Capítulo 1

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—Necesito hablar con Steven. ¡Comunícame con él! — ordeno la joven del otro lado de la línea.

Puse los ojos en blanco al escuchar el tono tan demandante de aquella mujer. Podía imaginarme su aspecto, ya que no era para nada difícil. Steven Feehily, tenía un tipo de mujer.

Esa, era rubia, alta con espectaculares piernas delgadas y muy torneadas, aquellas que lograban mostrarse con una falda muy corta, misma que tenía una abertura lateral. Aquella mujer debía poseer esas curvas, que tanto excitaban y enloquecían a los hombres, maquillaje perfecto sobre un rostro perfecto, labios carnosos, pómulos altos, ojos verdes o azules. Probablemente aquella mujer, me llamaba desde un celular que costaba más que mi sueldo mensual.

Era frustrante que aquello perjudicara siempre mi estado de ánimo como una nube personal que me seguía a todas partes durante el resto del día. No estaba segura de que era lo que me molestaba más: sí que estas mujeres aparentemente independientes permitieran que un hombre las manipulara a su antojo y que una vez que obtenía lo que tanto quería las desechara. O la segunda, que ellas tengan todo lo que yo nunca tendré.

Ni siquiera quería este trabajo. Pero, ir a la universidad con una beca que apenas y cubre la mitad de la matricula, no es para nada barato. Además de la matricula, necesitaba libros, tenía gastos de laboratorio, de aparcamiento y necesitaba muy desesperadamente un nuevo portátil, ya que el que tenia se sobrecalentaba muy rápido cada vez que lo encendía y no me duraba ni una hora y este se apagaba. La semana anterior debía entregar un trabajo y mi ordenador se estropeo, justo cuando estaba por concluir el trabajo, lo peor fue que ni siquiera me dio tiempo de guardar el documento, a consecuencia de ello, tuve que pasarme toda la clase volviendo a hacer todo el trabajo. Si no conseguía un ordenador nuevo pronto, corría el riesgo de no graduarme nunca y todo mi trabajo sería para nada.

Además de esto, tenía otros gastos. Mi madre no podía ayudarme, ya que mi hermano pequeño Alexander, padecía un problema metabólico y por ende necesitaba de un tratamiento medico especial, por ello mi madre, estaba muy justa de dinero.

—>>Si, tan solo mi padre no nos hubiera abandonado<< —pensé con melancolía—, hasta que aquella voz chillona, me saco de mis pensamientos

—Sé que solo estas evitando comunicarme con él. Es la cuarta vez que llamo y me lo niegas.

—Discúlpeme señorita, pero el señor Feehily ha recibido cada uno de sus mensajes—dije conteniendo un gran suspiro.  

En realidad, dudo de que alguna vez, él viera alguno de sus mensajes. De hecho, era muy probable que jamás viera los mensajes de todas esas mujeres superficiales. Mis instrucciones, eran pasárselos a Rebeca, y pude verla en más de una ocasión tirarlos a la basura. Colgué antes de que aquella mujer odiosa, pudiera decir algo más. Intentaba razonar con ellas, u ofrecerles consolación, pero enseguida supe, que ellas no querían la lastima de una pobre asistente, que se la pasaba sentada día y noche afuera de la oficina de Steven Feehily, el seductor nato, que usaba y desechaba a las mujeres, aquel apuesto y millonario empresario.

La primera vez que lo vi, estaba tan agradecida de estar sentada, ya que por poco y besaba el piso, debido a que él me miro con aquellos ojos azules, y con aquella sonrisa de arrogancia paso justo al lado mío, se veía tan apuesto, enfundado en un traje italiano, mismo que se ajustaba perfectamente a su cuerpo y que dejaba apreciar lo musculoso que este era, pues poseía muslos gruesos, caderas estrechas, un abdomen increíblemente duro y unos pectorales tan bien definidos, que ni siquiera el lino de su camisa podía ocultar aquellas formas perfectas. Los músculos de sus brazos se le marcaban incluso cuando lo único que hacía, era tomar los mensajes de mis manos, tenia el cabello castaño, y unos ojos de un azul tan profundo, que no era muy difícil perderse en su profundidad, su rostro era realmente hermoso, tenía una mandíbula ancha, que parecía pedir a gritos las caricias de los dedos delicados de una mujer. En mi vida había visto a un hombre tan guapo como mi jefe y siendo sincera, no creo que vuelva a ver a otro como él.

A veces me pregunto, ¿Cómo sería, si él se fijara en mí? Cuando empecé a trabajar aquí, tenía fantasías bastante intensas con él. Me pasaba días imaginando, cómo sería besar aquellos labios gruesos y perfectos. Pero ahora, tres meses después, he escuchado demasiadas cosas sobre él en las llamadas telefónicas y en cotilleos de la oficina. Es como descubrir que la estrella de cine con la que estas obsesionada se casa, o que en realidad es un drogadicto. El brillo de su imagen pierde intensidad.

Me gire de nuevo hacía el ordenador para terminar de redactar la carta en la que estaba trabajando cuando me interrumpió la llamada. Un segundo después, la puerta de Steven se abrió de golpe y salió con Rebeca.

—Me había olvidado completamente del asunto de esta noche—dijo con aquella voz tan profunda y varonil, —Haciendo que mis muslos se siguieran estremeciendo cada vez que lo escuchaba. —No tengo acompañante.

Rebeca, soltó una carcajada. —Estoy segura de que puedes arreglarlo Stev. No olvides que nadie puede resistirse a tu encanto inglés

—Entonces, mi querida Rebeca, ¿Te gustaría ser mi acompañante? —bromeo el castaño, haciendo una voz seductora.

—Ni lo sueñes Feehily, Yo, no entro a tu lista, Sam puede patearte el trasero.

—Que cruel eres— Él también rio a carcajadas.

—>>Esto hizo que algo en mi pecho se retorciera, casi dolorosamente. Esta era la razón por la que siempre estaba repeliendo mujeres<< —Pensé

—¿Quién, no querría ir conmigo a una cena de miles de dólares? —pregunto, sin esperar respuesta—. ¿Y, si vienes tú? —dijo dirigiéndose a mí y mirándome intensamente.

Ni siquiera levanté la mirada, pues asumí que estaba hablando con alguna de las trabajadoras de la empresa, que siempre estaban pasando junto a mi escritorio en un patético intento de verlo y que él se fijara en alguna de ellas. Pero entonces...

Steven, golpeo la esquina de mi escritorio con los nudillos y dijo— Señorita Smith, ¿Está ocupada esta noche? —cuestionó de manera coqueta.

—¿Yo? —pregunte incrédula. No podía creer, que él, mi jefe me estuviera invitando a ¿Salir?

Sonrió y un hoyuelo apareció en lo bajo de su mejilla derecha. —Si, tú. Te recogeré a las ocho. Ponte un vestido oscuro que vaya con mi esmoquin—dijo con arrogancia, se giró para seguir hablando con Rebeca. —Tenemos su dirección, ¿Verdad?

—Así es galán—dijo burlonamente la pelinegra—. Sólo, te pido que no juegues con ella, Amberly no es igual a todas esas mujeres fáciles que frecuentas.

—Tampoco es que pretenda llevármela a la cama. No niego, que es bonita y posee un buen cuerpo, pero no es mi tipo—dijo con aparente indiferencia.

—Lo que tú digas galán.

—Disculpé señor Feehily—dije con nerviosismo—. No creo que vaya a poder acompañarlo esta noche. No podía creer que esas palabras hubieran salido de mis labios. Pero ahí estaban, cayendo como piedras entre nosotros.

Steven me miro incrédulo y de manera cómica elevo las cejas, mientras me observaba. —¿Está rechazando, mi invitación?

Asentí, bajando la cabeza—. Tengo un examen mañana y tengo que estudiar—dije, lo cual era en cierto modo verdad.

Ahí estaba él, recorriéndome con la vista lentamente. De repente me sentí desaliñada con mi simple camisa blanca y falda negra. Mis manos se movieron automáticamente para alisar las arrugas, pero entonces me di cuenta, de que solo estaba ajustando más el tejido contra mis generosas curvas. Tuve que obligarme a alejar mis manos de mi cuerpo, dejándolas caer a los lados y luego cruzándolas sobre mi pecho, mientras él seguía mirándome fijamente y mordiéndose el labio inferior.

—Nunca antes, alguien había rechazado una cita conmigo.

—Deberíamos irnos—se apresuro a decir Rebeca—. El cliente debe estar esperando.

Steven, solo asintió, pero sus ojos permanecieron sobre los míos. Me sonroje, y levante la mano para quitarme de la mejilla unos mechones de cabello. Siguió aquel movimiento con la mirada, para luego hacer aquella mueca, que suelen hacer los hombres, cuando están rechazando algo que, en primer lugar, no tenia ninguna importancia para ellos.

Se giro nuevamente y comenzó a hablar algo acerca de colocación de productos con Rebeca. Pero justo antes de que doblara a la esquina al final del pasillo, me lanzo una mirada de nuevo. Y había algo en la expresión de su cara que me hizo preguntarme, si ya habría perdido mi trabajo.

Un amor inesperadoWhere stories live. Discover now