Capítulo 30

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Rebecca

Tengo que seguir buscando datos sobre la maldición, o al menos hallar mi subconsciente, si encuentro el collar estaré más cerca de la respuesta.

—No te vayas muy lejos —acota Morket, yo continúo caminando y él me sigue—. Solo puedo estar en tu sueño —me recuerda y me detengo, así que hace lo mismo.

Doy la vuelta a mirarlo.

—No necesito que me cuides, y si quiero modificar mi sueño lo haré yo misma, así que puedes irte.

—No voy a dejarte, al menos hasta que vuelva Askar, no debe faltar mucho para que inicien las pesadillas.

—No caeré, así que...

—Seguro lo escuchaste, pero lo repetiré, Askar es tu estabilidad mental —me interrumpe para explicar—. Pero no porque sea tu esposo, sino porque es un portador de sueños, o sea como aquellos objetos que se usan para alejar a las pesadillas.

Enarco una ceja.

—¿Te refieres a un atrapasueños?

Asiente.

—Exacto.

—Genial —exclamo con sarcasmo y me cruzo de brazos—. ¿Qué es lo peor que podría aparecer?

—Quizás recordar mi muerte. —Escucho detrás de mí.

Creo que le di lugar a las pesadillas al preguntar eso. Necesito estar más atenta a lo que pienso. Aunque controlar la mente siempre ha sido un reto para cualquiera.

Bajo mis manos y me giro a ver a la primera persona que asesiné.

—Te lo merecías —digo fríamente—. Me atacaste, yo solo me defendí.

Me empuja hacia la pared y se acerca a mi oreja.

—Sí, pero eso no es lo que te molesta.

—No lo escuches, Rebecca —pide Morket—. Solo intenta romper tu estado mental.

—¿Recuerdas el agua? ¿La sangre? —El hombre susurra en mi oído—. Qué horrible recuerdo. —Retrocede, entonces comienza a convulsionar.

Agua sale de todos sus orificios, agua que luego se convierte en sangre, cae al suelo y continúa sufriendo allí.

—No lo mires —me aclara Morket.

Pero la mente es tan poderoso, que siempre te obliga a recordar los sucesos más desagradables.

Respiro con agitación y al fin cierro los ojos con fuerza. Sin embargo vuelvo abrirlos cuando escucho la voz del hombre otra vez. Su cara está destruida, porque el agua ha salido por toda su piel. Y con su horripilante rostro, se ha parado y quedado mirándome fijo.

—¿Lo recuerdas? ¿Solo yo he sido? —pregunta el muerto.

El suelo del instituto se llena agua, es un lago y comienza a cambiar a un color carmesí. En las ventanas hay manchas de sangre que comienzan a aparecer también.

Cuerpos emergen de la profundidad.

—Son solo mortales —aclara Morket—. Eres mejor que ellos, no importa.

—A él le agrada —lo incluye el fallecido a la pesadilla—. Total tú le traes los muertos.

—Tergiversa lo que digo.

—¡Cállense, no puedo pensar! —Me cubro los oídos e intento avanzar para irme, pero el agua es muy densa para dar cada paso, así que termino deteniéndome, bajo mis manos y veo la sangre en estas—. Mierda.

—No puedes huir de tus emociones —aclara el fallecido.

Presiono con fuerza mis puños, me giro a mirar a todos los muertos y sonrío.

—Puedo con esto —confieso—. Es pasado, yo no me arrepiento de lo que he hecho. Sí, estuvo mal, pero era lo justo, me estaba defendiendo, ahora me defenderé otra vez y si es necesario lo haré mil veces más. —Alzo la mano y una ola se aproxima detrás de mí—. Porque yo soy el océano. —Mis ojos brillan y el agua arrasa con todos los cuerpos.

El hombre se agarra de una de las puertas para no ser llevado por la corriente, pero le es imposible sujetarse por mucho tiempo, así que es arrastrado por las aguas turbulentas.

—Eso fue excitante —opina Morket que se sentó sobre una ventana, seca sus lentes, pero al final los tira hacia atrás—. Siento subestimarte.

—Te dije que no necesito que nadie me cuide.

—¿Y puedes cuidarte de mí, traidora? —Oigo a un costado.

Miro hacia una puerta, la cual se destruye en pedacitos solo para agrandar un hueco y mostrar como si del otro lado estuviera una sala del castillo del Reino de los Siete Desiertos, todo dentro del mismísimo instituto, entonces me encuentro con el guardia con el que iba a escapar en el pasado, en la época en la que era una concubina.

Belleza de los Sueños #5Where stories live. Discover now