XXII: Acusado

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Jeonghan se levantó del pozo y se sacudió la nieve de su capa roja como el vino, cuando oyó unos gritos procedentes del granero del pueblo.

Se dio vuelta viendo que un grupo de personas corrían en dirección al lugar, así que él se les unió y al llegar, vio a dos soldados sosteniendo con fuerza a un chico.

Frente a este, estaban el padre Jaeheon y el padre Lee.

Cuando se acercó un poco más, notó que aquel chico era Chan, el hijo de una mujer que en secreto te leía las cartas del tarot.

Chan tenía una enfermedad rara, algún tipo de retraso mental que no le permitía hablar muy bien. Aquello no le impedía ser ágil con las cartas al igual que su madre, pero para su mala suerte, un soldado de Jaeheon lo había encontrado jugueteando con ellas.

Jeonghan lo conocía, era el chico que disfrutaba de ir por ahí haciendo trucos de magia con las cartas, era el chico que había hecho el espantapájaros de los campos, era el chico que había encontrado el cuerpo de su hermano sin vida.

Ahora estaba allí retenido, sacudiéndose como si se hallase cubierto de insectos invisibles.

Uno de los arqueros de Jaeheon alzó su arco en dirección a Chan y en ese momento entró su madre, se abalanzó sobre el arquero sólo para ser detenida por los demás soldados.

—Yo lo vi en el festival —Jeonghan alzó la voz, abriéndose paso entre la gente e intentando atraer la atención de Jaeheon —No pudo haber sido él. Él no es el Lobo.

—Quiero que lo interroguen —ordenó Jaeheon a sus hombres, ignorando al castaño —Sólo miren su actitud...

Ni siquiera su propia madre daba la cara por él. Keum Jo, después de ser apartada por los soldados, se sentó aturdida en un cubo de paja.

No podía levantar la vista, sólo podía mirarse las manos y preguntarse qué sería de su extraño y dulce hijo.

Nunca había sabido qué hacer con él. Ella nunca lo pidió, y de esa manera ella misma se absolvía de toda culpa.

—Su lengua es retorcida —sentenció Jaeheon —Practica magia negra, tiene cartas de tarot.

—¡Está enfermo! —gritó una aldeana, en un intento por explicar su extraño comportamiento.

—¡Tiene tan sólo catorce años! —dijo otra persona.

Jaeheon se volteó hacia Jeonghan.

—Esto fue hallado cerca del cadáver de tu hermano —el padre mostró al castaño una carta del tarot estropeada: la Luna, una carta asociada con la oscuridad y el alma.

—Él es diferente —dijo Jeonghan con la cabeza en alto —Eso no lo convierte en culpable.

—Los inocentes no huyen, él debe huir de algo...

—Si los inocentes han de ser injustos, prefiero contarme entre los culpables.

Jaeheon se quedó en silencio y luego hizo una seña con la mano. Sus hombres arrastraron a Chan fuera de allí, mientras la gente protestaba detrás.

—¿A dónde lo llevan?

—¿Qué harán con él?

—Haga algo padre Lee, por favor —pidió Jeonghan al hombre, pero él se quedó mirando al frente y no respondió.

Se apartó para dar paso a los soldados que se llevaban a Chan, mientras el chico se retorcía entre ellos.

· ·
 

—No puedo, Jihoon —repitió Seokmin, siendo prácticamente arrastrado por sus dos amigos hacia el refugio de Jaeheon, donde se habían metido con Chan minutos antes.

—Vamos, Seokmin, debes contarles todo lo que sabes —Jihoon insistió, obligándole a seguir caminando.

—Que no puedo —volvió a decir Seokmin —Jeonghan me pidió que no le contara a nadie, y lo arruiné contándoselo a ustedes. No puedo decírselo al padre Jaeheon también.

—Chan es un buen chico. Está enfermo y medio loco, pero es inocente —Jihoon habló —No podemos permitir que le hagan algo injustamente, cuando el verdadero culpable está libre.

—Pero Jeonghan es el hermano de Jisoo, nuestro mejor amigo...

—Jisoo ya está muerto, y Jeonghan nunca tendrá su lugar —Soonyoung aclaró.

Los tres llegaron a la puerta del refugio, donde habían dos soldados custodiando.

—¿Están seguros de que esto es lo correcto? —Seokmin pasó saliva mirando hacia la puerta.

—Por supuesto —Jihoon se dirigió hacia uno de los soldados —Necesitamos hablar con el padre Jaeheon. Tenemos el nombre del verdadero brujo.

· ·


Jung Gi mantenía la guardia junto al fuego mientras Han Soo descansaba en la cama. 

Camino de regreso a casa, Jeonghan estaba asombrado por lo que había visto en el granero. Adentrándose por la hilera de Hanoks, vio a dos niños jugando con carritos de barro y recordó a Jisoo.

Pensó en cuánto desearía haber podido tan siquiera despedirse de su hermano.

Entró a casa, se retiró sus zapatos negros y pasó de largo a sus padres, metiéndose en la cocina y bebiendo una taza de agua. 

De repente se escucharon fuertes golpes en la puerta, los cuales alertaron a la familia.

Jeonghan se imaginó aquellas garras enormes rasguñando la madera, y aquellos colmillos descomunales arrancando pedazos de la puerta. La madera acabó hecha pedazos, pero el Lobo no entró: eran dos soldados que invadieron la casa y tomaron mando sobre ella.

Jung Gi se levantó de su silla pero estos lo apartaron de un empujón. Fueron tras Jeonghan, le agarraron a la fuerza y lo arrastraron al exterior.

Han Soo no se despertó en ningún momento.

—Cuéntales lo que me has contado a mí —ordenó Jaeheon, recostado sobre la barra de la taberna.

Seokmin estaba de pie frente a Jeonghan, pero no le miraba.

La taberna se había transformado en la sala de un tribunal. No quedaban bancos ni espacio disponible por el gentío que había. Unos miraban desde el segundo piso, desde las ventanas o desde la puerta.

Jeonghan se encontraba atado a una silla en medio de la sala, para que todos le vieran. Los soldados, armados hasta los dientes, hacían guardia en cada una de las salidas.

Jeonghan había visto entrar a Seungcheol. Que duro era para el pelinegro ver al otro en esa situación... Se quedó solo, en la esquina más alejada.

—Trepa los árboles más altos —Seokmin pronunció con voz temblorosa —Es más veloz que el resto de los chicos. Viste una capa roja como el vino...

La cuerda se hundía en la piel del castaño mientras el otro seguía.

—Y puede hablar con los hombres Lobo. Yo lo he visto con mis propios ojos.

El joven oyó el grito ahogado de los aldeanos, al tiempo en que Seokmin bajaba la cabeza de la vergüenza. Se sentía mal, él sí había llegado a considerar a Jeonghan como un amigo.

Jihoon y Soonyoung permanecían neutros, un poco más atrás.

—¿Niegas la acusación? —cuestionó Jaeheon a Jeonghan.

Él se sintió inerte.

—No. No la niego.

狼 red cape boy › jeongcheolDonde viven las historias. Descúbrelo ahora