Ejército

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𝓐𝓬𝓮𝓷𝓭𝓻𝓪𝓭𝓸
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“Oye, oye”

Phoenix no hizo caso, creía que no era a ella, todos los reclutas estaban en una gran sala donde estaban en fila frente a un escritorio, había una persona que tomaba sus medidas (para el uniforme), otra persona que revisaría la lista buscando su nombre, luego los primeros reclutas se irían tras una puerta a quizás hacer qué cosa, era un proceso largo y tedioso considerando que habían llegado allí hace una hora y ya eran las diez y media de la mañana.

La fila avanzaba lenta, pero segura y Phoenix lo único que quería hacer era terminar pronto.

¡Qué pérdida de tiempo!

“Oye, tú, la niña mimada” volvió a hablar la misma voz y Phoenix suspiró.

Ahora sí sabía que era ella.

“Sé que me escuchas, mimada” una risilla se le escapó a otro cadete, pero Phoenix no dijo nada.

“Déjala en paz, no vez que eres muy poca cosa para ella” respondió otro cadete, pero este estaba más atrás en la fila.

“Pss, pss” siguió el idiota que quería hablar, más Phoenix había aprendido lo suficiente con Snape (quien según le dijo Kralitsa era su padrino y tras enseñarle una foto juntos la joven destello un recuerdo dónde ella estaba en una biblioteca y Snape la miraba con ojos serios y fríos) para saber que aquel soldado en la puerta, semiescondido, no estaba allí sencillamente viendo el tiempo pasar.

“¡Siguiente!”

Y la espera siguió entre eterna y aburrida.

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“Niñita tonta, deja de llorar y encuentra la forma” fue el regaño frío e irritado de su padrino quién la hizo temblar.

Phoenix miraba su tarea con terror y preocupación, llevaba tres horas intentando realizar un legeremens decente en su hermano quién estaba mirándola con terror.
Draco no quería seguir en esa habitación donde el padrino de su hermana le estaba enseñando a meterse en la mente de alguien y a cerrar la suya propia, él no quería seguir en esa habitación donde solo habían gritos furiosos por parte de ese hombre narizón y cabello grasoso.

“¡Agh, no sirves para nada!” gruñó el hombre mirando con desprecio a la pequeña rubia platino de ocho años.

“¡Padrino, yo quiero lograrlo!” chilló la rubia derramando lágrimas saladas a chorros.

“Eres igual que tu tío Sirius, igual de incompetente y estúpida” se quejó Snape con asco. “Deja ya de llorar o le diré a tu padre lo inútil que eres” amenazó el hombre.

La rubia negó fervientemente, asustada de volver al sótano y ser castigada por su padre otra vez. No, ella lo lograría y así su padrino y padre estarían orgullosos.

“Legeremens” siseó Phoenix apuntando con su varita a su hermano.

Un monton de imágenes, recuerdos donde su hermano y ella jugaban, cuando pelearon hasta que su hermano la tiró por las escaleras solo porque no quería prestarle su muñeca, o cuando ella lo tiró al lago porque le había robado su muñeca y la había dejado horrible, también cuando ella fue castigada por tardar tanto en realizar un hechizo y Draco fue a su habitación con su muñeca destruida ya pegada con cinta adhesiva malamente mientras el rubio le decía que la había arreglado el solito para ella y esa noche durmieron juntos hasta el día siguiente donde padre los castigo duramente por ser tan sentimientales...

𝐀𝐂𝐄𝐍𝐃𝐑𝐀𝐃𝐎Where stories live. Discover now