Capítulo 26

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Blus se levanta de su trono, alza su dedo índice, el cual hace una luz celeste, lo mueve un momento, entonces de la nada siento como me separo de Océano, ambas caemos al suelo.

Yo mantengo mi cabello rubio y bien cuidado, mientras ella tiene el pelo celeste y bastante enmarañado.

Ahora sí parece una loca.

—Así está mejor. —Se ríe Blus.

Ambas nos levantamos, Océano se mueve el cabello de la cara y mira al dios de mala manera.

—¿Qué pretendes? —se queja ella.

—Quería ver cómo se ve la actual Océano. El tiempo no te han sentado bien, querida. Hasta Desierto te supera en eso, cuídate un poco, mujer.

—Tengo el mismo rostro de siempre. —Se toca el cabello—. Solo he estado ocupada y no he tenido tiempo de arreglarme, no me compares con esa tonta.

—Un chasquido de dedos no te cuesta nada —se burla.

—Se ve que estás muy entretenido para prestarme atención —opino.

Blus gira su vista hacia mí, sin dejar de sonreír ni un momento.

—Perdón, estoy obsesionado. —Se ríe—. Será divertido jugar con alguien que no me odia tanto ni me ama demasiado.

—¿Quién te ama a ti? —se burla Océano.

—Ah, sí han oído el chiste de Morket, las reconocerán enseguida. —Chasquea los dedos.

En el lugar que es totalmente blanco, se abre una puerta en la nada, entonces llegan algunas chicas. Tienen orejas puntiagudas, visten ropas verdes, unas pocas sostienen armas, como arcos y lanzas, son las más tranquilas. Las alborotadoras se lanzas emocionadas sobre él sin ninguna delicadeza. Una se cuelga a su espalda, otra se agarra de su brazo y una tercera se arrastra, para abrazar su pierna.

El dios ni se inmuta.

—Son mis ninfas —Blus las presenta—. Se parecen mucho a las de los bosques, pero en vez de ser territoriales con su hábitat, lo son conmigo.

—Así que esas cosas te aman —opina Océano—. Siento lástima por ellas.

—Yo tengo curiosidad —aclaro—. Hablas de un juego, supongo que lo haces con ellas, porque no tienes con quién más jugarlo, así que vas a cambiarlas por nosotras.

Las ninfas me miran de mala manera y hasta gruñen como animales. Sus facciones se vuelven un poco más animalesca que humanas. Dientes filosos, ojos alargado, rostros formando hocicos pequeños.

—Tranquilas —dice Blus—. Tiene razón —aclara calmándolas—. Me disculpo por eso, a veces parecen hienas rabiosas y por momentos perritos obedientes. —Se ríe.

—¡No es justo, Blus! —se queja una—. ¡Yo quería jugar!

—¡Era mi turno! —grita otra empujándola.

—Señoritas, hoy no. —Las detiene otra vez solo con una orden—. Veinticuatro. —Mira a una—. ¿Te las llevas? Por favor.

Esta asiente, parece más tranquila que las demás. Separa a las que discuten y forcejea con la que no le quiere soltar el pie al dios.

—¡Trecientos doce, ya suéltalo, es una orden!

—¡Ufa! —se queja.

Las vemos irse luego de todo ese espectáculo, y Blus se queda pensativo mirando a Veinticuatro, que es la última que se retira.

—¿Algún problema? —se burla Océano.

—No, ya lo descubriré —aclara Blus—. ¿Dónde estaba? —Se pone pensativo—. Ah, sí, en que íbamos a jugar.

—Ya quisieras. —Se cruza de brazos Océano.

—Seré juez y verdugo, será divertido, hasta imagino un sistema de puntos y todo, a la que gane le concederé un deseo.

—Estoy de acuerdo —aclaro—. Por eso vine a ti, Océano tiene muchas ventajas y no me parecía justo. —Me miro las uñas.

—¡¿De qué lados estás?! —se queja ella.

—Del de Jacky. —Bajo la mano.

—Pero Rebecca —expresa Blus—. Te subestimas, no dejaste que Océano te cambie la historia y también eres parte de ella.

—Sí, pero tiene experiencia, y estás obsesionado con ella, creo que estoy en desventaja también en este juego, pero confío en que... —Me acerco a su rostro y poso mi mano en su yukata—. Serás neutral —expreso en un tono tentador.

—¡Qué asco, no le coqueteés! —se queja Océano otra vez.

Me aparto de Blus y camino hasta su trono, me siento allí como si nada, entonces me cruzo de piernas de manera seductora.

—No te preocupes, Océano, los seres que más detesto, son esos que tiene algo entre sus piernas, así que no va a llegar a ningún lado conmigo. Aunque siempre han sido mi maldición, por lo tanto he sabido aprovecharme, pero esto seguro ya lo sabes.

—¿A dónde quieres llegar? —consulta ella mientras Blus continúa en silencio y sonriente escuchando.

—Que sé dónde me estoy metiendo, ¿y tú?

El que no arriesga no gana, y yo juego con todo cuando tiro mis cartas.

Belleza de los Sueños #5Where stories live. Discover now