Capítulo 3

81 25 2
                                    

Feehily Corp. 10:00 am...

—Creo que no vamos a poder asistir a tu graduación hija— una voz entrecortada, dijo del otro lado de la línea.

Contuve mis lágrimas, y acerqué el teléfono más a mi oído. Mire hacia atrás, para asegurarme de que no hubiera nadie, en especial mi jefe, lo que menos deseaba era que me viera apunto de llorar, no soportaría la vergüenza.

—No... pasa nada mamá—dije sin poder ocultar la decepción y tristeza en mi voz.

—Le han recetado un nuevo medicamento a Alexander... y... este es muy costoso, tanto que el seguro se niega a pagarla.

—Apenas me paguen, te enviare dinero mamá.

—Pero, debes comprarte un vestido para tu graduación hija. Es tu día.

—Lo importante es que Alexander reciba su medicamento. Un tonto vestido, puede esperar.

—Eres tan buena hija. Dios me bendijo contigo, estoy realmente orgullosa de ti.

Aquellas palabras, agravaron aun más el nudo de lágrimas que tenía en el fondo de la garganta. Tras despedirme de mi madre y haber colgado, me giré hacia mi escritorio, para iniciar con mi trabajo, cuando lo primero que vi, fue a mi jefe, parado enfrente de mi escritorio, con una cara de preocupación. Instintivamente me frote los ojos, limpiando cualquier rastro de lágrimas.

—¿Malas noticias? —cuestionó con gran preocupación.

—No, señor—respondí con voz apenas audible—. ¿Necesita algo señor?

Podía sentir su mirada sobre mí. Me senté un poco más recta y me retiré un poco el cabello de la cara, para acto seguido fijar mi vista en el ordenador, como si tuviera tanto trabajo.

—Sólo quería comprobar lo de las llamadas. ¿Ya han parado?

Mire hacia arriba, un poco sorprendida ante su pregunta. Pero lo más sorprendente, era que las llamadas en efecto ya habían parado.

—Si, señor.

—Bien—respondió con una gran sonrisa, crujiéndose los nudillos sobre mi escritorio y se giro para regresar a su oficina, hasta que... —. ¿Te apetece ir a cenar? —pregunto con evidente nerviosismo, volviendo a girarse para quedar frente a mi escritorio.

—No puedo... ya tengo planes.

—Seguirás poniéndomela difícil, ¿Verdad? —cuestionó incrédulo—. Por lo menos, Valía la pena volver a intentarlo. Pero no creas que me daré por vencido tan fácilmente. Soy muy persistente—dijo con voz picara, para acto seguido marcharse a su oficina.

Sonreí, al verlo marcharse a su oficina, y por más que quisiera ocultar mi emoción al haber recibido otra invitación de él, tuve que contenerme, lo que menos quería era el de ser muy obvia.

 Mientras tanto, Steven en su oficina, tomaba el intercomunicador, para pedirle a Rebeca, se presentará en su oficina, pues necesitaba sus consejos de manera urgente.

—Buenos días Steven, ¿Qué has hecho esta vez? —pregunto la pelinegra con fastidio, tomando asiento en el sillón.

—¿Por qué ustedes las mujeres son tan complicadas?

—Adoramos que nos rueguen. Aunque no todas, por ejemplo, las... señoritas que te acosaban... esas caían muy rápido.

—Te comunico, que ya terminé con ellas de una vez por todas.

—¿Estás... estás hablando enserio? —cuestionó incrédula.

—En efecto. Ellas no me interesan—respondió, poniéndose de pie y mirando por el gran ventanal, que daba hacía el parque central.

Un amor inesperadoWhere stories live. Discover now