CAPÍTULO 20

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Para que Nueva York amanezca nublado en un día de verano, Natasha ya debía de hacerse a la idea de que las altas probabilidades de que no sea muy bueno eran más verídicas y confiables que las del canal del clima. Sucedía qué, luego del beso con Steve en la acera, había corrido despavorida hacia su habitación murmurando un corto "nos vemos". Por supuesto que no se aplaudía por eso y demás estaba resaltar que no tenía una idea de lo que estaba haciendo; mucho menos de lo que pasaba entre ellos dos. Ya estaba comenzando a sentir esa mezcla de cosas raras en su estómago, quiso llamarlo "los efectos secundarios del desayuno exprés", pero era evidente que la vida la odiaba lo suficiente como para hacerla sentir algo. Y estaba bien, todas las personas sentían. El dilema era por quién y cómo. No era fácil el hecho de que cada vez que se intenta no pensar en los "problemas", estos vienen solos. Y justo porque acabas de descubrir que tienes algo por la persona que ¿odias? Bueno, eso ella nunca lo había definido con exactitud; demasiado complejo de comprender y terminaba provocándose un dolor de cabeza fatal. A eso le podía agregar como cereza del pastel que Peggy se había puesto más pesada que de costumbre, y ahí estaba... Nada podría ser demasiado bueno y saborear el dulce sabor de la victoria o la paz absoluta. Pasaban cosas como esa.

Su día normal de oficina se había transformado en un interrogatorio sobre el partido en el Madison. María y Pepper no paraban de hacer especulaciones, aun con ello no había soltado ni una sola palabra, era mejor mantenerlo todo para ella misma por aquel entonces. Lo único bueno que podía rescatar de todo fueron los cincuenta dólares que se ganó en la apuesta, más allá de ello, nada. Steve no la había llamado tampoco, ¡para nada! Y se tomaba la libertad de llegar tarde.

Debía de admitir que ella tampoco le había marcado, mucho menos le había escrito. ¡Ya era bastante malo tener que vivir con su conciencia! Para empezar; eran dos adultos con una rivalidad ridícula y un roce terrible desde el primer momento en que se vieron, luego eran los mejores compañeros de aventura y hasta socios, por ultimo podría decir que simulaban ser una especie de amigos extraños; amigos que se besan luego de un día exhausto.

— Ay por Dios. — murmuró con la frente apoyada sobre la madera del escritorio, al parecer, de algún modo, podría calmar la presión que sentía. Por supuesto que sus amigas no comprendían nada de eso y creían que estaba sumergida en la reciente plática sobre Anthony Stark; ese payaso agradable con fama de empresario rompecorazones. Para mal, le recordaba a Steve.

— ¿Puedes creerlo? ¡La pobre Pepper ahora está vigilada las veinticuatro horas! Es perturbador.

— No las veinticuatro horas, solo me dijo que siempre estará alerta. Pero no importa de todos modos, volverá a su viejo hábito de conquistador. — la rubia rodó los ojos, intentando que las lágrimas no volvieran a aparecer o arruinarían su maquillaje.

— No debes descartar nada...

Las dos mujeres observaron a Natasha que arrastraba las palabras como si ya estuviera cansada de oír lo mismo una y otra vez, a lo mejor así era; pero no lo dejaba entre ver tan seguido.

— ¿Y a tí que te pasa? Un fin de semana y parece que dejaste tu personalidad en casa, ¿Ahora también eres defensora de los idiotas? — María resopló casi con gracia, solo que a Natasha no le hizo ni un poco de cosquillas.

— Ya, no la molestes, de seguro ha estado atareada con todo lo que tiene que hacer. — Pepper la defendió pasando un brazo por sus hombros en un intento por reconfortarla.

Pero Natasha estaba aturdida y al borde de la frustración en ese momento, pensando cómo demonios haría para enfrentarlo si pasaba por esa... Por esa puerta. ¡Demonios! Resopló y las mujeres entendieron que no era solo el trabajo lo que la tenía de tan mal humor.

Lucky MisfortuneDonde viven las historias. Descúbrelo ahora