Parte 88

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Cameron

Cameron se despertó por el llamado al rezo musulmán que es característicode Egipto, ese cántico que inundó todo la habitación de su hotel y acabó con su sueño, así que con cierta dificultad y dolor se movió por la cama y carraspeo con fuerza para por fin poder sentarse en la cama.

Es de mañana y los rayos de sol entran por la ventana, la cuál deja entrar un poco de aire, sin embargo busco por la cama un cuerpo, en especial, a esa egipcia de cabello negro y ojos enigmáticos  pero al no encontrar nada se puso en pie, tomó una ducha con sumo cuidado y haciendo un par de gestos de dolor, se cambió de ropa.

También tomó un par de analgésicos mientras se pregunta que pasa con esa egipcia, de hecho la buscó por toda la habitación, pero solo encontró libros viejos y sus cosas, por lo regular ella siempre se escapa de esa manera, sin avisar y obviamente sin él, digamos que Cameron ya está acostumbrado a las locuras de una reina del pasado, así que a pesar del terrible dolor de su herida, puso buena cara y bajó al restaurante del hotel.

Pero una extraña anciana tomo asiento delante de él, haciendo temblar las tazas de café de la mesa y moviendo los platos de comida por su fuerte movimiento.

— ¿Amunet? ¿Que haces aquí en Él Cairo? Creí que te habías quedado en el pasado — Dijo mientras la mira con ojos confusos, sus guardias trataron de acercarse a él para protegerlo, pero Cameron se los impidió y enfocó su mirada en esa cara arrugada — ¿Qué es lo que buscas? —

Pero esta vez Amunet no viene de forma amable, no tiene esa típica sonrisa socarrona de una abuela de cientos de años, parece cansada, harta de la vida, con una pesadez que carga en sus hombros y una sombría que cubre sus acciones, sus ojos negros son cuencas vacías y su rostro está delgado y demacrado, como una momia viviente.

¡¿Qué demonios le pasó a esa anciana?!

— No tiene que seguir buscando por toda la ciudad, puede decirle a sus guardias que se retiren, yo tengo a su hija, yo la raptó de Londres y por cierto lamento que uno de mis ayudantes le haya disparado, eso no era parte del plan, porque aquí, usted primer ministro, es el único que razón con inteligencia — Amunet sbrio su bolso y saco una cigarrillo llenando de humo la mesa — Cometimos un error, uno grave, muy grave y que nos causará problemas a todos, para salvar la vida de Cleopatra debíamos dejar algo a cambio, los dioses siempre pueden aldo a cambio, en ese viaje al pasado debimos dejar morir a su hija, debimos dejar que las arenas se la tragaran —

Cameron frunció el ceño confundido, se acercó mucho más a la mesa y fulminó con la mirada a esa vieja anciana.

— ¿Me está querido decir que debíamos matar a mi propia hija? — Dijo con clara molestia en la voz, arrastrando sus palabras en una fina advertencia — Olimpia es una niña pequeña y normal, claro que viajo al pasado pero apenas tiene recuerdos de eso, ella no tiene nada extraño...—

— Ella ve cosas que no debería, escucha las voces en el viento y revive los recuerdos del pasado, secretos, que solo deben vivir en el pasado — Dijo al interrumpirlo vilmente y soltar el humo de su cigarrillo — Si la orden del tiempo descubre que ella tiene ese don la querrán, tu jamás volverás a verla, la torturaran y tu desearás haberla dejado en el pasado —

Cameron se puso en pie, su cabeza duele, el dolor de la herida lo está matando y no tiene porque escuchar las locuras de esta anciana, abrió su billetera y sacó un par de libras dejándolas en la mesa.

— No quiero que te vuelvas a acercar a mi hija ¿Lo entiendes? — Dijo en una clara amenaza— No quiero que ni una mierda relacionada a Egipto la persiga —

Pero justo cuando estaba a punto de caminar para alejarse y pedirle a sus guardias que siguieran a esa mujer, la anciana soltó un par de palabras que lo dejaron helado.

— Sino acabas con ella, tu, su propio padre, Egipto sufrirá una terrible consecuencia, una, que matará a miles de personas ¿Tú escoge, prefieres la vida de una niña o la de cientos de personas?

Cameron se acercó rápidamente hasta una de las grandes ventanas del restaurante del hotel, lo hizo en cuanto la gente a su alrededor comenzó a gritar y correr despavorida, tirando platos y vasos al piso, soltando aullidos y dejando desastres a su paso, elevó su mirada y vio el cielo, una oscuridad perturbando cubre todo el cielo egipcio, algunos dirán que es la peor tormenta de arena en siglos, pero el y esa vieja anciana sabes que eso es provocado por algo mucho peor. 

Las calles están hechas un caos y en cuanto más va caminando esa oscuridad, la ciudad se sume en un caos, desde choques hasta edificios sin luz, sin duda habrán personas muerta y un primer ministros se dedica a salvaguardar la vida de los ciudadanos, a pesar de todo.

Así que se acercó de nuevo a esa anciana con el terror invadiendo su cuerpo, pero con la mirada firme, decidido a acabar con esa niña que causara un desastre.

— Esta bien, lo acepto Amunet — Dijo con una firmeza en su voz que nunca antes había tenido — Seré yo quien acabé con la vida de mi hija, sin importar lo que haga Cleopatra, solo llévame hasta ella — 

Amunet asintió y sacó una larga, vieja y rara daga que dejó sobre sus manos, es una de esas dagas que quizá usaban los viejos sacerdotes egipcios, porque tienes extrañas palabras escritas en la hoja y un extraño amuleto en el mango, pero Cameron la tomó y la guardo entre su camisa.

— Tienes razón, Cleopatra tratará de detenerte, quizá te odie después de esto, pero ella alguna vez fue una reina y dabe que a veces se deben hacer cosas malas — Amunet se acercó y dejó un frío beso en su mejilla — Cuando sea el momento indicado primer ministros, debe clavarle esta daga en el corazón, esa niña no es su hija, no lo es —

Erase Una Vez Cleopatra. (Saga Faraones de Egipto Libro 1) Where stories live. Discover now