CAPÍTULO 09

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Ella estaba loca, por completo fuera de sí; pero quizá era eso lo que lo hacía verla con fascinación. Sentía que en tan solo unos pocos días había roto su esquema de chica perfecta y organizada para desafiar los horarios y normas en su compañía. Aunque, pensándolo mejor, aquello pareció estar siempre ahí bajo todas esas capas de formalidad que traía encima, solo hacía falta mover la pieza que la bloqueaba tan solo un poco para que la verdadera Natasha brotara hacia la luz.

Claro que aún llevaba una agenda en el bolso y tenía una alarma diferente para cada cosa en una aplicación de recordatorios, ¿Y por qué no mencionar que llevaba consigo una enorme pashmina de punto aunque nunca la usara?

Era extraña, testaruda, mal geniuda, ridículamente bajita y a veces muy estresante. Sobre todo porque le gustaba que las cosas salieran a su manera; pero él parecía tolerarlo aún si se quejara de ello.

Habían pasado la tarde entera recorriendo Brooklyn; el Grand St. Divide, Bedford Ave, el East River State y ahora estaban en el puente. No le importaba caminar demasiado o tomar taxis aquí y allá, cuando tenía la oportunidad, y vaya que antes no lo hubiese considerado, de poder ver algo más de lo simple y lo cotidiano.

¿Murales de Andy Warhol? Por favor. Él nunca antes le había prestado tanta atención a su estilo, no hasta ahora. Era una vergüenza para el mundo artístico, sentía que no conocía nada y que todo lo que sabía se lo debía a su simple afición.

En cambio, Natasha... Ella lo atesoraba. A pesar de parecer recta, demasiado sobria y para nada divertida a simple vista, era la que más encantada parecía estar con cada cosa que observaba; aún si lo hubiera hecho un millón de veces antes.

Podía apostar a qué su cámara estaba repleta de fotografías de la ciudad e incluso un par de ellos dos. Nunca se había divertido tanto con la persona más molesta que hubiese conocido antes, tal y como se lo dijo a Olive.

— ¡Solo unos metros más atrás! — gritó ella.

— ¡Natasha, estoy tan lejos de tí que me sorprende que aún me escuches hasta allá!

— ¡Bien, solo deja y busco un ángulo!

La vio correr de izquierda a derecha, apoyarse en los barandales y también recoger su cabello de tres formas distintas sin estar conforme.

— ¿Por qué mejor no te paras en medio?— preguntó rendido y algo mareado. Debatiendo consigo mismo si esos zapatos de tacón que ella llevaba eran tan cómodos como para soportarlos todo un día.

Ella lo miró como si le estuviera preguntado qué tan en serio lo decía, pero él solo señaló delante y no hizo más que obedecer, darle la espalda, y dejar que su melena pelirroja flotara sobre sus hombros.

En ese momento el cielo estaba anaranjado debido a la puesta del sol y una última corriente de aire removió sus rizos.

Steve no sabía si era por querer atesorar más tiempo la escena o porque sus dedos ya no recordaban como flexionarse, que no apretaba aún el botón. Tuvo que espabilar a regañadientes y sacudir su cabeza para por fin oprimirlo y obtener el atardecer perfecto en una imagen. Natasha dio un brinco de alegría cuando él le mostró la fotografía, y con un último suspiro hacia el horizonte se despidieron de Brooklyn para volver a la parada del Ferri.

Contaban ya casi las seis treinta cuando ella y Steve pusieron un pie en el edificio y Richard, quien aún aguardaba en la puerta, los miró con ojos tan abiertos que parecían querer salirse de órbita.

Hizo una seña al costado y vieron a Margaret salir del ascensor con su andar típico y llamativo, y bueno... No era difícil saber que se aproximaba cuando el olor de ese horrible perfume estaba a punto de acabar con su sentido del olfato.

Lucky MisfortuneWhere stories live. Discover now