Despedida

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𝓐𝓬𝓮𝓷𝓭𝓻𝓪𝓭𝓸
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“¿Preguntas para la señorita Malfoy?” preguntó Russell sin saber qué más hacer.

Phoenix se bajó del escritorio agotada emocionalmente, pero incluso así miró adelante, enfrentando sus opiniones y esperando a que alguien le dijera lo contrario.

“¿Eso quiere decir que si decido inscribirme ahora en el ejército, puedo hacerlo?” fue la pregunta que rompió el silencio. Phoenix dirigió sus orbes a la joven, tenía el cabello corto, liso y castaño.

“Sí, siempre y cuando cumplan con los requisitos del ejército. Yo no los puedo obligar a quedarse, solo les puedo dar la opción de estar aquí hasta cierta edad. A los ojos de este país, ustedes a los 13 años ya pueden decidir qué es lo que quieren hacer. No concuerdo con esa ley, pero la acepto”

“¿Y si no quiero?” preguntó otro niño. “… digo, si no quiero hacerlo ahora, como esperar, ver, no sé” era evidente que Phoenix había colocado la semilla de la duda, en muchos de ellos, si Phoenix los empujara a tomar una decisión, se irían a inscribir al ejército producto de la excitación y sus palabras, pero Phoenix no quería eso, ella quería que ellos pensaran en lo que querían hacer.

“Pues tienen hasta que cumplan 20, chicos. No tienen que tomar una decisión ahora, son jóvenes y es normal que quieran ver qué les puede ofrecer el mundo. Y si deciden que no quieren ingresar al ejército, está bien. Nadie, ni mucho menos yo, los obligaré a hacer algo que no quieren”

“Pero si quiero, puedo ir ahora a inscribirme antes que el llamado termine” clarificó la misma adolescente que preguntó primero.

“¿Nombre?” inquirió Phoenix ya dándose cuenta para dónde iba a ir esta conversación.

“Judith Grimes”

“Bien, Judith. Si eso es lo que escogiste, eso es lo que harás”

Phoenix no dijo nada más, no creía que más palabra valieran la pena, asintió con su cabeza a Russell cortamente y salió, ya estaba agotada emocionalmente con todas las charlas, era hora de poner una falsa sonrisa y estrechar manos de gente asquerosamente rica que ahora recién se les ocurría compartir su riqueza.

Cuando sus pasos comenzaron a desvanecerse, pudo recién escuchar sonidos de discusión, lo más probable es que esos chicos no bajaran prontamente a la fiesta y Phoenix estaba bien con esa opción.

La joven rubia bajó las escaleras desde el tercer piso y caminó tranquilamente por los pasillos hasta llegar al edificio central donde más gente había aparecido en el transcurso de la tarde. Se dirigió de inmediato a un costado de Greyson y trató de mezclarse entre la gente lo más pronto posible.

Horas después, Phoenix vería a Russell bajar con los chicos que había hablado y, como su presentimiento le dijo, faltaba la niña que la había interrumpido y unas personas más. Phoenix suspiró, no era su culpa, para quien tenía el derecho a tomar sus decisiones. «No hay decisiones equivocadas o correctas, solo intenciones» se repetía en su mente una y otra vez.

“¿Lista?” preguntó Violet que apareció a su costado de la nada. La mujer estaba con un hermoso y vaporoso vestido azul, le sentaba bien ese color en su piel.

“¿Para qué?” Phoenix no recordaba que necesitara hacer algo, hasta que vio la mirada fría que la mujer le estaba dando.

“No me sorprende. Te dije que tenías que dar un discurso de despedida, idiota. Más te vale que se te ocurra algo y recuerda que no solo habrá niños escuchándote, también gente importante. Incluso vino el gobernador del distrito de Hermina, así que compórtate” masculló entre dientes para luego sonreír a las personas que la saludaban. Phoenix bufó descontenta, pero asintió.

𝐀𝐂𝐄𝐍𝐃𝐑𝐀𝐃𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora