan me ha hecho enrojecer, pero no ha terminado:

—Si no quisiera, no pasaría tiempo contigo, es así de simple.

No contesto, solo avanzo y lo dejo atrás, entrando en el edificio. Lo oigo reír y me alcanza rápidamente. Maldita barriga que me ralentiza.

—No, hoy no vamos a pasar la tarde aquí.

Me coge la mano y tira de mí hacia la salida. 

—¡Logan! ¡Vi una charla sobre historiografía francesa! —lloriqueo, y por más fuerza que hago, es inútil competir con un deportista que en sus entrenamientos levanta más peso del que yo reúno en todo mi cuerpo.

Tiro más de él, reticente a marcharme. Estamos en la entrada y algunas personas se giran para mirarnos.

—Tú te lo has buscado, Colette.

Mis pies pierden el contacto con el suelo y ahogo un grito. Mi cara está a punto de ponerse granate, ya ni siquiera el rojo le sirve. Pataleo un poco, consciente de que llevo un vestido ancho y no quiero airear mis intimidades, esto es horrible.

Luces de esperanza (LJI, #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora