Capítulo diez

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Pasó una semana de toda aquella odisea, y Sana aún no había logrado levantarse de la cama desde entonces, había faltado a la facultad todos esos días, había apagado su celular para no tener que lidiar con nadie, ni siquiera había salido de su habitación para airearse.

Su madre, sin tener conocimiento alguno se estaba haciendo cargo de la, repentina depresión, según ella, que había atacado a su hija por sorpresa, estaba preocupada obviamente por su bienestar, le había preguntado varias veces qué había pasado, pero Sana no le quería decir, hasta que sugirió la idea de llamar a Dahyun, que fue cuando Sana sí dejó ver el problema, contándole todo a su progenitora.

La mamá de Sana se sintió mal, bastante, por la ruptura de aquella relación, aunque Sana no se lo contó con detalles, ni el porqué de su ruptura, a ella le pegó muy mal, a pesar de que le costó bastante aceptar ese amorío, terminó queriendo mucho a Dahyun, una vez que las pudo aceptar juntas.

Fue la peor semana de su vida, Sana no quería ver la realidad, estaba destrozada, no veía ni un rayo de luz en la oscuridad en la que se encontraba, no quería, se negaba a aceptar lo que estaba pasando, solo quería a Dahyun de vuelta, retroceder el tiempo y evitar todo esto, si lo hubiera sabido, jamás le habría presentado a Momo. A lo mejor suena un poco tóxico pero los hechos hablan por sí mismos.

Y en este preciso momento estaba tapada con un millón de sábanas, y abrazando una remera de Dahyun, que se había olvidado la última vez en su casa, quería sentir calor y tranquilidad, como lo hacía en sus brazos, olvidándose de todo a su alrededor, por lo que no encontró mejor idea que hacerlo de esa forma, para transportarse un rato, a pesar de todo.

—Sana. — entró su madre al cuarto, viendo el deplorable estado de su primogénita, una vez más.

La japonesa no quería ni asomarse por entre las cobijas, estaba cómoda en su miseria.

Como la niña no le contestó volvió a hablar. —Hay unas amigas tuyas abajo, Jihyo, Mina, y otra que se llama Tzuyu, cambiate porque ahora les digo que suban.

Y como por arte de magia, Sana se levantó de golpe pegando un grito a su madre. —¡Mamá no, diles que se vayan!

—No lo creo señorita, hace días que estás postrada en tu colchón sin salir de ahí, ya es hora de que salgas, y echa un poco de perfume porque apesta, y apestas.

La dueña de la habitación no pudo refutar, que vio a su madre salir por la puerta, no podía creer que su progenitora le estuviera haciendo esto, ni siquiera le dio tiempo para hacer lo que le dijo, que sus amigas ya habían subido y la veían con cara de asombro.

Lo primero que se le vino a la mente fue taparse con la frazada, no quería que sus amigas la vieran en ese estado, toda mugrienta y con el pelo revuelto, más lleno de nudos y seguramente bichos, parecía que estaba en descomposición.

La primera en salir de su asombro y hablar fue Jihyo. —¡Mmm Sana qué olor que hay aquí! ¿Hace cuánto no sales de tu habitación?

La mayor ni quería salir de su escondite, muerta de vergüenza, aunque fueran sus amigas, no evitaba el bochorno de la situación, sin embargo, Jihyo no le iba a permitir que la ignorara, por lo que se acercó a ella y le sacó las telas de encima, fijando sus ojos en ella, y analizándola bien de arriba a abajo.

Pero no duró mucho, porque le volvió a sacar las frazadas de la mano y se tapó de vuelta sin pudor, dejándose caer con fuerza sobre el colchón.

—Vayanse. — les dijo apenas audible.

—Ni creas, — contestó esta vez Mina sentándose en la cama, a su lado, lo notó por el peso que hizo sobre esta — Sana, hace una semana que no sabemos nada de ti, estamos preocupadas.

Third wheel || SaidahmoOnde histórias criam vida. Descubra agora