XIV: Fe

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Jeonghan se despertó.

Habrían pasado unas tres o cuatro horas desde que se sumergió en aquel profundo sueño. Despertó porque escuchó un ruido y en cuanto abrió los ojos, notó que había oscurecido afuera.

Se sentó en el sofá donde estaba y se talló los ojos, sintiendo una segunda presencia en la cabaña.

-—¿Abuela? —pronunció el castaño poniéndose de pie. No recibió respuesta.

En la cocina se escuchaban ruidos y movimiento. Jeonghan se acercó con precaución y a través de la puerta estilo shoji, notó una sombra extraña.

—¿Abuela? —volvió a preguntar en voz baja.

Cuando terminó de cruzar la puerta, se encontró con la mujer agachada bajó la mesa de la cocina: estaba allí buscando los platos para servir la comida.

—No deberías estar ahí... Me hubieses pedido el favor a mí.

—Jeonghan —respondió la anciana regresando a su posición común y sosteniendo dos tazones —Te despertaste ya... Te hice un poco de Sujebi.

Jeonghan se acercó al fogón y vio el caldero lleno de su sopa favorita. La abuela también había preparado té caliente para beber.

—¿Puedes ayudarme llevando esto al comedor? —pidió la anciana, acariciando rápidamente el hombro de su nieto —Debemos hablar.

Jeonghan asintió y obedeció. Una vez estuvieron sentados en el comedor, Jeonghan esperó a que su abuela hiciera su típica oración a su Dios antes de empezar a comer.

—¿Quién regresará, abuela? ¿Regresará alguno?

—No lo sé, Jeonghan —contestó ella tras pasar bocado —¿Tú pensabas ir tras ellos? ¿Por qué te escapaste y terminaste aquí?

—Sentí que debía hacer algo por él... —Jeonghan bajó la mirada —Pensé que si iba con los demás hombres de la aldea, podríamos atrapar al Lobo y vengar a Jisoo, pero tengo un mal presentimiento.

El castaño dejó la cuchara a un lado mientras se abrigaba aún más con su capa roja. Hacía frío.

—No te puedes culpar, cariño —la abuela dijo —No hay nada que podamos hacer por Jisoo después de su muerte, pero sé que él estaría muy triste de saber que te escapaste de casa sin decir nada.

—Abuela, no escapé de casa porque sí... más bien, escapé de aquel infierno —Jeoghan protestó y bebió té caliente —Ese matrimonio... Siento que me vendieron.

—Es porque hay alguien más, ¿verdad? —ella se inclinó hacia delante.

—Había —Jeonghan respondió corto. No podía soltar demasiada información sobre sus raras preferencias —En todo caso, todo lo que le preocupa a mi madre es el dinero, y mi padre está tan ebrio como para si quiera percatarse de la mitad de las cosas.

—Cuando era joven —empezó a decir la abuela —Nadie sabe exactamente cómo, pero el Lobo era capaz de atraer a familias enteras fuera de la aldea, y allí las atacaba...

—Pero las muertes cesaron cuando ustedes empezaron a sacrificar animales para apaciguarlo —dijo Jeonghan.

—Sí, pero eso fue tras un largo periodo de brutalidad. Fue entonces cuando se implementó el uso de las campanas, pero seguíamos escuchando esos cuatro tañidos todos los meses... En realidad, no creo que los hombres logren dar con el Lobo.

La abuela finalizó su comida y se levantó de la mesa.

—Durante siglos, han habido hombres más fuertes, más valientes, más de todo, y nadie ha podido hacer nada. Ya estoy vieja, y con el tiempo he ido perdiendo la fe...

—Y ahora tuvimos que esperar hasta que el Lobo matara a Jisoo para hacer algo —Jeonghan negó, suspirando con pesadez.

La abuela bajó la mirada y después tomó los platos sucios para irse a la cocina.

—Te ayudaré con eso, abuela. Recuéstate —el castaño le siguió.

· ·


En el interior de la montaña, los bravucones de la taberna habían dejado paso a la inquietud del silencio.

—Es por aquí —oyó Mingyu al alguacil. Cuando le miró, le vio señalar hacia un túnel que descendía a un antro de oscuridad.

—No es seguro —dijo otro hombre del grupo —Ni siquiera podemos ver qué hay ahí dentro.

—Nosotros iremos por el otro desvío —propuso Seungcheol señalando a los hombres más cercanos a él.

—Cierto. Deberíamos dividirnos —dijo otro.

—Como les parezca oportuno —escupió el alguacil, que avanzaba sólo mientras los demás evaluaban sus opciones y tomaban su decisión.

Así, sin más que decir, los hombres se dividieron en dos grupos, y mientras Seungcheol y unos cuantos más tomaban un desvió para entrar por otro lado, Mingyu, su padre y el resto de hombres se fueron tras el alguacil.

A sus suertes.

狼 red cape boy › jeongcheolWhere stories live. Discover now