Capítulo 6

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— ¡Me vas a sacar un ojo!

Me estoy riendo como hacía tiempo que no me reía. Íngrid está tratando de hacerme el eyeliner y creo que es un poco inexperta en esto de maquillar a otras personas. Podría hacérmelo yo, claro está, pero es que íbamos a maquillarnos de forma sorpresa la una a la otra. Eso sí, ya no estoy tan segura de que eso fuera una buena idea...

— Joder, ¡lo siento! Estoy tan acostumbrada a que me maquillen que he perdido práctica en hacerlo yo —comenta mientras atrapa su labio inferior con los dientes, mirándome con consternación.

— No te sientas mal, no pasa nada. Mira, deja que yo me haga esto y tú sigues con todo lo demás, ¿te parece?

La prometida de mi hermano asiente con la cabeza y se deja caer sobre la otra silla que hay frente al tocador. Me sitúo más cerca del espejo para hacer una raya perfecta y luego me giro hacia mi amiga sonriente.

— ¿Ves? Ya puedes seguir.

— Soy inútil —anuncia mientras deja escapar un suspiro.

Frunzo el ceño, porque siento que lo ha dicho con voz demasiado seria, y me giro hacia ella. Está cogiendo la paleta de sombras de ojos, tratando de darme la espalda, pero logro ver su mirada, que parece... triste.

— Oye, Íngrid... ¿Ocurre algo? —pregunto mientras cojo con suavidad la paleta que ha cogido y la dejo sobre la mesa, dándole después la mano.

— Es que... —comienza con la voz temblorosa—. ¿Voy a ser buena madre? Me lo dan todo desde que tengo memoria, no puedo ni siquiera hacer bien un maldito eyeliner.

— Por favor, claro que serás una buena madre. Si bien es cierto que aún no he visto mucho de ti, he podido comprobar que eres una persona dulce, con las ideas muy claras y muchísimo amor por dar. No sé cómo te criaron o cómo será tu día a día, pero si hay alguien listo para cuidar a un pequeño ser humano, esa eres tú —Le doy un ligero apretón en la mano y la miro con una media sonrisa—. Además, ¿qué recién nacido necesita que le hagan la raya del ojo?

Con este último comentario logro que la pelirrubia deje escapar una carcajada, además de tener los ojos llorosos por mis palabras. Se lanza sobre mí sin importarle estropear su maquillaje y me abraza con fuerza, haciendo que la silla se tambalee ligeramente.

Me ha dolido mucho ver esta inseguridad en la futura mamá, porque parece una persona maravillosa, con un corazón gigante. Le prometo que todo irá bien después de la sesión de abrazos y ella me sigue maquillando. El resultado es muchísimo mejor de lo que me esperaba. Ha utilizado unos tonos grises y plateados que me dan un aspecto misterioso y atrevido.

— Te prometo que me encanta —digo con sinceridad mientras me contemplo en el espejo con una sonrisa en el rostro—. ¡Ya estamos! Ahora solo queda vestirnos.

Íngrid asiente con la cabeza y corretea hasta su vestidor. Porque sí, tiene un vestidor gigante con miles de zapatos, bolsos, cinturones y muchísima ropa preciosa. Es lo que tiene una ser modelo medianamente famosa.

Mientras ella rebusca entre sus cuatrocientos vestidos (bueno, igual soy un poco exagerada), saco el vestidito negro que traje perfectamente doblado en la mochila y los tacones. Me cambio rápidamente, porque tampoco tiene mucha complicación y me quedo esperando sentada sobre la enorme cama de matrimonio a que mi cuñada salga.

Cuando finalmente aparece con un precioso vestido aterciopelado de color verde esmeralda me quedo boquiabierta. Es ajustado y realza su figura, así que le sienta genial.

— ¡Madre mía! Estás espectacular, nena.

— Tú tampoco estás nada mal. Porque ya me ha pillado tu hermano, que si no... —bromea mientras que guiña un ojo en mi dirección.

El baile de la mariposaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora