VII: La noche del Lobo, otra vez

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Su mente se nubló.

La luna roja había sido la noche anterior, ¿cómo era posible que se repitiese?

Un gruñido sobrenatural resonó a la distancia, haciendo que Jeonghan corriera desesperado de regreso a los campos.

Al llegar notó que todo era un caos. La gente corría hacia los botes para remar en dirección a sus respectivas aldeas. Era más seguro por agua que por el sendero de tierra, donde el Lobo podría alcanzarles fácilmente.

Jeonghan no logró encontrar a su hermano ni a sus amigos. Todos iban de aquí allá hacia los botes, así que Jeonghan se acercó al río para tratar de encontrar un rostro familiar.

En un bote que comenzaba a alejarse, Jeonghan vio a Seokmin y a Soonyoung, los amigos de su hermano. Rápidamente se metió al río y nado unos metros hasta alcanzarles.

—¡Chicos! —exclamó Jeonghan agitado y logró llamar su atención.

—¡Sube! —Seokmin extendió su brazo hacia Jeonghan y le ayudó a subir.

—¿Dónde está Jisoo? —preguntó Jeonghan mirando a la personas.

—Jihoon y él se marcharon en otro bote —respondió Seokmin.

—¡La luna llena fue anoche!

—¡Tendríamos que haber estado a salvo hoy!

—¡Ha vuelto la luna de sangre!

Gritaban todos con temor. Más temor del común, porque la luna roja los había agarrado desprevenidos.

Ahora todo y todos estaban en peligro.

Al llegar a la aldea, bajaron de sus botes y cruzaron los enormes portones.

—¡Ha vuelto la luna de sangre, todos a sus casas! —exclamaba el alguacil desde la torre de vigía —¡Es noche del Lobo! ¡Encierren a sus animales!

Jeonghan saltó del bote y corrió a su casa con la esperanza de que todo estuviese bien allí. Al ver a su hijo menor, Han Soo exclamó un suspiro de alivio.

—Gracias a Dios, Jeonghan —la mujer rodeó al castaño por el abdomen y le apretó unos segundos.

—Madre...

—Estás empapado, ¿te metiste al río? —su madre le cuestionó.

—Sí, para alcanzar el bote donde venían Seokmin y Soonyoung. De no haberlo hecho, seguramente seguiría atascado en los campos.

—Apenas notamos la luna llena, tu padre salió corriendo a buscarles —Han Soo vio tras su hijo —¿Por qué Jisoo no vino contigo?

—Él vino en otro bote con Jihoon. Pensé que ya estaría acá —Jeonghan vio hacia el interior de la casa, pero no había nadie más.

Han Soo miró tras la espalda de su hijo. Muchas personas seguían entrando en la aldea, pero su esposo y su hijo no se veían venir.

—Tu padre debe estar con él. Entra y ponte algo seco, luego métete a la cama. Estás temblando del frío.

Jeonghan se retiró sus zapatillas y entró en el calor de su casa. Bebió un tazón de té caliente y luego se adentró en su habitación. Su madre le había preparado un recipiente con agua tibia y un pañuelo para que pudiese limpiarse el rostro y las manos antes de dormir.

Mientras se desvestía y dejaba a la vista su delgado cuerpo con notorios huesos, oyó la lluvia transformarse en granizo. Se avecinaba el invierno y la tormenta era fría, rugiente como un dios airado. 

Jeonghan se preguntó por Seungcheol y temió por Jisoo.

Se produjeron unos relámpagos, tras los cuales la oscuridad volvió a engullirlo todo. Envuelta en nubes de tormenta, la luna parecía impura, su luz rojiza marcilllaba el cielo.
  

    
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Han Soo colocó dos tasas de té caliente sobre la mesa del comedor. Su hijo menor y su esposo estaban sentados allí sobre el suelo, comiendo el desayuno.

—Entonces, ¿Jisoo se quedó a dormir en casa de Jihoon? —la mujer rompió el silencio, sentada en un taburete mientras trabajaba con sus manos un montón de masa almidonosa e inelástica.

—Eso dijo anoche —Jung Gi respondió, devorándose un tteok de un sólo bocado.

Eran los pasteles de arroz de su madre, el desayuno favorito de Jisoo, pero este se los había perdido por estar fuera.

—Le dije que estuviese listo temprano —dijo Jung Gi y después miró a Jeonghan —Terminarémos el desayuno e iremos a recogerlo, para luego irnos a trabajar.

Jeonghan tenía dos palillos entre los dedos, con los cuales se llevaba los pedazos de tteok a la boca.
Se había deborado tres pasteles como desayuno, e iba por el cuarto.

—Por favor, Jeonghan, antes de que se marchen, ¿podrías ir a buscar un poco de agua para los animales del establo? —pidió Han Soo adoptando un tono de cansancio —Yo debo terminar el almuerzo y luego ponerme a barrer.

—Sí —contestó el joven demasiado rápido —Iré, madre.

—Jeonghan, creo que es el momento para hablarlo...

El castaño sintió su abdomen helarse cuando escuchó tales palabras salir disparadas por la boca de la mujer.

¿Acaso se habían dado cuenta de quién era en realidad? ¿Acaso Jisoo había traicionado su confianza y le había contado a sus padres que él gustaba de Seungcheol?

—¿Hablar... de qué? —preguntó impaciente y preocupado.

—Te hemos prometido en matrimonio.

—¡¿Qué?! —Jeonghan se puso de pie inmediatamente.

—Supongo que sabes de Jingwan, la aldea más cercana al sur —Han Soo dijo —Desde allí han venido a buscarnos los padres de una chica, ella dijo verte en la cosecha y quedar encantada contigo.

—¿Pero qué? ¿Por qué? —Jeonghan negó con la cabeza —Ni siquiera me han preguntado antes sobre mi opinión —miró a su madre y regresó a su padre —Ni siquiera conozco a nadie de Jingwan.

—Es una buena muchacha, hijo. Su nombre es Sowon. Su familia son los Kim, los más adinerados de su aldea... Es una buena mujer, lo que siempre he querido para tí.

—Además, nos vendría de mucha ayuda su matrimonio —dijo el padre de Jeonghan, bebiendo té como si nada —Sabes que nosotros apenas tenemos para comer y vivir.

—Pues no pienso casarme —Jeonghan apretó los puños —No es lo que yo quiero.

—Jeonghan, sé que ahora dices que no, pero deberás empezar a considerarlo y aprender a quererla —Han Soo insistió.

—Ella está muy interesada en tí. Inclusive, sus padres nos ofrecieron animales y carne —Jung Gi añadió.

Jeonghan exclamó un sonido de ira y se dio la vuelta ignorando los llamados de sus padres. Agarró sus zapatillas y salió de casa lo más rápido que pudo.

Se negaba, se negaba rotundamente.

狼 red cape boy › jeongcheolWhere stories live. Discover now