Epílogo

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Narra Darien

Es increíble como pasa el tiempo. Llevo algunos años de completa y total felicidad en compañía de mi amada Serena y los dos hermosos angelitos que la vida me envió.

En todo este tiempo no he hecho más que comprobar que las cosas que realmente valen la pena son aquellas que cuesta más trabajo conseguir, y es que para llegar a este punto tuvimos que pasar por mucho, pero estaba escrito en el destino que Serena y yo estaríamos juntos y se encargó de unirnos.

Este día en específico es muy especial, han pasado seis años desde que se llevó a cabo aquel proceso legal un poco trágico en el que en cierta forma y por triste que suene, todos obtuvimos lo que merecíamos, unos un castigo y otros más afortunados, la libertad física y espiritual que necesitábamos.

—Amor, los invitados están llegando ya— entró a la habitación Serena para   llamarme y también para ayudarme con ese incómodo nudo en la corbata que por más que intento no logro hacer.

Tan pronto como terminó de auxiliarme, ambos salimos tomados de brazo para bajar hacia el amplio jardín de la casa y celebrar los cumpleaños número seis de nuestra hermosa y curiosa Rini y el número 5 del tierno Mamoru.

El lugar se veía hermoso, y es que no era para menos, las dos mujeres de mi vida, mi madre y mi esposa, se habían encargado de la decoración. Ambas tenían un excelente gusto, por lo que sin ver lo que habían hecho, hasta ahora, tenía la completa confianza de que harían un gran trabajo y no me equivoqué.

Con gran sonrisa, mi hermosa Serena y yo, saludábamos a todos quienes arribaban, y mis hijos, por su parte, estaban más que emocionados pues con cada persona que llegaba agregaban un presente más a su enorme mesa de regalos. Puedo asegurar, sin temor a equivocarme, que hemos hecho de ellos dos niños felices y rodeados de amor no solo por nosotros, sino también por mi madre. Ella es una abuela sobreprotectora y cariñosa pero al mismo tiempo, estricta y justa que les da grandes lecciones de vida, sobre todo después de lo que pasó con mi hermano. Nadie nos enseña a ser padres, pero si en su intento de dar amor desmedido cometió un error, hoy lo está corrigiendo como abuela.

—Ha pasado tanto tiempo— escuché la voz de Seiya llegar justo detrás de mi. Hacia un año había salido de prisión y por fortuna aprendió a corregir su camino —Hola Serena— se dirigió a mi esposa dándole un cordial apretón de manos. Durante toda su estancia en ese centro penitenciario, ella y yo lo visitábamos una vez al mes. Durante ese período logramos entablar una buena relación, nuestro lazo se hizo más fuerte y en cuanto a Serena, puedo decir que lograron formar una amistad un poco hostil pero sana. Había cometido errores y no podía abandonarlo, aún con todo lo que había hecho, no dejaba de ser mi hermano y debía apoyarlo y tenderle una mano.

Era el turno de ingresar a la escena de Haruka y de Lita quienes realmente nos sorprendieron con una gran noticia. Ambos seguían sin querer casarse formalmente, pues para ellos un documento no definía el amor que sentían el uno por el otro, aunque esa pequeña barriga abultada que Lita tenía en frente de su cuerpo nos indicaba que se amaban completamente.

—Michiru salió hace un mes de la clínica psiquiátrica— esas palabras si que me dejaron preocupado y pensativo, aunque todo ese miedo pasó cuando Haruka me explicó lo que ella había decidido hacer —No te preocupes amigo, ella no interferirá en sus vidas. Tan pronto como fue dada de alta comenzó una nueva vida.  Además sabe perfectamente que al ceder los derechos legales de Rini ella no puede acercarse en lo más mínimo a ustedes o se metería en un grave problema legal, y te aseguro que no desea repetir la experiencia. Puedes estar tranquilo.

Eso sí que fue un alivio, pero lo que más me sorprendió fue cuando me contó que mientras se encontraba en tratamiento, Michiru había tenido una conexión especial con su psiquiatra personal, algo pasó y decidieron iniciar una vida juntos. No le deseaba nada malo, después de todo había sido mi pareja formal durante algún tiempo, y si lo pensaba bien, gracias a ella mi vida se iluminaba con las ocurrencias de Rini. Esa era una dicha que nadie me quitaría.

La celebración era todo un éxito, como una fiesta infantil, estuvo llena de globos, adornos con los personajes favoritos de mis dos pequeños, algunos brincolines inflables y desde luego, un show amenizado por un grupo de payasos muy divertidos.

Era el momento de partir el pastel y aún faltaba un invitado por llegar, pero dada la tardanza supusimos que no llegaría, aunque nuestros pensamientos se vieron interrumpidos justo cuando Rini gritó su nombre emocionada —¡Tío Zafiro!— y se hecho a correr a sus brazos como si en realidad supiera la verdad de su origen.

Se preguntarán por qué permití que él y mi pequeña tuvieran contacto, pues verán, su único error fue amar de más y sin conciencia. Cuando le notificaron sobre nuestros deseos de adoptar a Rini legalmente, él no tuvo objeción alguna en firmar la documentación, solo nos pidió que la cuidáramos y la amáramos como si fuéramos sus verdaderos padres. Sabíamos que esa desición le había causado gran dolor, pues en el fondo el deseaba verla crecer, así que llegamos a un acuerdo que nos beneficiara a todos, y fue así como terminó convirtiéndose en "el tío Zafiro" sin exigir nada a cambio.

El está conciente de que no cuenta con la suficiente solvencia económica ni la capacidad emocional para hacerse cargo de una niña, por lo que es feliz viéndola crecer rodeada de amor y conviviendo con ella de vez en cuando cuando viene de visita a casa.

Fue una verdadera fortuna que siguiera con vida después del disparo recibido. La vida le estaba dando una segunda oportunidad para hacer las cosas bien, por lo que Haruka y yo decidimos tenderle una mano. El hermano de Michiru inició un proceso en el que por suerte le habían devuelto sus documentos oficiales de profesionista y pudo ejercer nuevamente, y yo, por mi parte, intervine para que le devolvieran su puesto en el hospital. Después de todo, no podía ser juzgado por su amor excesivo a una mujer.

—Darien, es hora, ven— Serena me hablaba para compartir una rebanada de pastel con todos los presentes.

Finalmente, familiares y amigos, y desde luego, los pequeños festejados, nos colocamos en un arco de arbustos cubiertos con luces led amarillas para que un profesional de la fotografía capturara el feliz recuerdo de este día.

Con gran sonrisas en los rostros de todos, se realizó una impresión en color que enmarcamos y colocamos en una de las paredes de nuestra sala.

—Darien ¿Que piensas de todo lo que hemos vivido?— me preguntó Serena cuando ya nos encontrábamos en nuestra habitación y se recostaba sobre mi pecho para que la abrazara protectora mente.

—Pienso que todo fue como una película— le respondí al recordar todo lo sucedido desde el día en que la vi por primera vez.

—¿Te arrepientes de algo?— me cuestionó nuevamente.

—¿Cómo podría hacer algo así? Hay hombres que se sentirían culpables por hacer lo que yo hice. Pero definitivamente yo no soy uno de esos. Hoy puedo levantar el rostro y decir orgulloso que me enamoré de "la novia de mi hermano"

—¡Darien!— me respondió emocionada y con sus mejillas sonrojadas.

Tiernamente la sujeté del rostro y le di un pequeño beso en la frente. Ella era el amor de mi vida, no había duda de eso. Ella se dedicaba a amarnos a mí y a nuestros hijos, y a mi, por mi parte, me correspondía velar por su bienestar, aunque si lo pienso bien, siempre estuve al pendiente de ella desde el día en que se cruzó en mi camino y me hechizó para siempre.

La novia de mi hermanoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora